Jacques Fontanille

Semiótica del discurso


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de la investigación; el tiempo filtra, hace la selección, y construye poco a poco las condiciones de una coherencia, de una sistematicidad y de una explicitación completa. Nosotros debemos también filtrar, escoger, retener, rechazar y organizar: en reemplazo del tiempo, adoptaremos, pues, un punto de vista.

      Es la elección de un punto de vista de conjunto, y sostenido con perseverancia, la que otorgará su coherencia, su sistematicidad y su carácter explícito a nuestra tentativa de síntesis. Este punto de vista será el del discurso en acto, el del discurso viviente, el de la significación en de venir.

      Esta elección será primero presentada y justificada en el primer capítulo (Del signo al discurso): escoger el punto de vista del discurso en ac to, es, en efecto, optar por observar la manera en que la praxis semiótica esquematiza nuestra experiencia para hacer lenguajes a partir de ella, más que observar y recortar unidades mínimas. La semiótica que avi zoramos, en la perspectiva definida por Greimas hace una treintena de años, es la de los conjuntos significantes, pero de los conjuntos significantes en construcción y en devenir.

      Esta elección será luego puesta en marcha a propósito de las formas de base de las que debe dotarse toda teoría semiótica: Las estructuras ele mentales. En efecto, si la unidad pertinente de la semiótica del discurso no puede ser el signo, es porque ella investiga el sistema de valores que organiza cada “conjunto significante”; y este sistema de valores adquie re aquí la forma de la estructura tensiva.

      En el tercer capítulo se consideran todas las consecuencias de la op ción propuesta: se titula El discurso, y propone una representación glo bal del discurso como campo (una forma topológica), así como el examen de diferentes tipos y niveles de esquematización, esquemas de tensión y esquemas canónicos.

      En el cuarto y quinto capítulos (respectivamente: Actantes y Acción, pa sión, cognición), a propósito de temas que son clásicos en la teoría se miótica, serán extraídas otras consecuencias de esta opción inicial. A pro pósito de la teoría actancial, se mostrará que la competencia entre dos lógicas, la lógica de los lugares y la lógica de las fuerzas, nos conduce a distinguir los actantes posicionales del discurso y los actantes transformacionales del relato. A propósito de las grandes dimensiones del dis curso, mostraremos en qué la perspectiva del discurso en acto modifica las lógicas respectivas de la acción, de la pasión y de la cognición.

      Finalmente, el capítulo de conclusión se esforzará por hacer un lugar al concepto de enunciación. En efecto, este último concepto ha sufrido mu chos desengaños: después de haber sido “olvidado” por el estructuralismo, se ha vuelto preponderante en las lingüísticas postestructurales; has ta el guillaumismo se ha reconvertido, después de todo, en teoría enun ciativa. Después de haber sido poco, la enunciación sería, ahora “to do” —todo lo que no es reductible a un sistema cerrado y fijo—. Así, a veces, el sujeto de la enunciación está estrictamente identificado con la instancia de discurso en general. Explicar todo, como todo mundo sabe, equivale a no explicar nada. Es por lo que, en la perspectiva del discurso en acto, nos esforzaremos, para terminar, por especificar el concepto de enunciación.

       CAPÍTULO I

       Del signo al discurso

      Del signo al discurso / Resumen

      La historia de las teorías de la significación se presenta en general como una historia de las teorías del signo. Desde fines del siglo XIX, con Peirce, y a inicios del siglo XX, con Saussure, una nueva disciplina se instala en este campo de investigaciones, la semiótica, que se encarga de hacer la tipología de los signos y de los sis temas de signos. Sin embargo, actualmente, esta disciplina se orienta firmemente hacia una teoría del discurso y desplaza su interés hacia los conjuntos significantes.

      Este capítulo se propone reexaminar las teorías del signo bajo esta nueva luz: ¿qué se puede conservar de la teoría de la significación en la perspectiva de una semiótica del discurso?, ¿qué pasa cuando se pone entre pa réntesis la cuestión de las unidades mínimas de la sig nificación y cuando se la reemplaza por la de los conjuntos significantes y la de los actos que producen los discur sos? Se percata uno, entonces, de que emergen la percepción y la sensibilidad.

       1. Signo y significación

      En la gran diversidad de concepciones del sentido, una constante al menos se perfila: casi siempre se distinguen la significación como producto, como relación con vencional ya estable, y la significación en acto, la sig nificación viviente, que parece siempre más difícil de apre hen der. No obstante, a pesar de la dificultad, es la se gunda perspectiva la que escogemos, puesto que el cam po de ejercicio empírico de la semiótica es el discurso y no el signo: la unidad de análisis es un texto —verbal o no verbal—.

      Las teorías del signo, examinadas en esta perspectiva, hacen aparecer cuatro propiedades principales de la significación. De Saussure, mantendremos solamente, de una parte, la coexistencia de dos "mundos", el mundo interior de los significados y el mundo exterior de los significantes, y, de otra parte, la definición de la significación como sistema de valores. De Peirce, de otro la do, conservaremos sobre todo la preeminencia del interpretante, es decir, del punto de vista que orienta la mi ra sobre el sentido, y la importancia del fundamento, que impone los límites de un dominio de pertinencia a la captación de la significación.

       2. Percepción y significación

      Los dos planos del lenguaje reemplazan ahora a las dos caras del signo: cualesquiera que sean los nombres que les demos, los dos planos del lenguaje son deslindados por un cuerpo percibiente que toma posición como frontera entre lo que corresponde al orden de la expresión (el mundo exterior) y lo que corresponde al orden del contenido (el mundo interior). Es este cuerpo el que reúne esos dos planos en un mismo lenguaje.

      Lo sensible y lo inteligible están ineluctablemente ligados en el acto que reúne los dos planos del lenguaje. La semiótica del discurso, tal como las ciencias cognitivas, no puede ignorar más esta interacción de lo sensible y de lo inteligible. En efecto, la formación de categorías y la significación en acto están sometidas al régimen de lo sensible: la semántica del prototipo nos enseña, entre otras cosas, que puede haber muchos "estilos" de categorización y trataremos de mostrar que la dis tinción entre esos diferentes estilos reposa en el peso que le otorgan, respectivamente, a lo sensible y a lo inteligible.

       Del signo al discurso

      1. SIGNO Y SIGNIFICACIÓN

      1.1 Diversidad de aproximaciones al sentido

       1.1.1 Sentido, significación, significancia

      Disponemos de tres términos para designar los fenómenos semióticos en general: sentido, significación, significancia.

      a— El sentido

      El sentido es, ante todo, una dirección: decir que un objeto o una si tuación tienen un sentido es, en efecto, decir que tienden hacia alguna cosa. Esta “tensión hacia” y esta “dirección” han sido con frecuencia in terpretadas, injustamente, como referencia. La referencia, en efecto, no es más que una de las direcciones del sentido; otras son posibles: por ejemplo, un texto puede tender hacia su propia coherencia y es eso lo que nos hace presentir su sentido; o también, una forma cualquiera pue de tender hacia otra forma típica ya conocida y eso es lo que nos per mitirá reconocerle un sentido. El sentido designa, entonces, un efecto de dirección y de tensión, más o menos cognoscible, producido por un objeto, una práctica o una situación cual quiera.

      El sentido es, finalmente, la materia informe de la que se ocupa