Josep Maria Boixareu Vilaplana

Órbitas librescas


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dos últimos serán los socios únicos de la sociedad. Joaquim Boixareu era un empresario del sector del acero inoxidable que, como mi padre, había ido subiendo desde abajo. Josep M. y Joaquim eran primos, pero se entendían como amigos9. Ambas familias celebrábamos juntas muchas fiestas. Recuerdo cuando venían Joaquim y su esposa Cristina a celebrar la fiesta de la Mercè, santo de mi madre, en Llerona, con sus hijos Joaquim y Felip.

      La entrada de Joaquim Boixareu Gimó a Marcombo representó un gran apoyo para mi padre en todos los sentidos. En la actualidad, a los dos primos hermanos los hemos sucedido sus respectivos hijos. Por la parte de Joaquim, sus hijos Joaquim y Felip Boixareu Antolí, y por la parte de mi padre, yo mismo y mi hijo, Jeroni Boixareu Pallarès. De todos ellos hablaremos más adelante.

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      9. Joaquim Boixareu Gimó, a la izquierda, y Josep M. Boixareu Ginesta.

      Con este accionariado renovado se emprende una nueva etapa llena de ilusiones y proyectos. Con Josep M. Boixareu Ginesta dedicado al cien por cien a la editorial y a la librería desde 1964, cuando se jubiló de RENFE, se retoma la edición de grandes obras que irán dando frutos en los próximos años. En 1968 se publican algunas obras que ya estaban en preparación, como Concepción lógica de automatismos industriales, de Delhaye, o Programación lineal, de Llewellyn, perteneciente a la colección de economía. Ese mismo año hay que destacar el inicio de las tareas de traducción y edición de la que sería una de las grandes obras de Marcombo, el Manual de aire acondicionado, de Carrier, con licencia de McGraw-Hill.

      Haciendo un pequeño paréntesis, cabe decir que en noviembre del año 1968, a pesar de que aún no me había incorporado definitivamente a Marcombo, participé en la primera misión comercial española a la Cuba de Fidel Castro. La editorial exportaba allí libros desde hacía años, y esa misión se organizó con motivo de la Feria del Libro de La Habana. Fue una experiencia singular, que compartí con mi esposa Montserrat. Los editores españoles solíamos tener una sesión de trabajo por la mañana con compradores del Instituto Cubano del Libro, y por las tardes nos organizaban actividades diversas. Quizá la más destacada fue la reunión que tuvimos con el presidente Fidel Castro durante la media parte del partido de baloncesto al que fuimos invitados y en el que jugaba el mismo comandante. Muchas cosas para explicar, y de todos los colores. En la reunión con Fidel Castro, este nos aseguró a los editores presentes que, a partir de entonces, Cuba ya no piratearía ningún libro publicado en España. Curiosamente, fue a partir de ese momento cuando se empezaron a piratear nuestros títulos y los de los demás editores a gran escala, y también cuando empezaron a bajar las exportaciones a aquel país.

      En 1969 se confecciona un nuevo catálogo de Marcombo, donde figura por primera vez el logotipo de Boixareu Editores10, pues toda la empresa era de capital Boixareu, como lo sigue siendo en 2020 —año en que se ha celebrado el 75.º aniversario de la editorial—.

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      10. Primer logotipo de Boixareu Editores.

      En el año 1969 se incorporan nuevos autores y se emprenden nuevas ediciones y proyectos. Se empiezan a publicar los libros del profesor Enric Ras Teoría de circuitos y Transformadores, en las ediciones española y portuguesa. El profesor Ras, que seguiría publicando títulos en Marcombo, fue un autor muy especial para la editorial y también para el autor de este libro. En aquella época, los autores presentaban los originales mecanografiados; algunos incluso manuscritos. El profesor Ras era el summum de la perfección. Ya lo decía el señor Ibáñez, el cuidadoso corrector y revisor de la editorial en aquellos tiempos: «A este señor no se le puede corregir nada». Aun así, el profesor Ras insistía en que Ibáñez le corrigiera los originales. Los buenos autores son los que piensan que su original no es perfecto. También hay quien considera justo lo contrario. Añado que el Sr. Enric Ras fue profesor mío de Electrotecnia en la Escuela de Ingenieros Industriales y, más adelante, compañero en el Consejo Social de la UPC. A su personalidad se sumaban una sencillez y un humanismo destacables.

