Josep Maria Boixareu Vilaplana

Órbitas librescas


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nueva librería ocupaba ya la totalidad de la planta baja del inmueble de la Gran Vía. Habían desaparecido los mostradores cara al público, que fueron sustituidos por mesas en el centro de la tienda. Las estanterías, situadas alrededor, llegaban a una altura que permitía que los clientes pudieran coger los libros ellos mismos. El resultado de esta ampliación y reforma comportó un crecimiento significativo de las ventas. También fue la época en que se empezaron a hacer compraventas con tarjeta de crédito. A continuación, vino la informatización, con las ventajas y los inconvenientes que todos hemos experimentado.

      Con la nueva librería, los nuevos espacios creados permitieron celebrar actos de distinto tipo, como presentaciones de libros, charlas y mesas redondas. En las dos imágenes adjuntas se pueden ver algunos momentos de estos actos20.

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      18. Cartel con el logo antiguo y el nuevo.

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      19. Inauguración presidida por el consejero de Comercio de la Generalitat de Cataluña, Hble. Sr. Lluís Alegre; el rector de la Universidad de Barcelona, Excm. Sr. Josep M. Bricall; el escritor Ignasi Riera, y los señores Boixareu Gimó y Boixareu Ginesta.

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      20. Con la nueva librería, los nuevos espacios creados permitieron celebrar actos de distinto tipo, como presentaciones de libros, charlas y mesas redondas.

      A inicios de este siglo, Manuel Galli se jubiló y, como encargado, fue sustituido con el tiempo por Carmen Matilla, Ana María Barón (también una gran profesional jubilada recientemente), y Araceli Clares, que aún está.

      La profesión de librero —me gusta más llamarla «oficio»— es para personas con vocación, ya sean empleados o propietarios. Con la excepción de las grandes superficies, donde también he conocido a muy buenos profesionales, los libreros y libreras de librerías pequeñas o medias deben amar el libro y no el dinero. Si quieres ganar dinero, no te dediques a este oficio, no es un buen negocio, ya que es solo para ir tirando. Pero si quieres ser feliz, puedes encontrar en él la felicidad. Por la Librería Hispano Americana han pasado buenos libreros y libreras, empezando por mi padre, Manuel Galli o Ana María. Todos hemos pasado allí buenas y malas épocas, pero el recuerdo de este oficio ayuda a vivir para siempre sin soltar el libro de las manos.

      Ahora deberemos dar un salto hasta el siglo XXI. Más adelante, continuaré contando cosas pasadas y otras que aún habían de llegar. Empezamos este siglo con muchos problemas, que volverán a aparecer cuando siga hablando de la editorial. Entre los años 2001 y 2003 lo pasamos mal; conseguimos salir adelante, pero a costa de muchos sacrificios de todo tipo. La empresa y yo mismo tuvimos la suerte de que mi hijo Jeroni Boixareu Pallarès le tomara gusto al oficio de librero. Compartimos el timón de la empresa durante algún tiempo, como mi padre había hecho conmigo, y en el año 2005 me pude jubilar oficialmente.

      La librería, como el negocio del libro en general, empezó a cambiar de forma progresiva pero significativa. En gran parte, pero no del todo, las responsables de esto fueron las nuevas tecnologías de la edición, la distribución y la venta. Tanto la LHA como Marcombo se habían modernizado y se habían adaptado a las llamadas «tecnologías de la información». Pero el cambio era cada vez más acelerado, y también era peligroso adelantarse a él, porque muchos pioneros han sucumbido en la aventura de ir demasiado hacia adelante sin saber exactamente hacia dónde los llevaría el cambio de rumbo ni a qué velocidad.

      Desde 2005 hasta la actualidad (2020-2021), han pasado muchas cosas en la sociedad, en el mundo de la economía y en el del libro. Ya he dicho que las nuevas tecnologías no son las responsables de todo. Sí lo son los cambios sociales y los hábitos de lectura.

