Inmaculada de la Fuente

Inspiración y talento


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desde donde, ya a salvo, regresaron a España. La aventura fue narrada en El Heraldo y La Esfera y acabaría registrada en un nuevo libro.

      Si años antes la columna encarnaba su principal discurso, ahora el vehículo elegido es la novela corta —inspirándose en realidades o ambientes conocidos—. En Ellos y ellas, o ellas y ellos aborda la homosexualidad en una atmósfera mundana y nocturna. En El abogado muestra la parálisis de la justicia ante una mujer que demanda a su amante, tras ser abandonada, para que reconozca la paternidad de su hijo. Pero el amante soborna al abogado de ella y entre ambos dilatan los plazos. Esta ficción le valió que un amigo abogado se querellase contra ella por sentirse retratado. Por fortuna, la escritora demostró ante los tribunales que no se basaba en él. De sus viajes en 1916 a Londres y 1917 a París (acompañada por Ramón) para tomar el pulso a la Europa en guerra, nacieron Pasiones, una novela antibelicista, y El Permisionario, sobre la forzosa separación de una pareja cuando a él se le agotan los días de permiso para volver a la guerra. Sus propias vivencias de viajera las volcaba a sus tramas novelescas para darles mayor verosimilitud: «[…] tuvieron que pasar toda la noche, mezclados todos los pasajeros, en una inmunda sala de la estación de Tarascon, alrededor de una estufa medio apagada». Aunque la Carmen de Burgos novelista no ocultaba su propósito literario, lo real, lo inmediato y lo urgente se filtraban en sus historias.

      El paraíso portugués

      El paraíso estaba mucho más cerca: Portugal se convertirá en su segundo hogar desde 1915 y en su Rodalquilar de la madurez. En Peregrinaciones (con epílogo de Ramón Gómez de la Serna) funde su odisea en el norte de Europa con su descubrimiento de Portugal, ese país tan querido por su padre. Y tan presente en su propia infancia. A pesar de fijar por fin su domicilio madrileño en Luchana 20 —donde Gómez de la Serna se encontraba empadronado en 1920—, vivirá largas temporadas en el país vecino. En la novela La flor de la playa, tomará prestadas vivencias ya descritas en Peregrinaciones para construir una ficción autobiográfica en torno al rústico hotel de A Flor da Praia, donde Ramón Gómez de la Serna y ella pasaron días felices. La pareja cumpliría su sueño de contar con casa propia al comprar Ramón un terreno cercano a Estoril y construir El Ventanal, el chalé donde ambos escribían y hacían vida de pareja sin testigos escrutadores. Aunque la relación con Gómez de la Serna no llegó a tener carácter oficial y adoptó la moderna fórmula de una amistad amorosa, Ramón ha dejado diversos retratos de su amiga y compañera. En el prólogo del libro de entrevistas de Carmen de Burgos, Confidencias de artistas, ofrece un retrato de Colombine y una de las claves de su relación: «[…] solo ante Carmen he podido respirar libre […] sin necesitar pactar reduciendo, callando, invirtiendo, puerilizando el alma». En Automoribundia repite la misma idea al hablar de una relación que le hacía crecer como autor y le libraba del pánico al compromiso experimentado ante otras novias de juventud: «Aquella unión hizo posible la bohemia completa, establecida en el más noble compañerismo, trabajando enfrente de la mujer con el pensamiento en alto, sin distracción ni inquietud por huir a la calle». Una relación innovadora y adelantada a la época en la que sus contemporáneos dieron a cada uno de ellos un trato y enfoque desiguales. Mientras consideraron que para Ramón Gómez de la Serna fue una etapa de aprendizaje y de afirmación en la que cimentó su obra, a ella la veían de otro modo: era la mujer madura que aprovechaba sus últimas bazas con un hombre más joven.

      En esos años tomó cuerpo la tertulia del Café Pombo, situada en la calle Carretas, cerca de Sol. A ella acudían, además de Ramón Gómez de la Serna y Carmen de Burgos, Bergamín, Salvador Bartolozzi, Bagaria, Gutiérrez Solana, Tomás Borrás y Rafael Cansinos Assens. Margarita Nelken, en su faceta de crítica de arte, también frecuenta la tertulia. «Algunas noches voy a cenar con una mujer que ha llenado de una amistad única media vida mía», evoca Gómez de la Serna en su libro sobre Pombo. En el segundo volumen, La sagrada cripta de Pombo, Carmen de Burgos aparece como «la liberal, la romántica, la que compromete su pluma y su vida cuantas veces es menester».

