como espectáculo y en aquel que lo sigue con la mirada y se pregunta “¿cuál de los dos es el más espectador? O si no obsérvese al niño que prodiga hacia otro sus tentativas de seducción: ¿dónde está el seductor? Finalmente acerca del niño que goza de las pruebas de dominación que ejerce y acerca de aquel que se complace en someterse a él: preguntémonos cuál es el más avasallado”. (60)
La estructura de los celos surge de la mezcolanza imaginaria y es, a menudo, el hermano el objeto electivo de las exigencias de la libido en el estadio del que nos estamos ocupando. Con lo cual, se funden allí dos relaciones afectivas: el amor y la identificación. Dicha ambigüedad se vuelve a encontrar en el adulto y donde mejor se la puede captar es en la pasión de los celos amorosos. El interés que el sujeto otorga a la imagen del rival, aunque se afirme como odio, debe interpretarse como el interés esencial y positivo de la pasión. Eso lo emparenta con la obsesión. (61) La agresividad máxima que se encuentra en las formas psicóticas de la pasión se explica mejor a partir de la negación de dicho interés que por la rivalidad que parece justificarla.
Antes de que afirme su identidad, el yo se confunde con la imagen que lo forma. A partir de lo cual conservará la estructura ambigua del espectáculo “esta intrusión primordial permite comprender toda proyección del yo construido, ya sea que se manifieste como mitomaníaca en el niño, cuya identificación personal todavía es vacilante, o como transitivista en el paranoico, cuyo yo regresa a un estadio arcaico, o como comprensiva cuando está integrada a un yo normal”. (62) En el drama de los celos se trata de la introducción de un objeto tercero, que sustituye a la confusión afectiva y a la ambigüedad espectacular por la competencia de una situación triangular. (63)
El amor pasión
Hemos recorrido algunos de los principales textos iniciales de Lacan con el objetivo de dilucidar el papel que el registro imaginario cumple en el hombre, incidiendo en la constitución del yo, el cuerpo como unidad y la realidad. A partir del análisis del material, nos detuvimos en “la otra cara del amor”, es decir, el odio que se desprende del vínculo especular y que se manifiesta en la tensión con el semejante, la agresividad y los celos, para nombrar algunas de sus facetas. Con el propósito de situar, en esta instancia, el modo en el que se juega el amor en el marco de la relación narcisista, nos serviremos de algunos de sus primeros seminarios. Si bien es imposible analizar el amor solamente a partir de vínculos imaginarios, pues el hombre vive en un mundo de otros que hablan, indagaremos qué sucede cuando los lazos narcisistas dominan el tipo de relaciones que se establecen.
En la primera parte de este apartado, leeremos el texto de Freud “Introducción del narcisismo” para ubicar los tipos de elección de objeto en el hombre. A continuación indagaremos en el Seminario 1 y en el Seminario 4: el amor narcisista en torno a la imagen de uno mismo, el amor anaclítico en relación al Otro del cual uno depende, las críticas que Lacan realiza a las ideas de Freud y la elección del tipo del apuntalamiento a partir del concepto de falo imaginario.
En la segunda parte, nos interesaremos en el amor pasión. Nos serviremos de algunos capítulos del Seminario 1 y Seminario 3 para precisar: la diferencia entre la pasión imaginaria y el don activo del amor; la distinción entre la pasión amorosa y las manifestaciones del amor en las psicosis; y la locura que constituye la captura en el puro espejismo de la imagen.
En la tercera parte, ubicaremos el amor pasión en el caso de la joven homosexual de Freud, tal como Lacan lo despliega en el Seminario 4. El caso elegido nos posibilitará situar, a medida que avancemos, los tres registros en juego en el amor: el amor como pasión imaginaria, el don de amor que se juega en el registro simbólico y el amor en torno a un vacío real que no se puede simbolizar.
