P. Eduardo Aguirre C.

Informe de las Visitaciones Episcopal y Apostólica 1949-1953


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sin comprender cabalmente su contenido? ¿No se educan así personas masificadas y superficiales?

      5) ¿Qué significa el 20.1.42? ¿Hay que tomarlo y evaluarlo aisladamente? Aun cuando se explique correctamente la totalidad en el plano teórico, ¿no existe el peligro de que la aplicación práctica induzca a errores? ¿Qué significa incorporación o implantación en la persona del PK y en su actitud? ¿Quién ha ganado las corrientes de gracia que brotan del 20.1.42? ¿Cómo ocurrió eso?

      6) ¿Cuál es el centro de la comunidad? Evidentemente la MTA y el Santuario. Pero en los últimos años, ¿no se ha desplazado hacia América, dado que prácticamente todo se concentra en torno del PK? ¿No existe un gran peligro de culto personal no sano?

      7) ¿Cómo desarrollan hoy las novicias la requerida vinculación profunda con el PK? Ellas no lo conocen personalmente, en absoluto.

      8) ¿Cómo se generan las corrientes de vida? ¿Cómo se las encauza? Todos los hijos han de estar integrados a ellas…

      9) ¿Quién es “Schoenstatt-tonto”?

      10) ¿No se descuida indebidamente la proclamación de la palabra de Dios por boca del sacerdote?

      11) La gran cantidad de días conmemorativos de la Familia, ¿no desplazan a un segundo plano las fiestas de la Iglesia y sus misterios?

      Ya en ocasión de mi visita a Sonneck, hablé el primer día con la Hermana Superiora general, y con la Hermana Asistente general, la Hna. Virginia, sobre la estrecha vinculación al PK y la acumulación de “actos” y su múltiple simbolismo. Ambas destacaron que el PK, a través de toda su conducta, garantiza absolutamente un “traspaso”. Los actos simbólicos serían un excelente medio para revitalizar las ideas fundamentales de Schoenstatt, iluminándolas desde diferentes ángulos. Se concedió que esos símbolos son, en sí mismos, no esenciales y quizás no adecuados para algunos temperamentos, especialmente para las Hermanas mayores, por lo cual esas Hermanas no deberían ser presionadas. (En un breve momento de ausencia de la Hna. Virginia, la Hna. Anna me confesó que a ella no le importan mucho tales símbolos). Se concedió asimismo que existe un peligro en esa acumulación de actos y que ya debería pasar el tiempo de los actos. En relación con la inexorable exigencia de espíritu de Inscriptio, se señaló que no se puede desistir de ello, ya que se trata lisa y llanamente de la aspiración al grado más elevado de perfección. Se reconoció que hay que dejar seguir tranquilamente su camino a las Hermanas que procuran vivir ese espíritu sin la mediación del PK. Cuando le pedí documentación sobre “actos” del último tiempo, se me presentaron dos tomos de actos de consagración de los años 1926-1941, que evidentemente habían sido preparados para ese fin. Se añadieron algunas oraciones de consagración del último tiempo, que igualmente eran bastante correctas. Advertí enseguida que no se quería presentar los “actos” que me importaban.

      El resultado de las conversaciones individuales con las Hermanas del apostolado no fue satisfactorio, salvo el caso de la Hna. Pallotta, de la cual se hablará más tarde detalladamente. Se trata de Hermanas jóvenes que dan la impresión de haber sido instruidas para responder a las preguntas. De las Hermanas del cuerpo docente de la Escuela superior, dos de ellas, las HH. Hiltrud y Claritas, hablaron con bastante sinceridad. Rechazan la acumulación de actos, pero consideran al PK como absolutamente correcto. La Hna. Claritas opina que él condesciende por pura bondad a las fantasías de las Hermanas, y no encuentra en ese contexto los límites correctos. Ella ve claramente el peligro de la masificación, dado que justamente ese tipo de Hermanas totalmente afectas al PK, ocupan los puestos de mayor influencia.

