Jacques Fontanille

Tensión y significación


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difusa y categorías con frontera nítida podría acortarse gracias a la distinción entre correlación conversa (régimen participativo) y correlación inversa (régimen exclusivo).

       2.2.2 Definiciones sintagmáticas restringidas

      Los dos regímenes de valencia que acabamos de examinar, el “principio de exclusión” y el “principio de participación”, se realizan localmente en la cadena, convocando los valores dos a dos, y cada uno presenta sus propias particularidades sintagmáticas. El régimen de exclusión tiene por operador la selección (tri), y culmina, si el proceso llega a su término, con la confrontación contensiva de lo exclusivo y de lo excluido, y en las culturas y en las semióticas que están gobernadas por ese régimen termina en la confrontación de lo “puro” y de lo “impuro”. El régimen de participación tiene como operador la mezcla, y culmina con la confrontación detensiva entre lo igual y lo desigual: en el caso de la igualdad, las magnitudes semánticas son intercambiables, mientras que en el caso de la desigualdad, las magnitudes se oponen como lo “superior” a lo “inferior”.

      La rearticulación de las valencias en valores, en el espacio semionarrativo, supone que las dependencias/independencias sean convertidas en diferencias (contrariedad, contradicción, complementariedad) a partir de las rupturas observadas en la red de las dependencias, de suerte que los umbrales o límites proyectados sobre las valencias se conviertan en las fronteras de una categoría estabilizada y discretizable. De igual modo, el sujeto sensible, convertido en sujeto semionarrativo, ve que su universo se divide axiológicamente gracias a la polarización en euforia/disforia, mientras que, en el espacio tensivo, la foria no polarizada caracterizaba las reacciones de su cuerpo propio por las tensiones en las que se encontraba inmerso. De esa manera surge el valor en sentido semiótico: el valor como diferencia que organiza cognitivamente el mundo que se tiene en la mira y el valor como apuesta axiológica que polariza la mira misma.

      Cada uno de esos campos semióticos posee su índice tensivo, su coherencia propia: el programa de base es discontinuo en una semiótica de la selección (tri) y tiende a restringir la circulación de los bienes. Es, en cambio, continuo en una semiótica de la mezcla (mélange) y favorece el “comercio” de los valores. En las semióticas de selección, la circulación de los valores es débil, a veces nula, y de todas maneras “ralentizada” por la solución de continuidad planteada entre lo exclusivo y lo excluido. En las semióticas de mezcla, el tempo de la circulación es más rápido en una cultura en la que la valencia es difusa que en aquella en la que la valencia tiende a concentrarse en un número restringido de magnitudes.

      Sabemos que, en el dominio económico, el valor de cambio de los bienes, como el de la moneda, depende de la rapidez (inflación) o de la lentitud (deflación) con la que los bienes son intercambiados. De igual modo, Lévi-Strauss ha mostrado con toda claridad que, en las sociedades primitivas, los intercambios matrimoniales estaban sometidos a una exigencia que se presentaba globalmente como una “ralentización”, o como un “alejamiento”, pudiéndose considerar el segundo como una variante de la primera3.

      Intuitivamente, tenemos el sentimiento de estar igualmente en presencia de estructuras elementales características en el ámbito de lo “político”: a la igualdad corresponderá una sociedad de derecho, a la desigualdad, una sociedad de privilegio; por el lado de la exclusión y de la selección, tendríamos una sociedad de la exclusividad, con sus intocables. Pero dependerá de los análisis concretos confirmar o no esta sugerencia de generalización.

       3. CONFRONTACIONES

      La dependencia de las valencias en relación con el “devenir” es literal en el conocido texto de Baudelaire:

      ¿Cómo el padre único ha podido engendrar la dualidad, metamorfoseándose finalmente en una innumerable población de números? ¡Misterio! ¿La totalidad infinita de los números debe o puede concentrarse de nuevo en la unidad original? ¡Misterio!4.

      Tales cuestiones están estrechamente ligadas al universo de lo sensible, del que emanan la foria y el devenir, tal como lo señala Cassirer:

      Pues los contenidos inseparables de la percepción, en cuanto tales, no ofrecen ningún asidero ni punto de apoyo a ese pensamiento. No entran en ningún orden estable y general, no tienen ninguna cualidad verdaderamente unívoca, y si se toman en la inmediatez de su estar-ahí, se presentan más bien como un flujo inasible que se resiste a toda tentativa de distinguir en él “límites” exactos y claramente nítidos5.

      El devenir de la intensidad, al producir y al distribuir estallidos y modulaciones, adquiere en cierto modo la forma de un ritmo. El devenir de la extensidad, al producir y al distribuir partes y totalidades, unidades y pluralidades, se caracteriza por la formación y deformación de configuraciones mereológicas. En relación con la distinción entre sujeto y objeto, particularmente en el acto perceptivo, podemos hacer la hipótesis de que las valencias de intensidad y de tempo caracterizan esencialmente el devenir sensible del sujeto, mientras que las valencias de extensidad y las configuraciones mereológicas que de ellas se desprenden, caracterizan el devenir sensible del objeto.

      Las valencias subjetales determinan las condiciones del acceso al valor para el sujeto. Por ejemplo, el valor de la junción: como son de naturaleza esencialmente “rítmica”, pueden ser identificadas gracias al tempo y a la aspectualización de la captación o del intercambio. De esa forma, el “valor para el sujeto” se configura o se disuelve en la medida en que pueda o no modular la velocidad del proceso que termina en la junción: el generoso, por ejemplo, al adoptar el tempo justo, permite que otro aproveche los objetos de valor de los que él se desprende. El dilapidador, en cambio, gracias a la aceleración que introduce en la circulación de los objetos que abandona y disipa, pone en tela de juicio la existencia misma de dichos objetos y hasta el valor que subyace al intercambio.

      Las valencias objetales determinan la morfología de las figuras-objetos, lo que las vuelve aptas para acoger investimientos axiológicos, sobre todo por su estructura mereológica. En efecto, las formas particulares de la dependencia y de la independencia que unen las partes del mundo sensible entre sí, preparan y determinan el tipo de valores que pueden ser investidos en ellas, así como los límites del campo disponible, incluido el nivel estético. De esa manera, el afán de “perfección” no indicará solamente una cierta concepción de lo bello, sino que podrá ser comprendido también como la manifestación discursiva de una valencia que atribuye a la autonomía sensible del objeto (ausencia de dependencias externas perceptibles) y a la clausura de la captación perceptiva, el estatuto de una condición previa al investimiento axiológico.

      La profundización del concepto de valencia, que sigue actualmente en curso, podría conducir igualmente a un modus vivendi entre lo continuo y lo discontinuo: en una suerte de dialéctica entre estabilidad e inestabilidad. La discretización estabiliza las correlaciones entre las valencias, convirtiendo los límites que han aceptado, en fronteras de una categoría, con lo cual fijarían las contradicciones, y del mismo modo, convertirían las valencias inversas en contrariedades, y las valencias conversas en complementariedades. En el otro sentido, la desestabilización de las categorías y la preeminencia de los términos neutros y complejos en los discursos concretos, dan libre curso a las correlaciones tensivas, ya en la modalidad de la exclusión (términos neutros) ya en la modalidad de la participación (términos complejos). Trataremos de demostrar esta propuesta en el estudio consagrado a la categoría y al cuadrado semiótico.

      Por otra parte, la extensión del concepto de valencia es tal que la actitud más prudente consistiría en examinar ante todo las categorías semióticas que escapan a su dominio. Elegiremos, no