Sergio Caggiano

Pensamientos y afectos en la obra de Elizabeth Jelin


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de regímenes dictatoriales o sufrimientos en situaciones límites, sino sobre memorias sociales.

      Mi temor es que la memoria sea vista como buena en sí misma: cuanta más memoria, mejor. Me vuelve loca escuchar cosas como “ustedes en Argentina tienen mucha memoria y eso es importante”. También me preocupa la memoria en singular, porque las memorias son plurales, porque son sujetos que actúan en función de sus experiencias pasadas, porque siempre están en conflicto y lucha. Me pone muy mal cuando hay una exhortación al “deber de memoria”. No creo que sea una cuestión moral. Creo que lo que es una cuestión ética y moral es no acallar voces, y confrontar memorias con historia. Esto de los fake news que se discute mucho hoy en día es básicamente lo mismo que cuando te quieren socavar datos históricos, algo que ocurrió con la Shoá.

      En estos temas, como en muchos otros y en distintos momentos de mi trayectoria, me posiciono en el escenario del debate público, más allá del debate de ideas académicas.

      — ¿Hacia dónde crees que van los trabajos de memoria? Mencionaste el tránsito de memorias en situaciones límite a memorias sociales.

      — Eso estaba presente cuando Maurice Halbwachs hablaba de la memoria colectiva y del encuadre social de la memoria, en la década del veinte (Halbwachs, 2010). Él no hablaba de sufrimientos, dolores o represiones. Él estaba hablando de la memoria encuadrada por las instituciones en las cuales se transita: la familia, la escuela, la religión, el Estado. Halbwachs está hablando de las memorias “normales”. Pierre Nora, en Les Lieux de Memoires (sitios de memoria) (Nora, 1984-92), escribe sobre lugares franceses que pueden ser recuerdos de la Primera Guerra Mundial, pero muchísimos otros son figuras como el notario, que tienen que ver con la vida normal, no con aquella que está suspendida por violencias. El tema es cómo combinar las memorias de violencias políticas con las otras, que pueden tener también violencias, pero de otro tipo.

      ¿Hacía dónde van los trabajos de memoria? Los cambios que a mí me interesan últimamente son, en primer lugar, la ampliación temática. Diría que no es que yo abandone o esté en proceso de cerrar el tema de memoria. Estoy en proceso de cerrar mi interés en investigar memorias de violencias sociales macro. La memoria familiar y local es algo que me interesa. Segundo, algo muy importante, está relacionado a mi respuesta frente al giro lingüístico y la proliferación de los análisis de discurso. Hay una movida en los estudios de memoria hacia las materialidades más que a las palabras, que incluya no solo palabras o testimonios, sino también objetos. Me parece útil esta tendencia. Eso es algo que también se vincula con mi interés en trabajar con y a partir de imágenes. No podemos evitar las palabras, porque ellas acompañan, interpretan, explican. Pero también hay algo material que debemos observar y analizar.

      El oficio de la investigación

      — Ahora pasamos un poco a otras cuestiones que tienen más que ver con el oficio de la investigación. ¿Tenés algún hábito de trabajo? ¿Alguna rutina?

      — No. Soy muy dispersa. Trabajo, más que nada, en mi casa. Últimamente, si necesito concentrarme más, lo hago en mi casa en Cortínez.29 Lo que mejor me viene es irme a Epuyén, un pequeño pueblo en el sur de Argentina, cerca de los Andes, en la provincia de Chubut, donde mi hijo tiene una casa. El borrador completo del libro sobre memoria lo escribí en un mes en Epuyén. Cuando tenía que revisar el borrador, me fui nuevamente por quince días. Y voy unas veces al año, para concentrarme en el trabajo mientras miro un paisaje único, y matizo con caminatas.

      — ¿Entrás a la casa y no salís?

      — No. Entro, salgo, miro cómo nieva o cómo sale el arco iris. Si veo que hay algo que hay que arreglar, lo hago. Si veo que la lavanda tiene una ramita que hay que podar, salgo y lo hago. Pero, como el tiempo es todo para mí, entonces rinde. Pero no, no tengo ningún orden. Puedo trabajar fines de semana y hacer otras cosas otros días. No hay lógica.

      — ¿Tenés algún autor clásico o contemporáneo preferido? Mencionaste a C. Wright Mills.

