del porvenir y los puso en guardia contra los Semiplégades, dos arrecifes que se movían con tanta velocidad que difícilmente podía pasar entre ellos una nave sin peligro de naufragio. Reemprendiendo su viaje, los Argonautas encontraron, efectivamente, los arrecifes de los que les había hablado Fineo; para conocer la voluntad de los dioses, enviaron una paloma, que voló en línea recta entre los Semiplégades, atravesándolos sin sufrir daño. Alentados, los Argonautas intentaron pasar, y lo lograron. Desde aquel día, los Semiplégades quedaron inmóviles, porque según los hados su movimiento debía terminar cuando una nave consiguiese atravesarlos. De esta manera, los navegantes entraron en el Ponto Euxino. Después de otras etapas llegaron a Cólquida; en la corte de Eetes, Jasón expuso al rey el motivo de su llegada. Eetes no se negó a lo que pe dían, pero, antes de cederles el vellocino de oro, exigió que el héroe, solo y sin ayuda, unciese toros de pezuñas de bronce que lanzaban llamas por las narices. Estos monstruos, regalo de Hefesto, eran de una ferocidad extrema, y así el rey esperaba, evidentemente, que Jasón sucumbiese. Añadió aún una segunda prueba; dominados los toros, el héroe debía arar un campo y sembrar allí los dientes del dragón de Ares. Jasón, perplejo ante la dificultad de las empresas que le habían propuesto, encontró ayuda en Medea, hija del rey, que sintió una violenta pasión por él. Le regaló un bálsamo mágico que debía esparcir por todo su cuerpo para evitar las quemaduras y ser invulnerable. Ella, que era maga y sacerdotisa de Hécate, le reveló, además, lo que surgiría de los dientes del dragón, una vez sembrados. Así preparado, Jasón consiguió domar a los dos toros, arar el campo y sembrar los dientes. De estos, como le había predicho Medea, nació un grupo de guerreros bien armados. Escondiéndose de ellos, Jasón lanzó una piedra en medio del grupo y los guerreros comenzaron a acusarse recíprocamente y se mataron unos a otros. Eetes, entretanto, no había mantenido su promesa y estaba a punto de incendiar la nave Argos, cuando Jasón, con la ayuda de Medea, se apoderó del vellocino y escapó, siempre acompañado por la muchacha, que había tomado consigo a su hermano Apsirto. Eetes, furioso por haber sido burlado, lo empezó a perseguir. Para detenerlo, Medea mató al pequeño Apsirto y dispersó sus miembros por el camino. Eetes se entretuvo recogiéndolos y, cuando terminó, era ya demasiado tarde para alcanzar a los fugitivos. La voz de Argos reveló que Zeus estaba irritado por la muerte de Apsirto y que era necesario que lo purificara la maga Circe, hermana de Eetes y, por consiguiente, tía del asesinado y de Medea. Obedientes, hicieron escala en el país de Circe, cerca de Gaeta, en la costa itálica. Circe los purificó y la nave continuó su camino. Al atravesar el mar de las Sirenas, Orfeo cantó una melodía tan bella que nadie se sintió tentado de escuchar la voz de las encantadoras. Atravesando el estrecho de Mesina, la nave se encontró frente a la isla de los Feacios, donde se había detenido un grupo de cólquidos que la perseguía, pero Alcínoo, rey de los Feacios, se negó a entregarlos y los Argonautas continuaron la travesía. Una tempestad los arrastró hasta la ribera de Sirte, en la costa de Libia. Para encontrar refugio, transportaron la nave sobre sus hombros hasta el lago Tritón y el dios de dicho lugar, Tritón, les mostró un paso a través del cual salieron de nuevo a mar abierto. Desde allí hubiesen querido desembarcar en Creta, pero el gigante Talos, cuyo cuerpo era de bronce, les impidió el acceso a la isla. Sin embargo, gracias a los encantamientos de Medea, el gigante resbaló sobre las rocas, dislocándose el tobillo, su único punto vulnerable, y murió. Los Argonautas acamparon en la orilla, después de haber construido un templo a Atenea. Tras algunos días de navegación, desembarcando una vez en Egina, llegaron finalmente a Yolco con el vellocino de oro. La azarosa empresa había durado casi dos años. Sin embargo, las aventuras de Jasón y Medea estaban lejos de terminar. Pelias no quiso cumplir su promesa de ceder el reino a Jasón. Medea convenció a las hijas de aquel de que podían devolver la juventud a su padre y, para demostrarlo, puso a cocer un viejo carnero, cortado a trozos, en un caldero lleno de hierbas mágicas, del cual surgió un cordero jovencísimo. Entonces, las hijas de Pelias no vacilaron; cortaron en pedazos a su padre y lo pusieron a cocer, pero Pelias no revivió. Tras este delito, Jasón y Medea fueron expulsados de Yolco y se retiraron a Corinto, donde vivieron algún tiempo hasta que el rey del país, Creonte, quiso dar a su hija Creúsa por esposa a Jasón, quien, a su vez, repudió a Medea. Esta envió a su rival, como regalo de bodas, una túnica impregnada en veneno que la mató instantáneamente. Para terminar su venganza contra Jasón, Medea mató ante sus ojos a los dos hijos que había tenido de él, huyendo luego a Atenas en un carro tirado por un dragón alado. Al final de su vida, después de una estancia en Atenas en casa de Egeo, padre de Tesea, volvió a Cólquida, donde restituyó el reino a Eetes, que había sido desposeído por Perseo. Jasón, atormentado por tantas aventuras y desventuras, buscó la muerte bajo la nave Argos, con la que se hundió.
