Felix Guattari

Las luchas del deseo


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segmentación social, esta segregación acondicionada a escala planetaria, es la consecuencia del fenómeno de clausura del CMI. Si el CMI logra cohesionar todos estos segmentos, atravesar las disparidades por él instituidas y ser rey y señor de los más variados sistemas, es gracias a la desterritorialización y a su multicentraje. Esta redefinición no sólo afecta las cuestiones económicas, sino que es el conjunto de la vida social el que se encuentra remodelado. Allí en el Este de Francia, donde se vivía por generaciones de la industria del acero, el CMI decide liquidar el paisaje industrial. Otros espacios serán transformados en zona turística o en zona residencial para las élites; se alteran los niveles de vida a escala de regiones enteras. Se ha visto hasta qué punto la instauración del Mercado Común ha reactivado los sentimientos nacionalistas corsos, vascos, bretones, etc. Nuevas interacciones, nuevos antagonismos surgen entre los segmentos del CMI y los agenciamientos humanos que tratan de resistir a su axiomatización y de reconstituirse sobre bases diferentes.

      No enumero aquí los demás axiomas de segmentaridad que tienden a regir el conjunto de los agenciamientos moleculares (relaciones familiares, relaciones conyugales y domésticas, función de educación, de justicia, de asistencia, etc.). Todos ellos se ensamblan para modificar y adaptar el modo de valorización de la vida social y económica. ¿En/con qué condiciones merece la pena seguir viviendo en tal sistema? ¿Qué ataduras inconscientes hacen que sigamos adhiriendo a pesar de nosotros mismos?

      Todos estos axiomas de segmentaridad están conectados entre sí. El CMI no solamente interviene a escala mundial, sino también en los niveles más personales. Inversamente, las determinaciones moleculares inconscientes no cesan de interactuar sobre componentes fundamentales del CMI.

       Las nuevas segmentaridades del CMI

       La segmentaridad transnacional

      El antagonismo Este-Oeste tiende a perder consistencia. Incluso en las fases de tensión, dicho antagonismo adopta un giro artificial, de juego teatral. Esto responde a que lo esencial de las contradicciones ya no se sitúa en el eje Este-Oeste, sino más bien en el eje Norte-Sur; estando claro que para el CMI se trata siempre, a fin de cuentas, de asegurarse el control de todas las zonas que tienden a escapársele, y que existen nortes y sures al interior de cada país. ¿Bastaría con decir, entonces, que la nueva segmentaridad descansa en el “cruce” entre un fenómeno esencial, que sería una guerra permanente y escondida entre Norte y Sur, y un fenómeno secundario, el de las rivalidades Este-Oeste? Me parece que eso sería insuficiente. La separación Tercer mundo en vías de desarrollo (o incluso hiperdesarrollado: países petroleros) y Tercer mundo en vías de pauperización absoluta, en vías de exterminación, se ha vuelto un elemento permanente de la situación actual. Pero también intervienen otros factores. La oposición entre el capitalismo transnacional, multinacional, lobbies internacionales, por un lado, y el capitalismo nacional, por otro (oposición que sigue siendo el principio clasificador exclusivo de la mayor parte de los puntos centrales locales), ha dejado de ser pertinente desde un punto de vista global, a pesar de subsistir localmente. De hecho, todas estas contradicciones internacionales se organizan entre sí, se cruzan, desarrollan combinaciones complejas que no se resumen en sistemas de eje Este-Oeste, Norte-Sur, Nacional-Multinacional, etc. Proliferan más bien, como una especie de rizoma multidimensional, incluyendo innumerables singularidades geopolíticas, históricas, religiosas, etc. Nunca estará de más insistir en el hecho de que la axiomatización, la producción de nuevos axiomas en respuesta a esas situaciones específicas, no proviene de un programa general, no depende de un centro conductor que dictaría esos axiomas. La axiomática del CMI no está fundada en análisis ideológicos, es parte integrante de su proceso de producción. En semejante contexto, cualquier perspectiva de lucha revolucionaria circunscrita a espacios nacionales, cualquier perspectiva de toma del poder político por la dictadura del proletariado, aparece cada vez más ilusoria. Los proyectos de transformación social están condenados a la impotencia, si no se incluyen en una estrategia de cambio a escala mundial.

       La segmentaridad europea

      La oposición entre Este y Oeste dentro de Europa también está llamada a evolucionar considerablemente en los próximos años. Aquello que nos parecía un antagonismo fundamental se revelará quizás progresivamente “fagocitable”, negociable a todos los niveles. En consecuencia, nada de modelo germano-norteamericano, nada de retorno al fascismo de la preguerra, etc., sino más bien evolución por aproximaciones sucesivas hacia un sistema de democracia autoritaria de un tipo nuevo. Los métodos de represión y control social de los regímenes del Este y del Oeste, tienden a aproximarse mutuamente; un espacio represivo europeo de los Urales al Atlántico amenaza con reemplazar el actual espacio jurídico europeo. Y los partidos comunistas europeos no son los últimos en obrar en este sentido. Durante un tiempo ha podido pensarse que la desaparición relativa de la oposición Este-Oeste en Europa, se vería acompañada por una intensificación de la oposición entre Europa del Norte y la Europa del Sur. Pero en esta dirección tampoco es probable que lleguemos hasta una nueva guerra de secesión. Aquí una vez más el CMI acomoda su segmentaridad económica y social, en referencia a una estrategia esencialmente mundial. Por otra parte, las amenazas secesionistas dentro de los países de Europa del Este, considerablemente reforzadas por el problema polaco, estimularán a los dirigentes occidentales y soviéticos a negociar entre ellos un nuevo statu quo, un nuevo Yalta.

       La segmentaridad molecular

      En los espacios capitalistas encontramos constantemente dos tipos de problemas fundamentales:

      a. Las luchas de interés; las luchas económicas, las luchas sociales, las luchas sindicales en el sentido clásico.

      b. Las luchas relativas a las libertades que yo asociaría con las luchas de deseo, los cuestionamientos de la vida cotidiana, del medio ambiente, etc., en el registro de la revolución molecular.

      Las luchas de interés, los problemas de nivel de vida, continúan siendo portadores de contradicciones esenciales. No se trata, en ningún caso, de subestimarlas; sin embargo, podemos plantear la hipótesis de que, a falta de una estrategia global, estas reivindicaciones darán pie cada vez más a su propia recuperación, a su integración por la axiomática del CMI. No conducirán jamás por sí mismas a una verdadera transformación social. No volveremos a asistir a enfrentamientos tipo 1848, Comuna de París o 1917 en Rusia; ya no asistiremos más a una ruptura neta, clase contra clase, que inicie la redefinición de un nuevo tipo de sociedad. En caso de conflicto grave, el CMI está en condiciones de poner en marcha una especie de plan ORSEC internacional y de un plan Marshall permanente. Los países europeos, el Japón y los Estados Unidos pueden subvencionar a pérdida, y durante un buen período, la economía de un bastión capitalista en peligro. Se trata de la supervivencia del CMI, que funciona, en este caso, como una especie de compañía internacional de seguros, capaz, tanto en el plano económico como en el plano represivo, de hacer frente a las pruebas más difíciles.