lo citó entonces ante un tribunal formado por todos los dioses del Olimpo, que se reunió en la misma colina. Ares fue absuelto. Sin embargo, para recordar el suceso la colina se llamó Areópago. Con respecto a los amores de Ares con Afrodita existen dos versiones. Homero cuenta que, cuando Ares consiguió enamorar a la bella y caprichosa Afrodita, fue sorprendido por el marido de esta, Hefesto, a quien Helios, el sol que todo lo ve, había revelado las relaciones ilícitas. Hefesto capturó en una red de mallas invisibles a los dos amantes, exponiéndolos así a la irrisión de todos los inmortales. Otros, en cambio, refieren que Ares fue el marido legítimo de Afrodita y que de ellos nació Harmonía, que como ya hemos dicho fue otorgada por esposa a Cadmo, dando origen a los reyes de Tebas. Los hijos de Ares tuvieron defectos peores que los paternos. Además de Cicno, a quien mató Heracles, se decía que Ares fue padre del salvaje rey tracio Diomedes, el que alimentaba a sus caballos con carne humana, y del rey tesaliano Flegias, frustrado incendiario del templo de Apolo. También las Amazonas, por su amor a la guerra y su fiereza, eran consideradas hijas de Ares. El dios itálico identificado con Ares es Marte, que, al parecer, fue en su origen el dios de la vegetación primaveral que vencía la esterilidad del invierno. Sin embargo, en la belicosa Roma pasó a ser el dios de la guerra ante todo, bajo la influencia del Ares griego. Le estaba consagrado el mes de marzo, en el cual se celebraban sus fiestas; a su culto estaban dedicados los sacerdotes Salios y el flamen de Marte. Su importancia se fue haciendo mayor hasta llegar a ser el dios más poderoso después de Zeus. Su calificativo más usado era el de Gradivus («el que se lanza al combate»). Invocado antes de comenzar la batalla, se le consagraba parte del botín, y en caso de derrota, esta se atribuía a su influencia adversa; se trataba entonces de aplacar su supuesta cólera con grandes sacrificios. Como compañeras suyas se citaban algunas divinidades: Metus y Pavor (personificación del miedo y del espanto), que recuerdan a Deimo y Fobo, Honos y Virtud (personificación del honor y del valor), la diosa Victoria (evidentemente signo de la victoria) y Pax (la paz); lo acompañaba también su hermana Belona, diosa de la guerra, equivalente a la diosa griega Enyo. Augusto, después de su victoria sobre los asesinos de César, instituyó el culto a Marte Ultore («vengador»), dedicándole un templo en el Foro. La leyenda lo hace padre de Rómulo y Remo (nacidos de Rea Silvia) y de ahí su apelativo de Pater. Le estaba consagrado el Campo de Marte, una amplia plaza en la orilla izquierda del Tíber, donde se ejecutaban ejercicios militares. Tenía numerosos templos, el más importante de los cuales se encontraba junto a la Puerta Capena, donde se guardaba el Ancile. Animales a él consagrados eran el lobo, el caballo y el pájaro carpintero. De ordinario se le representaba como un joven hermoso y gallardo, de aspecto enérgico.
ARETUSA
Ninfa transformada por Ártemis en una fuente de la isla de Ortigia, cerca de Siracusa, adonde la siguió Alfeo, dios fluvial. Este, enamorado de ella, tras haber tomado figura humana, volvió a ser río y atravesó el mar, consiguiendo mezclar sus aguas con las del manantial de la ninfa. Este mito predomina en la numismática siciliana de los siglos I y III a. de C.
ARGES
Uno de los Cíclopes. Lo mismo que sus hermanos Brontes y Estéropes, era una evidente divinización de los fenómenos de la electricidad atmosférica. Arges personificaba el rayo.