      En 1969 se publicaron obras muy diversas. Entre otras, se completó la colección de Zbar y Schildkraut «Prácticas de: electricidad, electrónica, radio y radio reparación, TV y TV reparación, electrónica industrial y medición con instrumentos electrónicos»; cada uno de estos títulos en un libro. También se completó la colección en tres volúmenes de Jean Pichoir Curso de electrotecnia11.

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      11. Libros publicados entre 1967 y 1969.

      Es a finales de la década de los sesenta cuando se toman decisiones de carácter distinto. Una es la participación en la fundación del Grupo Editia, del cual hablaremos más adelante, y otra es la decisión de publicar el Gran diccionario de términos científicos y técnicos. De esta decisión me gusta recordar su primer hito. Un buen día, se presentó en la editorial el director de Derechos Extranjeros (Foreing Rights) de la multinacional de la edición técnica y científica norteamericana McGraw-Hill, después de haber pedido cita y de que mi padre me hubiera invitado a estar presente. Mr. William P. Orr nos propuso la compra de los derechos en lengua española y para todo el mundo de su Dictionary of scientific and technical terms, que incluía más de 100 000 entradas con la definición correspondiente. Comprendía todas las especialidades técnicas y científicas, incluyendo las que nunca habían sido materia de Marcombo, como la biología o la medicina. Mi padre y yo nos miramos; estuvimos mucho rato los tres dándole vueltas a la posibilidad de ser nosotros los editores de esa gran obra en lengua castellana. Hablamos del trabajo: ¡años!; y de la inversión: no estaba a nuestro alcance. Mr. Orr insistía en que McGraw-Hill quería que esta obra la publicara Marcombo. Yo —debo ser franco— estaba asustado. En un momento determinado, mi padre me miró; yo no sabía qué decir. Se dirigió a Mr. Orr y le soltó: «¡Adelante!». Lo recuerdo como si fuera ahora. Estaba decidido. Mi padre y yo nos llevábamos treinta años. Yo era un joven de 29 años, se suponía que emprendedor, pero mi padre fue más atrevido; y acertó. Empezaba a forjarse el proyecto editorial más importante de Marcombo de todos los tiempos hasta ahora.

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      LA LIBRERÍA HISPANO AMERICANA

      Los primeros tiempos

      Según anotaciones hechas por él mismo, el 20 de julio de 1949, Josep M. Boixareu Ginesta compra la Librería Hispano Americana a Don Ricardo Espejo de Hinojosa, entonces director de la Escuela de Comercio de Barcelona. La librería se dedicaba casi exclusivamente al libro de comercio y tenía la exclusiva de los libros de texto cuyos autores eran los profesores de la misma escuela. Ese era el negocio que mi padre fue transformando a lo largo de los años con el objetivo de convertirlo en una librería técnica que pudiera establecer sinergias con la línea de la editorial. A mi padre le gustaba la actividad librera y le gustaba el nombre de aquella librería. Marcombo había empezado a establecer relaciones con Hispanoamérica, Iberoamérica, Latinoamérica, o como lo quieran llamar, porque todas estas formas son válidas para designar el conjunto de aquellos países americanos que hablan sobre todo español, pero también portugués (lenguas latinas, en definitiva).

      El hecho de que la librería estuviera dedicada al libro de texto hacía que cada inicio de curso, en aquel entonces el 2 de octubre, fuera una locura. Recuerdo que nos pasábamos todos los fines de semana, incluyendo los domingos, clasificando y haciendo paquetes de los libros que la semana siguiente serían repartidos en escuelas y academias. Este fue mi primer trabajo; en pantalón corto, ya ayudaba a hacer paquetes. Los días laborables del mes de octubre, a partir de media tarde, cuando los alumnos salían de la escuela, en la librería no se cabía. Tenía unos 120 metros cuadrados. En la entrada,