El oscilógrafo de rayos catódicos (1954), Construcción de amplificadores (1955), Instalaciones megafónicas (1955) y la 3.ª edición de Transformadores, de Singer (1955); todos estos títulos son traducciones de la editorial americana Gernsback Library. También hay que destacar la publicación de Receptores de televisión, de W. Buchsbaum.
Durante estos años, se inició la colección en español de la serie de libros de automóviles Crouse, cuyos primeros títulos fueron Equipo eléctrico del automóvil y Mecánica del automóvil. Se publicaron más de una docena de títulos, traducidos de la editorial americana McGraw-Hill. Tuvieron mucho éxito durante varios años, sobre todo en Latinoamérica. También se publicaron, entre otros, los siguientes títulos: Objetos dirigidos por radio (1955), Electromedicina10, de F. Moral (1956); Receptores de televisión11, de W.H. Buchsbaum (1956); Formulario de electricidad práctica, de A. Alastrué (1957); Localizadores electrónicos de metales, de H. S. Renne (1958); Radio y televisión. Curso preuniversitario, de M. Marín y E. Cubero (1958-1959); y El oscilografo en servicio, de F. Haas (1959).
Desarrollo y fin de las relaciones con los socios argentinos
Aparte de los contactos editoriales con los tres socios, con los señores Dubuisson12 —Don Eduardo y Doña María Luisa— existía una relación personal. Recuerdo que, todos los veranos, los Dubuisson venían con un Cadillac blanco que era la admiración de todo el mundo. Pasaban tres meses viajando por España y Europa. Traían regalos, se alojaban en el hotel Avenida Palace de la Gran Vía y las propinas que repartían por todas partes eran sonadas. Me permito contar una anécdota. Dubuisson tenía también relaciones con las editoriales Omega y Reverté y, a veces, iban a cenar todos juntos: los señores Paricio de Omega, Reverté, Dubuisson, Comas, Marín y Boixareu, con las respectivas esposas. Una noche fueron a cenar a un restaurante que había en un altillo del mercado de la Boquería, que tenía muy buena fama. El caso es que debió de fallar alguien, porque eran trece y Doña María Luisa, que era muy supersticiosa, se plantó y dijo que ella no cenaba en una mesa de trece personas. Solución de mi padre: llamarme a mí, que debía de tener trece o catorce años, para decirme que tomara un taxi y fuera hacia allí enseguida. Creo que fue la primera vez en mi vida que participé en una «cena de negocios». Además, en aquella época tampoco se salía mucho a cenar fuera de casa.
12. Los Sres. Dubuisson a la derecha.
Hacia 1957 o 1958, no sé muy bien por qué, las relaciones con los socios argentinos se fueron deteriorando. Había algo extraño, que más tarde se descubriría. Existe la copia de una carta, de 14 de abril de 1959, de algún abogado o intermediario, dirigida a mi tío Marín (véase la primera página)13, en la que se pone en evidencia una situación de ruptura inminente de las relaciones empresariales. Algunas de las frases más significativas son las siguientes: «No sé si sabe V. que Boixareu quiso poner en antecedentes de lo que ocurría a Paricio, amigo de Reverté, para informarlo bien del caso, puesto que nos constaba que Vacas le había hablado ya de ello (...). Paricio vio el asunto claro, y hoy, este nos ha visitado para decirnos que Vacas le hacía intervenir en busca de una solución que pudiera abarcar también una separación de los dos socios de nuestras empresas, ya que dicho señor comprende que, a partir de este incidente, nuestras relaciones amistosas con los de allá no podrán seguir con la simpatía de hasta ahora...». Yo no sé, o no recuerdo, cuál fue el incidente citado, pero más adelante dice: «Puesto que entendemos, tanto Boixareu como yo, que tiene más lucidez que nosotros, le rogamos que vaya analizando esto y reflexionemos estos puntos: 1.- Nos interesa la desaparición de estos Sres. de las dos empresas...».
Con fecha de septiembre de 1959 (en la copia no consta el día), aparece la segunda página del borrador de contrato de separación con anotaciones manuscritas de mi padre en los márgenes. La separación se consumó antes de que acabara el año. El acuerdo consistió en pagar, por la participación de los socios Dubuisson y Vacas, la cantidad de un millón de pesetas y parte de los ejemplares que quedaban en el almacén de los libros publicados conjuntamente. Recuerdo cómo cargaban esos libros para llevárselos hacia Argentina y al Sr. Vacas controlando la operación.
A los Dubuisson no se les vio nunca más el pelo. Don Eduardo no dejaba de despertar ciertos interrogantes. Era un editor, y no de los más importantes de Argentina, y no se acababa de entender su tren de vida —sabiendo, además, que los tres socios de Marcombo, sobre todo mi padre, conocían el negocio—. El misterio se desveló al cabo de un tiempo, cuando mi padre recibió una citación de la Unidad de Delitos Monetarios del IEME (Instituto Español de Moneda Extranjera)14, en la cual se le requería que se presentara en Madrid. Afortunadamente, el director general del IEME era un excatedrático de Economía de la Universidad de Barcelona que conocía muy bien a mi padre porque había colaborado con Marcombo. Este señor —cuyo nombre creo que debo guardar— le contó que habían detectado un ingreso en una cuenta suya (de mi padre) de una cantidad de dinero —no recuerdo si eran pesetas o divisas—, realizado por un tal Eduardo Dubuisson, de nacionalidad extranjera, que estaba buscado internacionalmente por ser traficante de divisas. A mi padre se le cayó el mundo encima, pero también empezó a comprender muchas cosas. Aquel ingreso lo hacía el señor Dubuisson cada vez que venía a Barcelona a nombre de mi padre porque no lo podía hacer a su nombre, y le servía para ir cubriendo sus gastos mientras viajaba a todo tren por Europa. Gracias a la confianza que el director del IEME tenía en mi padre, aquello acabó en una multa simbólica15.
13. Copia de una carta de algún abogado o intermediario dirigida a mi tío Marín.
14. Citación de la Unidad de Delitos Monetarios del IEME.
15. Gracias a la confianza en mi padre, todo acabó en una multa simbólica.
LA FECUNDA DÉCADA DE LOS SESENTA
Nuevos proyectos
Los años sesenta empiezan con una cierta tranquilidad societaria que permite poner en marcha nuevos proyectos y alianzas. En el año 1963, Marcombo vive el pico de producción e inversión más importante desde la fundación de la editorial. En la figura adjunta1 —un gráfico hecho a mano sobre papel cuadriculado, como todos los de la época— se ve la evolución de la producción desde el año 1957 hasta mediados de 1964. Desde finales de los años cincuenta, Marcombo había empezado a publicar libros de profesores de la que entonces era la Escuela de Comercio de Barcelona, situada en la calle Balmes, no muy lejos de la Librería Hispano Americana (que, como ya hemos contado, mi padre había comprado en el año 1949). La librería estaba especializada en los libros de texto que se recomendaban en la Escuela de Comercio. A raíz de esta relación, Marcombo publicó libros de algunos de sus profesores, como José López Urquía o Antonio Goxens. Del primero se publicó un texto, Estadística, y más adelante se publicaron algunos textos de Antonio Goxens sobre contabilidad. En la figura adjunta pueden verse algunos catálogos y listas de precios de esa época2.
1. El año 1963 se consigue la punta de producción e inversión más importante desde la fundación de la editorial.
2.