      El tipo más desagradable me parece ser, junto con la muy diplomática e incluso astuta Hna. Blandina (directora de escuela y maestra de terciado), la segunda académica, la Hna. Ida. Véase la increíble carta que me escribió en el transcurso de la visitación, y que abordé detalladamente en la conferencia final (véase anexo 3). De la mayoría de las Hermanas no se podrá decir que sean conscientemente insinceras. Ciertamente parecen siempre estar instruidas de tal manera que sencillamente “repiten la lección” cuando se les plantean preguntas y hacen objeciones. Las que, a pesar de todo, han conservado un pensamiento y juicio independiente, corren peligro de ser marginadas. Recién hacia el final de visitación, una de las Hermanas docentes, la Hna. Gregoria, tomó conciencia de que no había sido sincera para conmigo. Y escribe: “El lenguaje de su conferencia introductoria fue para nosotras, las Hermanas, totalmente nuevo y distinto del lenguaje al que estábamos acostumbradas hasta ese momento. Por eso le ruego tenga la bondad de comprender y disculpar si en la audiencia di algunas respuestas que no se correspondían con mi convicción personal; pero creí que debía hacerlo así para proteger el honor de la Familia en el foro externo. Desde que estoy en la Familia (casi veinte años completos), el esfuerzo de la Familia ha estado puesto siempre en guardar la reserva de la Familia ante los demás, y dar respuestas encubiertas y generales para proteger la vida propia de las Hermanas”.

      Un resultado importante de las conversaciones individuales del 21 de febrero fue descubrir que en el último tiempo la Hna. Virginia recogió los “cuadernos de grupo”, y que las Hermanas de cada casa fueron “instruidas” para la visitación, e inmediatamente antes de la visitación se recogieron todos las “actas”. Además, al menos en una de las casas se arrancaron varias páginas de la crónica. Se me relató que una joven Hermana fue exhortada por otra Hermana a que, en el caso de que el visitador le preguntase sobre el tema, no le expusiese el acto verdadero, sino otro que había pasado la “censura”. Además, en ese mismo primer día comprobé que las Hermanas que se entrevistaron conmigo fueron después interrogadas por otras, y que se observó con exactitud cuánto tiempo estuvo cada Hermana conmigo. Asimismo noté que todas las Hermanas que estuvieron conmigo fueron citadas por la Dirección general en Sonneck, a fin de informar, o al menos se las esperó allí. En esa tarde prohibí a las Hermanas que hablasen entre ellas sobre el contenido de las entrevistas con el visitador.

      En la mañana del 22 de febrero, la Hna. Anna me pidió secretamente una breve entrevista y relató que la Hna. Virginia se hallaba muy inquieta y no había dormido. Si yo podía convocarla lo más pronto posible a una entrevista. Ella misma admitió que se habían cometido “tonterías”, y solicitó una conversación a solas. Le dije que yo quería recibir a las Hermanas de la Dirección general al final.

      La que habló con mayor detalle de entre todas las Hermanas fue la Hna. Pallotta. Quiere liberarse finalmente de la carga que ha sobrellevado durante muchos años. Está convencida de la misión de Schoenstatt, pero cree que la conducta del PK para con las Hermanas no es correcta, y que especialmente después de Dachau ha adquirido formas intolerables. Habla de una “violación psicológica” de parte del PK. A diferencia de la mayoría de las Hermanas restantes, jamás se confesó con él, pero, como es costumbre, se presentó ante él en el terciado para que él le plantease preguntas. En esa ocasión le pidió su diario, que ella le dio conjuntamente con la llave, si bien titubeando. Largo tiempo después lo encontró, al limpiar su cuarto, cubierto de polvo, sobre el armario, abierto y accesible a todos. En otra oportunidad le pidió que se sentara muy junto a él, cosa que ella no hizo. Más bien se sentó frente a él. Entonces él trató de quebrar su “orgullo” ordenándole que se arrodillara, cosa que ella logró hacer, si bien con mucho esfuerzo. Luego él le tomó la mano y trató de inculcarle que él era su padre y ella su hija amada, pero no logró que ella le dijera “padre mío”, ni tampoco que ella le diera, por pedido suyo, la otra mano. En otra oportunidad le pidió, a modo de acto de humillación, que se tendiese sobre el suelo, cosa que ella hizo llorando al cabo de repetida y severa exhortación. A pesar de todo, él la elogiaba delante de las demás, confiándole puestos de responsabilidad: primero como mano derecha de Mons. Schmitz en la secretaría de pastoral de Münster; de allí repentinamente, por varios meses y sin fundamentación alguna, a pelar papas en Casa Wildburg; de allí, con una alabanza por la prueba superada en su “campo de concentración”, a directora del movimiento de Madres, donde trabaja desde entonces de manera muy independiente y se halla viajando casi continuamente. Y todo eso a pesar de ser generalmente conocido que está considerada como schoenstattiana no “ortodoxa”, porque mantiene el interés por otras cosas y siente como una gran falencia que en Schoenstatt se conozca precisamente sólo Schoenstatt y al PK. Ella personalmente no cree que la preparación