alguna parte importante de su esencia y significado). Sin embargo, el arte es diferente: es un juego que se hace para otros, para el público.22 Cuando este juego peculiar se abre al público, como por ejemplo en el teatro o en la música, los espectadores son llamados a tomar parte activa. Entonces los artistas y el público son jugadores en el movimiento del juego del arte. En esta condición se suman, en efecto, los significados de la participación activa del espectador: primero, la renuncia de la identidad individual, que se pierde en el espacio común del juego, que incluye, además de otros jugadores, la verdad; segundo, en la disponibilidad que este proceso supone. Por dichas razones Gadamer concluye que la transmutación en forma, que se desarrolla en la representación artística, es un evento de verdad del cual ni el artista ni el espectador son autores, sino simples participantes.
Gadamer hace una reflexión importante acerca del concepto de identidad, para sustentar la crítica a la teoría del genio y a su fundamento subjetivo. En efecto, si interpretamos el juego desde el punto de vista del jugador individual (que en el juego del arte sería la individualidad del genio),23 el sentido del juego se pierde, porque lo esencial radica en que es el jugador el que existe para el juego y no el juego para el jugador. El sentido verdadero del juego es la transformación de la identidad del jugador en una nueva identidad; pero si el jugador trata de finalizar el juego por sí mismo, la transmutación en forma se reduce a una falsa apariencia, a una máscara. Veremos cómo estos conceptos pueden ser aprovechados para una crítica a la realidad virtual.
Conocimiento y verdad
Ahora bien, falta definir con mayor precisión la naturaleza del incremento ontológico, es decir, el papel del conocimiento y de la verdad. Gadamer explica este punto así: el placer del juego, antes que todo, es un placer cognitivo; es el conocimiento de la forma del juego (o de la obra de arte) que constituye el placer. El conocimiento cambia definitivamente al jugador y su mundo, porque es algo más grande (incluye la historia, la cultura, la belleza, etcétera) que el mundo del jugador.
Gadamer encuentra la razón en el concepto originario de mimesis, que no es simplemente la imitación de la naturaleza así como se entiende en el contexto estético hodierno, sino la representación y el conocimiento de lo divino o de la verdad que se manifiesta por medio de la naturaleza y de la interpretación del artista. Este contacto con lo divino (que permanece en el arte con o sin la imitación de lo natural), constituye el incremento de verdad que la obra produce y que actúa no solo en el espectador, que lo recibe a través del artista, sino también en el mismo artista, quien no inventa genialmente un nuevo contenido de verdad, sino que lo reconoce en la naturaleza, en la cultura y en la historia.
También para el artista la obra es un momento del encuentro con la verdad, porque dentro del arte hay algo más de lo que puede poner el artista o el espectador. La obra de arte es, entonces, una totalidad de sentido, en la cual la función de medio es una parte constitutiva. Funcionar como medio de comunicación entre la verdad, el artista y el espectador significa para estos compartir una experiencia de encuentro con la verdad. La experiencia artística es, así, una experiencia de integración, intercambio y comprensión, desde luego un evento propiamente hermenéutico.
El significado hermenéutico de la obra de arte es un evento que para manifestarse necesita la copresencia del mundo y de lo vivido del lector, y por esta razón las obras de arte son intrínsecamente abiertas a diferentes interpretaciones y pueden hablar al presente desde el pasado de su historia. El fundamento del proceso hermenéutico, es decir la verdad hermenéutica, presenta para Gadamer, como señala Vattimo, algunos problemas. Pero, antes de hablar, con Heidegger y Vattimo, de este aspecto, me parece interesante confrontar la transmutación en forma con el hic et nunc y el aura de Benjamin, así se facilitará la identificación de las implicaciones de la conciencia estética en la tecnología.