ELECCIÓN DE AMOR NARCISISTA, ELECCIÓN DE AMOR ANACLÍTICA
En el punto 3 del artículo “Introducción del narcisismo” Freud propone como tercera vía de acceso al estudio del narcisismo la vida amorosa del ser humano. Indica que el niño y el adolescente elijen sus objetos sexuales a partir de sus vivencias de satisfacción, que parten en principio de aquellas funciones vitales que sirven a la autoconservación. Freud nombra a este tipo de elección de objeto como el tipo del apuntalamiento o el tipo anaclítico. Dicho apuntalamiento se demuestra en el hecho de que las personas encargadas de la crianza, sobre todo la madre o su sustituto, devienen los primeros objetos sexuales. (64) Según el tipo del apuntalamiento, el sujeto ama a la mujer nutricia o al hombre protector. (65) La investigación analítica descubre otro tipo de elección de objeto y Freud precisa que se encuentra en personas cuyo desarrollo libidinal experimentó una perturbación. En este último caso, los sujetos no eligen su objeto de amor según el modelo de la madre, sino según el de su propia persona. Freud denomina a este tipo de elección de objeto narcisista. (66) Según esta condición, el sujeto ama a lo que él mismo es, a lo que él mismo fue, a lo que él querría ser o a la persona que fue una parte de su sí mismo propio. (67) Cada ser humano tiene la posibilidad de optar por uno u otro de los caminos, es decir, tiene dos objetos sexuales originarios, él mismo y la persona que lo crió. Esto le permite a Freud suponer un narcisismo primario que puede, ocasionalmente, manifestarse en su elección de objeto.
A continuación, Freud explica que el tipo de elección de objeto presenta características específicas en hombres y mujeres, aunque no necesariamente se opta por la tendencia más frecuente. Mientras la elección de objeto del tipo del apuntalamiento es propia del hombre, la elección de objeto del tipo narcisista se presenta principalmente en las mujeres. En el primer caso, la sobreestimación sexual del objeto, con el consecuente empobrecimiento yoico, proviene del narcisismo originario del niño. (68) En el segundo caso, el acrecentamiento del narcisismo originario se explica a partir del desarrollo puberal. La complacencia consigo misma obstaculiza, en el caso de la mujer, la constitución de un objeto de amor externo. Dichas mujeres se aman a sí mismas de modo similar a como lo hace quien las ama. Calman su necesidad siendo amadas más que amando. Este tipo de personas suelen desplegar gran atracción sobre otras en quienes el narcisismo propio no es tan preponderante. (69)
En el Seminario 1 Lacan retoma los desarrollos freudianos y los amplía. Precisa, ante todo, que la conformación imaginaria primordial permite situar la relación libidinal con el mundo y brinda el marco fundamental de todo erotismo. (70) La cautivación del otro por la imagen tiene un gran papel en la elección del objeto de amor. Si bien ubica que ambos tipos de elección de objeto propuestos por Freud se corresponden con una inversión de identificación, Lacan marca una diferencia entre ambos a partir de los registros que se ponen en juego en cada caso. Expone “Existe ante todo, en el campo de la fijación amorosa, de la Verliebtheit, el tipo narcisístico. Está fijado pues se ama primero, lo que uno mismo es, vale decir, como Freud lo precisa entre paréntesis, uno mismo; segundo, por lo que uno ha sido; tercero, lo que uno quisiera ser; y cuarto, la persona que fue una parte del propio yo. Es el Narzissmustypus”. (71) También se da la modalidad de amor de tipo anaclítico, en este caso “el sujeto se ubica entonces en una situación primitiva. Ama a la mujer que alimenta y al hombre que protege”. (72) El amor anaclítico tiene que ver con un Otro del cual se depende, por eso Lacan lo escribe con mayúscula. Ese Otro tiene dos caras: la del desamparo y la de la dependencia de amor. Mientras el primero evidencia la faceta de un Otro que tiene, el segundo da cuenta de un Otro que no tiene, que está privado de lo que da.
En el Seminario 4 Lacan retoma los tipos de relación libidinal en el adolescente. Refiere “Freud distingue dos tipos de objeto de amor, el objeto de amor anaclítico, que lleva la marca de una dependencia primitiva respecto de la madre, y el objeto de amor narcisista, modelado en base a la imagen narcisista del sujeto…”. (73) Sin embargo, esta vez, lo hace desde una mirada crítica acerca de los planteos freudianos. Establece que no le parece adecuado el término “anaclítico” que propone Freud. En Freud la relación anaclítica constituye una necesidad de apoyo que desemboca en una relación de dependencia. En griego dicho término no tiene este sentido que Freud le da, significa “relación de apoyo contra”, (74) lo cual lleva a malos entendidos. Además, Lacan