ARGOS
1. Hijo de Agenor y de Gea (la Tierra), era un gigante que tenía cien ojos alrededor de la cabeza y que, aun estando profundamente dormido, cerraba tan sólo cincuenta. Fue colocado por la celosa Hera como guardián de Io, la muchacha de quien se había enamorado Zeus y que había transformado en ternera para ocultar a su esposa sus relaciones ilícitas. Argos montaba guardia con tanto celo que Zeus, desesperado, recurrió a la ayuda de Hermes, el cual, disfrazado de pastorcillo, se sentó junto al monstruoso guardián y entonó con su flauta la más bella de sus canciones. Sintiéndose fascinado y lleno de cierta languidez, Argos advirtió que sus ojos se cerraban uno a uno, faltándole las fuerzas para mantenerlos abiertos. Hermes le cortó la cabeza y liberó a Io. Hera, para honrar la memoria de Argos, colocó sus cien ojos en la cola del pavo real, que desde entonces se convirtió en su animal preferido y consagrado a ella.
2. Perro fiel de Ulises; animal que envejeció aguardando a su dueño. Fue el primero en reconocerlo al volver a Ítaca y, después de verlo, murió.
3. Hijo de Frixo, místico constructor, dirigido por Atenea, de la nave Argos, que condujo a los Argonautas a la conquista del vellocino de oro.
ARIADNA
Hija de Minos, rey de Creta, y de Pasífae. Cuando Teseo llegó a Creta, decidido a liberar la isla del terrible Minotauro, que habitaba en el Laberinto, Ariadna se enamoró de él y le regaló un ovillo de hilo, que, extendido a través del intrincado camino, permitió a Teseo, después de matar al monstruo, encontrar el camino de regreso. Ariadna se convirtió en su esposa y partieron juntos, pero un terrible huracán los obligó a hacer escala en la isla de Naxos, donde Ariadna, agotada, pidió descansar. Teseo la dejó dormida en un lugar sombrío y florido, y volvió a la nave para reparar los daños sufridos, pero una nueva tempestad rompió las amarras y la embarcación fue arrastrada hasta alta mar. Ariadna, cuando se vio abandonada, se desesperó mucho y se dejó caer, llorando, sobre la hierba. Así la vieron los sátiros del séquito de Dioniso, que se encontraban también en la isla, y se lo contaron a su dios. Este trató de consolarla, y al contemplarla se prendió de su belleza, que la hacía parecer una diosa más que una mujer mortal, y le propuso matrimonio. Las nupcias se celebraron entre las danzas y los coros de los Faunos y de las Bacantes. Los esposos montaron en un carro tirado por panteras y triunfalmente se dirigieron al Olimpo. Dioniso regaló a su joven esposa una corona de oro, delicado trabajo de Hefesto, que con el nombre de Corona de Ariadna fue colocada entre las constelaciones.
ARICIA
Sobrina del rey Egeo, fue la única, entre los cincuenta hijos de Palante, que se salvó del exterminio llevado a cabo por Teseo para que su padre pudiese conservar el trono de Atenas. Fue esposa de Hipólito, su primo, cuando este recobró la vida.
ARIÓN
1. Fabuloso caballo surgido de las entrañas de la tierra como consecuencia de un golpe del tridente de Poseidón. Perteneció a la deidad del mar y a Heracles, así como a otros dioses y héroes. Montado en este caballo alado se salvó Adrasto, único superviviente de la funesta guerra de los Siete contra Tebas.
2. Poeta de la antigua Grecia. Su leyenda tiene muchos puntos de contacto con la famosísima de Orfeo y tiende también a demostrar la naturaleza sobrenatural de los poetas. Había nacido en Metimna (Lesbos) y era hijo de Poseidón, dios del mar. Tocando el laúd y cantando, conseguía conmover no sólo a los hombres, sino también a las plantas y los animales. Un día lo capturaron unos piratas que conocían las riquezas