Felix Guattari

Las luchas del deseo


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de los sistemas jerárquicos, etc.).

      El CMI favorece las innovaciones y la expansión maquínica sólo en la medida en que puede recuperarlas y consolidar los axiomas sociales fundamentales sobre los cuales no puede transigir: un cierto tipo de concepción del socius, del deseo, del trabajo, del tiempo libre, de la cultura, etc.

      c) Abordemos el tercer punto, que se refiere a la axiomatización del socius por el CMI. Ésta se caracteriza en el contexto actual, por tres tipos de transformación: de clausura, de desterritorialización y de segmentaridad.

      - La clausura. A partir del momento en que el capitalismo ha invadido el conjunto de las superficies económicamente explotables, deja de mantener el impulso expansionista que lo caracterizaba durante sus fases coloniales e imperialistas. De este modo, su campo de acción queda clausurado y esto lo obliga a recomponerse constantemente sobre sí mismo, sobre los mismos espacios, profundizando sus modos de control de sujeción de las sociedades humanas. Su mundialización, lejos de constituir un factor de crecimiento, corresponde de hecho a una reformulación radical de sus bases anteriores, que puede desembocar, ya sea en una involución completa del sistema, ya sea en un cambio de registro. El CMI tendrá que encontrar sus medios de expansión y de crecimiento, trabajando las mismas formaciones de poder, retransformando las relaciones sociales y desarrollando mercados cada vez más artificiales, no sólo en el ámbito de los bienes, sino también en el de los afectos. Propongo la hipótesis siguiente: la característica de la crisis actual —que en el fondo no es tal, sino más bien una gigantesca reconversión—, es precisamente esta oscilación entre la involución de un cierto tipo de capitalismo que tropieza con su propia clausura y un intento de reestructuración sobre bases diferentes, que conduce al CMI a aceptar, tal cual, su finitud —en particular la de sus mercados— y la necesidad de redefinir permanentemente sus campos de aplicación (inclusive en los espacios “socialistas”, URSS, China, etc.). En otros términos, le es necesario operar una reconversión decisiva, aunque esto implique liquidar completamente sistemas anteriores, ya sea a nivel de la producción o a nivel de los compromisos nacionales, de la democracia burguesa, de la socialdemocracia, etc. Fin, pues, de los capitalismos territorializados, de los imperialismos expansivos y paso a imperialismos desterritorializados e intensivos. Abandono de toda una serie de categorías sociales, de sectores de actividad, de zonas básicas de implantación y, por otra parte, remodelación, domesticación de las fuerzas productivas, tendiente a adaptarlas al nuevo modo de producción. Integración desterritorializada, que no es necesariamente incompatible con la existencia de regímenes diversificados y que puede incluso estimular esta diversificación, a condición de que se establezca sobre la base de su axiomática segregativa.

      - La desterritorialización del capitalismo sobre sí mismo es aquello que Marx había llamado “la expropiación de la burguesía por la burguesía”, pero, esta vez, a una escala muy diferente. El CMI no es universalista. No pretende generalizar la democracia burguesa sobre el conjunto del planeta, ni tampoco, por otra parte, un sistema dictatorial. Pero requiere, sin embargo, una homogeneización de los modos de producción, de los modos de circulación y de los modos de control social. Esta es la única preocupación que lo conduce a apoyarse sobre regímenes relativamente democráticos en algunos lugares e imponer regímenes dictatoriales en otros. De manera general, esta orientación tiene por efecto relegar las viejas territorialidades sociales y políticas o, por lo menos, despojarlas de sus antiguas fuerzas económicas. Pero esto sólo es posible si funciona a partir de un multicentraje de sus propios núcleos de decisión.

      Hoy en día, el CMI no posee un centro único de poder. Inclusive su rama norteamericana es policéntrica. Los centros reales de decisión están repartidos por todo el planeta. Y no se trata solamente de estados mayores económicos “de cumbre”, sino también de engranajes de poder que se escalonan en todos los niveles de la pirámide social, desde el “mánager” hasta el padre de familia. En cierto modo, el CMI instaura su propia democracia interna. No impone necesariamente decisiones que vayan en el sentido de sus intereses inmediatos, ya que mediante mecanismos extremadamente complejos mantiene “interconsulta” con los otros centros de interés, con los demás segmentos con que debe componer. Esta “negociación” ya no es política a la manera antigua, sino que pone en juego sistemas de información y de manipulación psicológica a gran escala, utilizando los medios de comunicación de masas (asistimos hoy día, por ejemplo, a una especie de negociación inconsciente del CMI, a propósito de las opciones energéticas: petróleo, energía nuclear, nueva energía, etc.).

      La degeneración de las localizaciones concéntricas, de los modos de poder y de las jerarquías que se escalonan desde aristocracias a proletariados, pasando por las pequeñas burguesías, etc., no es incompatible con su mantenimiento parcial, sin embargo, ya no corresponden a los campos reales de decisión. El poder del CMI está siempre en otra parte, al interior de mecanismos desterritorializados. Esto lo hace aparecer hoy como algo imposible de aprehender, de localizar y de atacar. Esta desterritorialización engendra también fenómenos paradójicos como, por ejemplo: que se desarrollen zonas tercermundistas dentro de países más desarrollados y que, inversamente, aparezcan centros hipercapitalistas desarrollados en zonas de subdesarrollo.

      - El sistema general de segmentaridad. Hemos visto que el capitalismo, al no estar ya en una fase expansiva a nivel geopolítico, debe reinventarse sobre los mismos espacios, de acuerdo con una especie de técnica de palimpsesto. Tampoco puede desarrollarse según un sistema de centro y periferia a transformar sincrónicamente. Actualmente, su problema consiste en descubrir nuevos métodos de consolidación de sus sistemas de jerarquía social. Henos aquí frente a un axioma fundamental: para mantener la consistencia de la fuerza colectiva de trabajo a escala planetaria, el CMI tiene que hacer coexistir zonas de superdesarrollo, de superenriquecimiento en beneficio de las aristocracias capitalistas (localizadas no sólo en los bastiones capitalistas tradicionales) y zonas de subdesarrollo relativo; e incluso verdaderas zonas de pauperización absoluta, de tal modo que la pirámide social se vaya socavando por otro lado. Estos son los extremos entre los cuales se puede establecer una disciplinarización general de la fuerza colectiva de trabajo y una compartimentación, es decir, una segmentación de los espacios mundiales. La libre circulación de bienes y de personas está reservada a las nuevas aristocracias del capitalismo. Todas las demás categorías de la población están condenadas a residir en algún rincón de un planeta que se ha convertido en una verdadera fábrica mundial, a la que son agregados campos de trabajo forzado o campos de exterminio a la escala de países enteros (Camboya). Así, el CMI puede hacer coexistir una perspectiva de “progreso social” en las zonas ricas (mejoramiento de las condiciones de trabajo desde el punto de vista de la duración de la jornada y de la cantidad