      — Si, ese es un mentor. En mi biblioteca, en un estante tengo a mis mentores: todo lo de Germani; todo lo de Albert Hirschman,30 que para mí es alguien muy importante personalmente. Valoro sus escritos y su persona; me ha tocado estar cerca de él y de Sarah, su mujer, muchas veces, y consultarlo en momentos importantes de mi vida intelectual. También está todo lo de Adam Przeworski, porque es un amigo querido y siempre volvemos a conversar, sobre sus libros, sus ideas y las mías. Y los libros de Touraine, no sé por qué … quizás por el papelito del cuál te hablaba. Esos autores me acompañan.

      También tengo otro mundillo que me acompaña, que tiene que ver con la imagen. Soy fanática de John Berger, leo todo de él.31 Cuando falleció me propuse sentarme a releer sistemáticamente todo Berger.

      Me llama la atención y me pregunto por qué no tengo a ninguna mujer en este panteón. Y, muchas veces, quiero elegir a alguien. Por ejemplo, separé también la obra de Simone de Beauvoir para releer y trabajar en el verano.32

      — Y en fotografía, ¿está el libro de Susan Sontag (2006)?

      — Sí.

      — Pero está ella por el tema, no por ser mujer.

      — Hay mucho trabajo de mujeres en mi biblioteca, pero no hay algo que pueda seleccionar, así como con Berger. No tengo una Berger.

      El rol de mujeres en las ciencias sociales

      — Nos has hablado cómo desde el principio de tu carrera el ser mujer tuvo sus especificidades; quizás te causó inconvenientes. ¿Qué reflexiones haces acerca del rol de las mujeres en las ciencias sociales?

      — Te cuento un incidente que me pasó cuando, siendo directora del CEDES, fui a una asamblea de CLACSO en Río. Era a fines de los años 70. Era directora de uno de los centros importantes; la sensación era que CEDES era uno de los centros pesados de la región, y además valiente, por seguir adelante en Argentina en plena dictadura. Yo tenía una red de colegas, amigos y amigas, porque había estado en México, en Brasil, conocía a la gente. Pero en esa asamblea estaba sola. Entonces decidí hacer una suerte de etnografía de lo que estaba sucediendo y fui tomando notas. A partir de ahí, hice una tipología de tres maneras de ser mujer en el mundo académico latinoamericano.

      Una era la mujer que, en medio de una de las reuniones o en la asamblea, levanta la voz con fuerza, ofreciendo un modelo de mujer que imita y se adapta al modelo del hombre. El otro modelo estaba encarnado en una colega amiga que, a la mañana, mientras estábamos desayunando en el hotel, salía en bikini, con una toalla diciendo “yo me voy a la playa, ¿alguien quiere venir?” Todos los hombres se iban detrás de ella. Con ella nos reíamos de todos los hombres que la invitaban a cenar o a salir. Era una avalancha de hombres atrás de la mujer.

      Y el tercer modelo era el mío, que no quería ser ni una cosa ni la otra, sino una colega académica, intelectual. Entonces estaba sola. Por ejemplo, si estaba en una cola para el almuerzo, me la pasaba sola, nadie hablaba conmigo. No sabían cómo relacionarse con una mujer que no fuera ni la vociferante donde la femineidad se diluye, ni pura femineidad jugando a la seducción.

      Recuerdo que hice esta tipología y, después, cuando volví a Buenos Aires, lo llamé a Francisco Delich, que era el secretario ejecutivo de CLACSO, y me fui a contarle lo que había visto. No le gustó, pero tuvo que aceptar que sí, que el mundo era así, que no había una manera de vincularte de igual a igual en esa relación.

      Generaciones jóvenes

      — También has tomado un interés particular en las nuevas generaciones.

      — Sí, la formación de investigadoras e investigadores jóvenes ha sido una de las cosas más importantes que hice. Me sigue importando mucho, y desde hace más de una década lo hago con estudiantes de doctorado del Programa UNGS-IDES. A lo largo de los años hicimos reuniones internacionales con colegas de otros países para pensar cómo formar investigadores e investigadoras, hasta dónde sirven los cursos de metodología, dónde se acaba la idea de que la investigación es una artesanía que requiere un tipo de práctica, cómo se lleva adelante la investigación, la soledad de la investigación –especialmente el trabajo doctoral.