      Su hija, siempre en el filo de la rebeldía, aspiraba a ser actriz de teatro y, ya en 1917, intervino en El mal que nos hacen, de Jacinto Benavente, con Margarita Xirgu como protagonista. Aunque Colombine era una periodista versátil, la inclinación de su hija por el teatro pudo reforzar su propio interés por el mundo de la escena en sus columnas. La joven se casó en 1917 con el actor Guillermo Mancha, lo que inauguró una nueva relación entre la escritora y su hija. Entregada al teatro y al naciente mundo del cine, una larga gira por América alejaría a María de su madre durante años. Una ausencia que la escritora reflejaría en El silencio del hijo. La contrapartida era una mayor libertad si cabe para dedicarse a la escritura. En 1918 publicó una novela larga, Los anticuarios, una sátira en la que describe un mundo que conocía bien por sus incursiones en los mercados y rastros de Madrid y París. Y en 1918 abordó una obra de mayor aliento, la biografía de Mariano José de Larra, que verá la luz en 1919, un año en que sus estancias en Portugal se intensificaron.

      Hacia la mujer moderna

      La pareja dedicaba tiempo a escribir en Portugal, pero su aislamiento no era absoluto. Entre otros contactos, la escritora mantenía amistad con la portuguesa Ana de Castro, un referente en el campo del sufragismo luso. A través de ella De Burgos impulsó la Cruzada de Mujeres Españolas, organización homónima de la que Ana de Castro lideraba en Portugal. La organización de Colombine dio nuevos bríos a otras asociaciones ya existentes, como la Unión de Mujeres Españolas de Concepción Aleixandre y el Consejo Nacional de Mujeres, presidido por Lilly Rose Schenrich, marquesa consorte del Ter, una sufragista francesa casada con un diplomático y aristócrata español.

      El 30 de mayo de 1921 Carmen de Burgos y otras afiliadas de la Cruzada de Mujeres Españolas se concentraron ante el Congreso y entregaron un manifiesto de nueve puntos a los diputados. Lo habían firmado numerosas mujeres, desde obreras a artistas populares como Imperio Argentina, y solicitaban la igualdad política para ser electoras y elegidas; la equiparación con el hombre ante el Código Penal y la eliminación de normas que cerraban el paso a las mujeres a determinadas profesiones, así como la investigación de la paternidad. «Es el amanecer de un serio movimiento feminista», afirmó El Heraldo. El artículo 438 del Código Penal era uno de los más injustos para las mujeres: imponía solo la pena de destierro al marido que sorprendiera en adulterio a su esposa y la matara a ella o al adúltero, y quedaba exonerado si las lesiones no eran graves. De Burgos escribió una novela con ese título, El artículo 438. Gestos de rechazo que abonarán la futura campaña de prensa de 1927 para que fuera eliminado.

      Sus estancias en El Ventanal no la alejan de la actualidad española, pero la literatura portuguesa empieza a estar presente en sus artículos de Cosmópolis (publicación dirigida por Gómez Carrillo en la que colaboraba desde 1920). Se estrena con Eça de Queiroz, un autor fetiche que unirá al elenco de los que había biografiado: Leopardi y Larra. En 1923, el golpe del general Miguel Primo de Rivera trastoca y redefine la situación política española. Paradójicamente, en esta etapa Carmen de Burgos se halla centrada en sus libros, consciente de que debe exprimir al máximo su creatividad. Su fortaleza física ya no es imbatible: una dolencia cardiaca le hace experimentar una sensación hasta entonces desconocida: el cansancio. Sus bajas en la Escuela Normal son frecuentes, pero se resiste a aminorar el ritmo. En 1925 viaja a México para presidir el Congreso Internacional de la Liga de Mujeres, auspiciado por su amiga Elena Arizmendi, secretaria general de la organización. Y además de enviar las crónicas del viaje para La Esfera, se traerá nuevas historias de ficción, como La misionera de Teotihuacan.

      Es difícil valorar desde la perspectiva crítica su prolífica obra narrativa. A pesar de su intención literaria, parte de sus historias tienen un enfoque testimonial y divulgativo. Tal vez sean sus ensayos su aportación más genuina, no solo por lo que expresan, sino por lo que siembran de cara al futuro. Como La mujer moderna y sus derechos, un título fundamental que publica en 1927 y que apunta a ideas precursoras de lo que décadas después aparecerá de forma rigurosa y elaborada en la obra canónica de Simone de Beauvoir, El segundo sexo.

      En 1927 viaja de nuevo a América con la intención de coincidir con su hija en Chile. Un año antes, en 1926, Ramón Gómez de la Serna se había visto obligado a vender El Ventanal. Abandonado