El aura y la conciencia estética
Ciertamente, Benjamin y Gadamer están de acuerdo acerca de las limitaciones del arte por el arte y del genio. Para Benjamin, la reproducibilidad técnica implica la descontextualización de la obra de arte, la renuncia al hic et nunc original del acto creativo individual y, por ende, del genio del artista. El hecho de que se renuncie también al valor de testificación histórica del arte parece secundario para Benjamin, que pensaba que este vacío hubiera dejado espacio al contenido político y revolucionario.
Sin embargo, Gadamer ha mostrado que el fin de la relación entre el contexto histórico y social y la obra de arte tiene consecuencias fatales para su sentido, porque quita un factor esencial del proceso hermenéutico. La consecuencia es el regreso de la conciencia estética y del genio, que no necesitan el hic et nunc porque se fundamentan, como hemos visto, sobre sí mismos. Por eso su valor de experiencia significativa está limitado al momento de la experiencia artística, que como un sueño o una ilusión desaparece al tomar nuevamente contacto con la realidad. La reproducibilidad técnica permite entonces la posibilidad de eliminar el genio pero, a luz de la confrontación entre Benjamin y Gadamer, el encierro de la obra de arte en el puro territorio de la experiencia estética limita su alcance no solo en lo político sino también en los ámbitos social y educativo.
La razón del fracaso revolucionario, que Benjamin no se hubiera esperado, depende también de la caída de aquellas condiciones filosóficas (religión, marxismo u otro relato) que hubieran podido llenar el espacio que ha quedado libre por la eliminación del aura. En efecto, el nihilismo que caracteriza al pensamiento contemporáneo permite que el vacío dejado por el aura sea llenado por el mercado y el Erlebnis del consumismo. De esta manera el arte de la reproducibilidad técnica es un arte disponible para la manipulación de los individuos en sentido totalitario, lo que Benjamin quería a toda costa evitar. De estas contradicciones nace la crítica radical que caracteriza a la estética estructuralista de Adorno y el situacionismo de Debord.
La idea de Gadamer del proceso artístico como evento hermenéutico, relacionando constitutivamente la obra de arte con el mundo del lector, implica replantear, en este universo, el concepto de hic et nunc y de aura, posibilidad que Benjamin no había considerado. Recordemos que para Benjamin los medios de reproducibilidad técnica se dirigen, como principio, al público masivo (lo que constituye un dato a priori en la naturaleza de la reproducibilidad técnica). En otras palabras, las múltiples copias de la obra de arte están destinadas automáticamente a una multiplicidad de lectores, que son inaccesibles individualmente; así, el hic et nunc de la masa es indiferenciado y borroso.
Al resultar implícito el fin del vínculo con el hic et nunc del artista así como con el hic et nunc de los lectores, parece imposible que en los medios masivos se genere el evento hermenéutico que caracteriza a la verdad de la obra de arte. Quizás en este sentido se pueda replantear el problema de la muerte del autor, anunciado por Barthes y el postestructuralismo, en los términos de la muerte del lector.
El nihilismo y el ocaso del arte: Vattimo
El aporte de Vattimo al problema de la crisis del arte nace, desde muchos puntos de vista, como una interpolación de los resultados de Gadamer con la verdad como evento de Heidegger. Vattimo actualiza el discurso hermenéutico recuperando positivamente el nihilismo en la crítica antimetafísica que en Verdad y método queda de una cierta manera irresuelta. Pues, para el pensador italiano, la hermenéutica debe asumir plenamente su dimensión nihilista para luchar tanto contra el agotamiento en el conformismo (el principio de autoridad de Danto o las referencias culturales e históricas de Gadamer), cuanto contra el riesgo de difuminarse en el polvo de la deconstrucción. En el análisis de Vattimo, además, hay algunas novedades que permiten abordar aspectos que en Heidegger y Gadamer han quedado sin conclusión; en primer lugar, los efectos estéticos de la relación constitutiva entre hermenéutica y nihilismo; en segundo lugar, la recuperación positiva de la tecnociencia y de los medios masivos, fenómenos que Vattimo invita a revalorar a pesar de que todavía no se encuentren sus fundamentos conceptuales.
El nihilismo y el fin de la historia