Josep Maria Boixareu Vilaplana

Órbitas librescas


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muerte por parte de algunos grupos de incontrolados que había en aquella época. Su mujer y mi madre acabaron convenciendo a mi padre de que le ayudara a huir a Francia, ya que él conocía muy bien cómo pasaban los trenes por la frontera. Mi padre, Josep M. Boixareu Ginesta, republicano de una pieza, no se pudo negar; se trataba de su cuñado. Así que, un buen día —he deducido que a inicios de 1937—, los dos cuñados se fueron hasta Portbou, protegidos por los carnés de mi padre27. Según nos contó él mismo, ferroviario republicano que conocía bien los rincones de los trenes de mercancías, se escondieron en una de las torretas de guardafrenos que tenían los vagones de carga, y así cruzaron la frontera por el túnel que va de Portbou a Cerbère, y de allí al campo de Rivesaltes, cerca de Perpiñán. No sé cómo llegaron a París, pero sí sé que tuvieron problemas con la gendarmería y la guardia republicana francesas.

      En París, mi padre encontró trabajo como traductor en la editorial Hachette. No recuerdo si mi tío también encontró trabajo, pero sé que vivían juntos en el Barrio Latino, donde mi padre gozaba con la gran cantidad de librerías que había. Creo que fue allí donde le vino la vocación de editor y librero. Los dos cuñados estaban en contacto con sus esposas, que permanecían en Badalona. A pesar de las dificultades de comunicación de aquellos tiempos, fueron organizando el reencuentro. Mi madre, su hermana y los hijos obtuvieron un salvoconducto para coger un barco e ir hasta Marsella, gracias a las gestiones del director de la Escola Catalana, donde trabajaba mi madre. Entonces, quedaron en encontrarse en Valladolid. Ellas, los niños y el tío Marín no tendrían problemas para pasar desde Francia a la llamada «zona nacional»; aunque mi padre, con sus antecedentes, no lo tendría tan fácil. Incluso consideró la posibilidad de ir a Colombia.

      Sé que mi padre entró por Hendaya-Fuenterrabía. Los documentos adjuntos muestran que llegó a Fuenterrabía el 1 de octubre de 193729 y que, al día siguiente, ya lo incorporaron al Batallón de Zapadores n.º 6 de Loyola30. No sé qué debió de pasar hasta que llegó a Valladolid. Por unos documentos que me enviaron por fax, cuando murió, de los archivos de RENFE, sé que se le incoó un expediente de depuración del cual quedó absuelto porque «en la zona roja aprovechaba sus amistades con los marxistas para proteger a gentes católicas y de derechas» (sic).

      Estos documentos (de los cuales se ha borrado parte del texto porque están impresos en un télex primitivo) también citan que en París publicó un libro, que nunca he podido conseguir, titulado El miliciano contrito, bajo el pseudónimo de José Rivesaltes. Por una correspondencia que he encontrado del año 1938, José Rivesaltes (Josep M. Boixareu Ginesta) intentó publicar este libro en Valladolid pero, a pesar de que trataba de las maldades de la «zona roja», la censura le fue dando largas y no se llegó a publicar. He deducido que mi padre escribió aquel original para presentarlo como prueba de su arrepentimiento (contrito) y así poder entrar en la «zona nacional». Y le sirvió.

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      29. Tarjeta que demuestra haber pasado por Fuenterrabía (Hondarribia).

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      30. Batallón de Zapadores Minadores. «Evadido de la zona roja».

      Una vez en Valladolid, mi padre fue designado representante de la compañía MZA en la Oficina Común de Material, y mi madre encontró trabajo dando clases. Siempre me dijeron que la gente los había tratado muy bien. Yo fui «encargado» allí, y nací ya en Barcelona. Siempre he sentido una simpatía especial por Valladolid; acogieron a mis padres. Mi padre —de paisano en la fotografía— fue readmitido en los ferrocarriles31. Allí conoció a dos personas que serían clave para la constitución de Marcombo: Carlos Comas Donat y Joan Plans32. Los señores Marín, Comas y Boixareu se reunían a menudo y hacían planes de futuro. Junto con el Sr. Plans fundaron la revista Radioelectricidad. Mi tío Marín33 llevaba la dirección porque era ingeniero de telecomunicaciones. Esta revista es uno de los orígenes de MarComBo. Si mi madre no hubiera sido hermana de la esposa de Manuel Marín, a quien mi padre ayudó a irse a Francia, Marcombo no existiría. El Sr. Plans fue el primer empleado de Radioelectricidad y, posteriormente, de Marcombo. Los cuatro eran como de la misma familia.

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      31. Mi padre, de paisano en la fotografía.

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      32. Joan Plans.

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      33. Manuel Marín Bonell.

      Al finalizar la guerra, mis padres y los señores Comas y Plans se fueron a Barcelona, y mis tíos Marín-Vilaplana y sus hijos se instalaron en Madrid, donde él tenía un puesto en Telefónica. Mi padre tenía trabajo en los ferrocarriles, y mi madre estaba embarazada de mí. Sin embargo, antes pasaron por casa de los abuelos, en Llerona, como demuestra el recibo adjunto de Transportes Fontseré34.

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      34. Recibo de Transportes Fontseré.

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      35. El abuelo Martí Boixareu con sus discípulos y agarrando la sillita donde se sienta su hijo JMBG.

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      HACIA LA FUNDACIÓN DE MARCOMBO

      La posguerra

      Según una recopilación de La Vanguardia con motivo de su centenario (1981), en el año 1940 «España vive la guerra de su posguerra. Un mundo enfebrecido, bélico y loco sigue asolando los campos de la vieja Europa, en los que, momentáneamente, los alemanes marchan como vencedores, en una especie de paseo triunfal, que acaba en los Pirineos...». Aquel año, en Cataluña, nacimos 24 700 hombres y 22 971 mujeres. En España, nacieron 324 116 hombres y 303 641 mujeres. Cataluña tenía 2 890 974 de habitantes y España 25 877 971. Ese era el entorno en que yo nací, el 3 de enero de 1940, durante una noche de rayos y truenos en pleno invierno. Mi madre fue atendida por mi padre y por una enfermera que no había visto nunca un parto, en la Clínica de la Previsión Ferroviaria del barrio de Horta de Barcelona. Parece que la cosa fue complicada, pero aquí estoy.

      El día 24 de aquel mismo mes desmovilizaron a mi padre1, tal como consta en el certificado que aparece en esta página. Aunque no se lea muy bien el nombre del titular, José María Boixareu Ginesta, adjunto también el carné de ferroviario de mi padre, para la curiosidad del lector. Tanto mi padre como el abuelo Martí eran grandes fumadores y en aquella época el tabaco estaba racionado, así que mi padre tuvo que espabilarse para conseguir la cédula personal de fumador para ambos2.

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      1. Certificado de desmovilización.

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