Enrique Dussel

El arte de argumentar: sentido, forma, diálogo y persuasión


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Plantin, que une la argumentación en la lengua con elementos retóricos y dialécticos, con la situación y la emoción, la argumentación es una operación que se apoya sobre un enunciado asegurado (aceptado) —el argumento— para llegar a un enunciado menos asegurado (menos aceptable) —la conclusión—. Y argumentar es dirigir a un interlocutor un argumento, es decir, una buena razón para hacerle admitir una conclusión e incitarlo a adoptar los comportamientos adecuados. Además concibe la posibilidad de la argumentación en el monólogo como todo discurso que se puede analizar en tér-minos del esquema de Toulmin en contraposición al diálogo argumentativo que es todo discurso producido en un contexto de debate orientado por un problema. El esquema básico de Toulmin comprende los hechos o datos de partida en un argumento («las rejas en las calles permiten protegerse de los delincuentes para circular con libertad de tránsito»), la tesis defendida («debemos colocar rejas en nuestra calle») y la regla aceptada por la comunidad («la libertad de tránsito es un derecho constitucional») que permite pasar de lo dado a lo concluido, de lo aceptado a lo no aceptado. También propone Plantin definir la argumentación como «el conjunto de técnicas (conscientes o inconscientes) de legitimación de las creencias y de los comportamientos. La argumentación intenta influir, transformar o reforzar las creencias o los comportamientos (conscientes o inconscientes) de la persona o personas que constituyen su objetivo».16

      Para Charles Willard desde una perspectiva de la epistemología social, de la interacción cognoscitivista (de la forma en que conocemos) y constructivista (el modo en que las representaciones «construyen» simbólicamente el mundo) la argumentación es una forma de interacción en la cual dos o más personas mantienen lo que construyen como posiciones incompatibles. Es decir, define la argumentación en el ámbito de la interacción, la sociología (a partir de la reformulación de la idea de «campos» de Toulmin), el constructivismo y el enfoque de la incompatibilidad (como en Perelman). En esta perspectiva, el campo de estudio de la argumentación se amplía en forma considerable hacia todo aquello considerado argumentativo por los agentes y hacia lo no verbal, ya que Willard incluye los argumentos «no discursivos».

      Gilbert, quien se formara con influencia de Willard, amplía el campo de la teoría hacia el conflicto, ya que las argumentaciones pueden estar entre las más moderadas de las conversaciones corteses, y pueden estar entre los más violentos y letales de los intercambios.17

      Por último, una definición muy completa, aunque sesgada hacia la vertiente lógico-dialéctica y normativa, fue postulada con base en cierto consenso (ya que los autores del texto afirman ser todos responsables de su contenido) por muchos de los más conocidos especialistas de la argumentación en el recuento de Fundamentos de la teoría de la argumentación: «La argumentación es un actividad verbal y social orientada al incremento (o decrecimiento) de la aceptabilidad de un punto de vista controversial para el oyente o lector, que proyecta una constelación de proposiciones que buscan justificar (o refutar) el punto de vista ante un juez racional».18

      Secuencia, forma, práctica social, razón, verdad, operación, técnica, acto de lenguaje, forma de interacción. ¿Qué es lo que sucede? ¿Por qué pasa esto siempre que queremos definir la cultura, el lenguaje, etcétera? Lo que acontece es que estamos ante un juego del lenguaje (Wittgenstein) que corresponde a diferentes prácticas culturales que siguen diversas reglas. Estamos ante prácticas sociales teóricas (Althusser) de diversos sectores, las cuales corresponden a diferentes ámbitos, intereses y focalizaciones. Estamos ante refracciones ideológicas y polémicas de los conceptos (Volsohinov) conforme a la ubicación práctica, teórica, socioideológica y hasta a la tradición nacional de los distintos investigadores.

      En cada caso se habla de usos lógicos, dialécticos, lingüísticos o retóricos de la argumentación. Y dependiendo del juego que se juega, de la ideología que profesamos, de la práctica teórica en que nos insertamos, aparecerán distintas definiciones y posibilidades de crítica de las demás definiciones, pensadas desde nuestro juego de lenguaje, que en el caso del presente trabajo es el juego discursivo semiótico. Así que comentaremos algunos bemoles de las definiciones dadas si se piensan en función de la semiótica que se abre hacia lo no verbal y del análisis del discurso, que ubica los argumentos en sus condiciones sociales de producción, circulación y recepción.

