Enrique Dussel

El arte de argumentar: sentido, forma, diálogo y persuasión


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la naturaleza, el bienestar humano global, la solidaridad y la ética que permiten argumentar nuestros deseos y planteamientos para construir, en común, el contacto emocional que nos une a los otros, y la explicación del mundo susceptible de un acuerdo intersubjetivo lo más amplio posible y que atienda con respeto a las opiniones divergentes.

      La reflexión sobre el campo de la teoría de la argumentación es concebida en este texto en su sentido más amplio. Y si se pretende abrir los ojos a la totalidad y complejidad de la argumentación y sus teorías, resulta necesario comprender diversas subdisciplinas, modos, grados de polemicidad y soportes significantes. Las subdisciplinas nucleares del campo que revisaremos en este libro son:

      • La lógica: la argumentación como forma; el cómo de los argumentos en sí, pero sin olvidar el qué, el contenido de la forma (en especial en la llamada «lógica natural»). Sin este nivel no se pueden pensar ni revisar los argumentos en forma crítica clara, detallada y precisa. Es en este nivel que se estudia el paso formal de un enunciado a otro, acentuando, por ejemplo, la búsqueda matemática que resume un funcionamiento argumentativo, la validez silogística, la estructura de los operadores y conectores lingüísticos, la articulación de los diversos sentidos que configuran una esquematización de determinada noción o, incluso, la lógica formal del diálogo.

      • La dialéctica erística: la argumentación como diálogo, ya sea negociador, buscador del consenso racional o polémico. En este nivel se desarrolla la interacción y el intercambio de razones, se siguen procedimientos acordados y se alude a las verdades de base de cada comunidad de argumentadores. Aquí se estudia, pues, el cómo de los argumentos en cuanto a las reglas, estándares, convenciones y procedimientos a seguir por cada comunidad de argumentadores.

      • La retórica: la argumentación para persuadir, la lógica a nivel del auditorio común. En este nivel opera lo racional y necesario de una interacción que aspire al éxito social ante un público concreto o incluso que busque construir la adhesión de un auditorio pretendidamente universal. La retórica atañe a la persuasión, al para qué de los argumentos, a la estrategia a seguir para conseguir algo, a los valores éticos en juego y sin los cuales no hay verdadero sentido del razonar, no hay fines que perseguir. Ahora que, dada la posibilidad de antivalores, puede operar en la retórica la emocionalidad y la explotación de la imagen del orador de maneras tanto racionales como no defendibles racionalmente o incluso manipuladoras.

      • La semiótica y el análisis del discurso: la argumentación como sentido inteligible, que da lugar al estudio lingüístico, pragmático (el uso de los signos en el contexto), hermenéutico (estudio de la interpretación y los horizontes de comprensión, del arte de contextualizar los discursos para comprender su sentido), discursivo (el análisis del sentido del texto oral o escrito relacionado con sus condiciones de producción, circulación y recepción en un lugar y momento dado) o semiótico (visual, acústico, olfativo o táctil). La inteligibilidad en sus diversos niveles es indispensable para la circulación e interpretación adecuada de los argumentos.

      El enfoque discursivo nos permite comprender que el uso del lenguaje y de la argumentación no es inocente. Argumentamos y hablamos en general desde la historia y desde el lugar que ocupamos como sujetos dentro de formaciones discursivas que limitan nuestra libertad, en una oscilación entre la libre determinación y la sujeción social. La argumentación ha de ubicarse en la sociedad y la historia concretas, en sus condiciones de producción, circulación y recepción y conforme a los funcionamientos discursivos que pone en juego para convencer, persuadir, hacer entender, emocionar y combatir dentro de cada campo argumentativo.