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      LA INTENSA DÉCADA DE LOS SETENTA

      La gestación de Editia

      Durante la década de los sesenta, un grupo de editores de libro técnico había ido gestando la constitución de una entidad para exportar conjuntamente a Latinoamérica. La idea consistía en hacer catálogos conjuntos, envíos agrupados e, incluso, crear filiales comerciales en aquellos países. Inicialmente se pensó en México, Perú, Uruguay, Brasil, Venezuela y América Central (véase una ilustración en la cual aparecen algunas cartas y actos sobre estos prolegómenos)1. Si no recuerdo mal, las primeras distribuidoras que empezaron a funcionar fueron las de Perú y México que, finalmente, fueron las que cuajaron, junto con la de Uruguay. Puesto que la idea era constituir sociedades mixtas en cada país, el nombre que se pensó para el grupo fue Editia (Editores Técnicos Ibero-Americanos). Las primeras editoriales que formaron parte del proyecto fueron Aedos, Alhambra (Madrid), CEAC, Editores Técnicos Asociados (ETA), Hispano-Europea, Marcombo, Oikos-Tau, Sagitario y Sintes.

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      1. EDITIA. Años 1969-1970.

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      2. Carta delatando una estafa.

      En América Central se contactó con Lehman, de Costa Rica, y con Zurita, de Caracas (Venezuela). En Perú se contactó con el Sr. Nicanor Domínguez, que era socio de una distribuidora y que fue nombrado gerente de Editia Peruana. A través del Sr. Eric Ruiz, de Alhambra, en México, se entró en contacto con el Sr. Antonio Martínez Romero, que dirigía la distribuidora NORO y que fue nombrado gerente de Editia Mexicana. En Uruguay se creó Editia Uruguaya con un socio-gerente que se llamaba Ernesto Sanginés.

      La historia de las Editias es muy larga y complicada. En próximos capítulos irán apareciendo referencias en la medida en que afectaban a Marcombo. Del grupo español fueron desapareciendo Alhambra, CEAC y Sagitario, por diferentes razones. De América, la primera en desaparecer fue Editia Uruguaya. En cuanto a Editia Peruana, un buen día quien desapareció fue el gerente, Nicanor Domínguez... Desapareció él, la secretaria y la caja2.

      El grupo Editia envió a Lima a una persona de confianza; tenía que ser alguien de aquí. Pero esa persona, al cabo de poco tiempo de hacerse cargo de Editia Peruana, hizo lo mismo que su predecesor. Entonces, mi padre, que conocía al director de la librería Studium de Lima, D. Andrés Carbone, también gerente de la Universidad Católica, le propuso asociarse, en nombre del grupo, y que él mismo nombrara a un gerente de su confianza. La persona elegida fue el Sr. Justo Blanco, que sí respondió. Continuaremos hablando de ello.

      Aquel 1970, me incorporé definitivamente a Marcombo. Era la segunda generación Boixareu que entraba en la empresa. Pasamos unos años de feliz transición con mi padre, que ya antes me había hecho de maestro editor y librero y que, sobre todo, me había contagiado el amor por el libro que aún conservo. Yo tenía mis ideas y mi padre las respetó y me dio apoyo. Se trataba de diversificar la actividad entrando en la edición de revistas técnicas afines a la línea de Marcombo. De esta actividad hablaré en el capítulo dedicado a Boixareu Editores, S. A. y a las revistas.

      A inicios de la década, en el año 1971, se celebró el Año Internacional del Libro y Marcombo publicó un catálogo especial para la ocasión, que puede verse reproducido en la figura adjunta3. Aquel catálogo llamaba la atención y demostraba que ya éramos una editorial madura, con autores y obras de gran envergadura dentro de la edición técnico-científica, y con una amplia variedad de especialidades. Entre las obras que se habían publicado, se encontraba el Manual de aire acondicionado, conocido como «el Carrier». Como muestra del reconocimiento por parte de grandes empresas multinacionales,