      No pretendo con las observaciones subsiguientes desautorizar ningún enfoque, sino contrastar cada teoría con mi propia práctica cultural, mi propia práctica teórica, mi interés y mi ideología. A la vez, al considerar todas las definiciones, quiero mostrar al lector que la realidad argumentativa, como toda realidad, es compleja, por lo cual mirarla desde un solo punto de vista nos priva de la posibilidad de comprender de mejor manera la riqueza y multideterminación de lo concreto.19

       Los juegos lógicos, dialécticos, retóricos y lingüístico-discursivos

      No quisiera establecer por ahora una discusión de cada definición. Creo que cada teoría hace un aporte y presenta un enfoque que permite ver determinados aspectos, modos y niveles del análisis argumentativo. Sí quisiera, en cambio, presentar argumentos sobre algunos nodos críticos cruciales, cuando se pretende dar cuenta de lo real, de lo multidimensional y dar margen a la indeterminación (sin negar la posibilidad del conocimiento).

      La primera precisión que ayuda a situarnos en el campo de la teoría de la argumentación es distinguir diversos aspectos, subdisciplinas o dimensiones básicas de argumentar según yo las entiendo:

      • La argumentación como producto; es decir, los argumentos, las razones, los productos de la argumentación como: a) esquemas: silogismos o entimemas (silogismos incompletos, en su sentido moderno); ejemplos; analogías y sus objetos; contradicciones; y b) esquematizaciones de objetos discursivos

      • La argumentación como procedimiento; nos encontramos aquí ante las reglas o convenciones que deciden el cómo argumentar, los criterios de validez normativos y las formas de la interacción

      • La argumentación como proceso; en este caso nos importa la situación, el momento en que se da, la sucesión de los argumentos, el carácter de los argumentadores y lo que se quiere evocar en el otro

      • La argumentación como práctica semiolingüístico-cultural; esta dimensión corresponde a la inteligibilidad, la comprensión de los argumentos y su funcionamiento semiótico discursivo, ideológico, cultural. A lo semiolingüístico se suma el estudio del contexto (pragmática) y de la interpretación (hermenéutica)

      Tradicionalmente, los argumentos en tanto productos son estudiados por la lógica; los procesos, por la retórica; y los procedimientos, por la dialéctica.20 Sin embargo, a este cuadro tradicional le falta el estudio arriba señalado de la lengua y los signos en general (analizados por la lingüística, la pragmática, la hermenéutica, la semiótica y el análisis del discurso), así como la consideración de que no hay un aislamiento, una separación real entre los distintos enfoques. Un esquema, por ejemplo, puede desarrollarse en un complicado proceso en el tiempo y ser una elección retórica, debe ser inteligible, se presenta y selecciona en la confrontación dialógica y se interpreta en su contexto.

      La argumentación puede ser estudiada en forma analítica, dividida, pero la argumentación real comprende lógica, dialéctica, retórica y discurso; es decir, al argumentar acudimos a la forma del pensamiento en forma válida o inválida, ponemos en juego mecanismos lingüísticos o semióticos, interactuamos en el diálogo, ponemos en escena técnicas de persuasión y acudimos a la emoción y a la imagen de sí del argumentador. Es la teoría la que divide —por fuerza— y debe justificar su recorte.

      Ahora, además de considerar esta totalidad de lo argumentativo en las cuatro dimensiones citadas (producto, proceso, procedimiento y práctica semiolingüístico-cultural) es indispensable tomar en cuenta los distintos modos de la argumentación. Al argumentar entran en juego no sólo los argumentos en su modo lógico sino que intervienen elementos de otros modos. Aunque estos modos son expresables en forma lógica, no son reductibles a ella. Pensamos de manera muy especial en las emociones y elementos emocionales. Podemos pensar además en la conveniencia teórico filosófica de separar o no otros elementos, como lo «kisceral»