      La conjunción de subdisciplinas atiende, pues, a la forma, el diálogo, el sentido y la verosimilitud de los argumentos. Nos permite comprender el qué, el cómo, el porqué, el cuándo, el dónde y el para qué de los argumentos. Los modos a su vez corresponden, de manera nodal, a los elementos metafísicamente irreductibles del argumentar:

      • El modo lógico que corresponde a la forma y el contenido coherente, adecuado, suficiente y relevante

      • El modo emocional que no es un añadido, sino un elemento siempre presente en la interacción argumentativa y en la construcción de la mente racional

      • El modo intuitivo y de creencias, que comporta también posibilidades de justificación y comprensión

      Cabe anotar tres cuestiones sobre los modos: el estudio argumentativo de la intuición y las creencias no ha sido formulado en detalle; todo modo debe comprenderse en su contexto, el cual puede aportar información indispensable para la comprensión del argumentar; pueden llegar a formularse otros modos.

      Por otra parte, más allá de los modos, los grados de polemicidad oscilan entre diversos puntos posibles, tres de ellos dan lugar a subdisciplinas y formas tipificadas de argumentación:

      • El antagonismo de la erística, que practica y estudia la argumentación como combate

      • La polémica dialéctica, que busca la convicción racional

      • El contrato de la negociación, que pretende resolver un conflicto entre las partes por mutuo acuerdo

      Tras la negociación, el diálogo diluye la argumentación hasta llegar a su grado cero en la conversación como mero intercambio narrativo descriptivo. Otras formas de la discusión como la discordia, la conciliación y la colusión ocupan también un sitio, pero no dan lugar a formas claramente desarrolladas en la teoría, aunque la conciliación tiende a emerger como todo un cuerpo teórico en el análisis de asuntos privados como la familia y el matrimonio, y en asuntos públicos como el fin de las guerras o de los enfrentamientos raciales o étnicos. En algunas discusiones emergentes de la ciencia política, es vital la función conciliadora, para mantener la estabilidad y sanar las heridas que dejan los conflictos sociales, ideológicos y de poder. Los soportes significantes, por último, son tres y constituyen el campo de las ciencias del lenguaje:

      • La argumentación verbal

      • La argumentación paraverbal (es decir, lo que acompaña al habla) que es un componente necesario de toda argumentación oral

      • La argumentación no verbal, que resulta cada vez más importante de analizar en un mundo regido por los medios audiovisuales, la computadora y el internet (estudiado por Gilbert dentro de lo que llama el modo de la argumentación «visceral», que alude a lo físico, a los hechos y a lo contextual)

      Dada la escasez de críticas autónomas, recuentos y reflexiones latinoamericanas, no he querido centrarme en un solo tipo de texto al tratar las distintas subdisciplinas, modos y soportes del argumentar, sino que oscilo entre diversas orientaciones que permitan al libro constituirse en un punto de referencia global, con las posibilidades y límites que ello implica:

      • La exposición teórica de múltiples aproximaciones a cada subdisciplina (lógica, dialéctica, retórica, semiótica, hermenéutica y de análisis del discurso) para mostrar diversas interconexiones así como los puntos de vista incompatibles y los focos de conflicto con el enfoque discursivo social; esto fomenta el aprecio de la amplitud y totalidad del campo, aunque impide profundizar en muchos casos y obliga a algunos juicios cuyos fundamentos no siempre pueden exponerse con suficiente amplitud. De cualquier manera, el lector que domina la lengua inglesa y esté interesado en penetrar más hondo en algún enfoque o concepto puede acudir a la bibliografía citada y en particular al extenso libro Fundamentals of Argumentation Theory, que detalla muchas de las teorías de la argumentación contemporánea.

      • La exposición polémica de los enfoques y ensayistas que más interesan al autor debido a sus consecuencias filosóficas, teóricas y políticas; la elección, aunque justificada, es en parte subjetiva y se centra en los siguientes autores: Naess, Crawshay-Williams, Toulmin, Habermas, van Eemeren y Grootendorst, Perelman, Ducrot, Grize y Vignaux. Por razones de trayectoria y afinidad personal abundo en las referencias a Plantin, Gilbert y Haidar, quienes han sido mis maestros. Los enfoques más atendidos son el dialéctico erístico y el semiótico discursivo. Acentúo además la exposición sobre los temas de lo no verbal y lo emocional. En todos los casos cito bibliografía útil para adentrarse en los distintos autores, enfoques y temas cuando así se desee.

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