ARGONAUTAS
Argonautas
El ciclo y la leyenda de los Argonautas se forjaron en torno de la figura de Jasón, héroe tesaliano. Su padre Esón reinaba en Yolco, al pie del monte Pelios. Esón, destronado por su hermanastro Pelias, hijo, según se decía, de Tiro y de Poseidón, tuvo que retirarse al exilio. Jasón, como la mayoría de los héroes legendarios, había sido educado por el centauro Quirón, a quien lo habían confiado a escondidas para salvarlo de Pelias. Al cumplir los veinte años, abandonó la cueva de su maestro y se presentó, sin darse a conocer, en la corte de Yolco, cuando su tío se disponía a celebrar un sacrificio. Iba vestido de forma un tanto extraña; cubierto con una piel de pantera, sostenía una lanza en cada mano y llevaba descalzo el pie izquierdo, porque había perdido una sandalia por el camino. Al verlo, Pelias se acordó de un oráculo que le había aconsejado guardarse del hombre que se presentase ante él con una sola sandalia. Tras ordenar al viajero que se aproximase, le preguntó cuál creía que debía ser el castigo de quien conspiraba contra su rey. Jasón respondió que había que enviarlo a la conquista del vellocino de oro. Pelias le reveló entonces que con toda probabilidad quien conspiraba contra el rey era él mismo, Jasón, y que ya había sido pronunciada la sentencia. Jasón se vio obligado a obedecer después de obtener de Pelias la promesa de que a su regreso recuperaría el trono arrebatado antes a su padre. Este preciado vellocino de oro, cuya conquista parecía una empresa imposible, había pertenecido a un carnero divino, alado, que Hermes regaló en otro tiempo a Néfele, la primera esposa de Atamante, el rey a quien Zeus encomendara la educación de Dioniso. Cuando Ino, la segunda mujer de Atamante, consiguió con sombrías maquinaciones que los dos hijos de Néfele, Frixo y Hele, fuesen sacrificados para alejar del país una perniciosa sequía, Néfele regaló a sus hijos el carnero divino y alado, que los transportó a través del cielo. Sin embargo, Hele, la niña, cayó de cabeza al mar durante el viaje mientras estaban atravesando el estrecho, que por ella tomó el nombre de Helesponto o mar de Hele. Su hermano Frixo llegó sano y salvo a Cólquida, en la región del Cáucaso, donde sacrificó el carnero a Zeus, colgó el vellón del animal, que era de lana de oro, en un bosque consagrado a Ares y lo mandó custodiar por un terrible dragón siempre alerta. Frixo se casó con Calcíope, hija de Eetes, rey de aquel país, que ordenó guardar celosamente el vellocino de oro. Para realizar su empresa, Jasón comenzó pidiendo ayuda a Argos, el hijo de Frixo, y este, aconsejado por Atenea, construyó la nave a la que dio nombre, dotada de cualidades maravillosas. La proa estaba hecha con un tronco de una encina profética de Dodona; la propia diosa la había cortado concediéndole el don de la palabra, de forma que podía pronunciar profecías. Mientras la construían, Jasón reunió a un gran número de compañeros, a los que se llamó Argonautas o navegantes de Argos. Entre ellos figuran los principales héroes de la generación que precedió a la guerra de Troya; son los padres de los combatientes aqueos, compañeros de Agamenón, y otros que figuran en el ciclo tebano, como el adivino Anfiarao. Pero los Argonautas más célebres, los que desempeñaron un papel destacado en la empresa son: Peleo, rey de los mirmidones; Tideo, padre de Diomedes; Acasto, rey de Yolco; Meleagro, el que dio muerte al jabalí de Calidón; Teseo, rey de Atenas; el cantor tracio Orfeo; los Boréadas, Calais y Zetes, los dos hijos de Tindáreo; Cástor y Pólux, y sus primos Idas y Linceo. Orfeo era el poeta de la expedición y Asclepio el médico, mientras que el adivino oficial era Idmoneo, hijo del argivo Abante. En total, los Argonautas eran cincuenta, es decir, tantos como los remos de la nave que los transportaba. El viaje comenzó con favorables auspicios. Los presagios indicaban que todos volverían con vida excepto Idmoneo. La primera etapa fue la isla de Lemnos, que en aquella época estaba habitada sólo por mujeres, las cuales, en virtud de una maldición de Afrodita, habían matado a todos los hombres y estaban preocupadas por la continuidad de la estirpe. Los Argonautas fueron acogidos con hospitalidad y les dieron hijos. Luego se dirigieron hacia el Helesponto. El rey de los doliones, Cízico, los recibió con benevolencia en su país. Sin embargo, la noche siguiente, cuando los Argonautas reanudaron la travesía, vientos contrarios les condujeron de nuevo sin que ellos lo supieran al país de los doliones, que no les reconocieron y los atacaron, creyéndoles piratas. El rey Cízico acudió al oír el fragor de la batalla y, en la lucha, lo mató Jasón. Al hacerse de día, ambos bandos reconocieron su error. Durante los tres días sucesivos los Argonautas celebraron solemnes funerales por el rey y organizaron juegos fúnebres en su honor. La etapa siguiente los llevó a la costa de Misia. En el país de los hébricos, donde desembarcaron a continuación, Pólux fue desafiado por el rey Ámico y lo venció. Al día siguiente, la nave Argos se vio sacudida por una violenta tempestad y tuvo que atracar en la costa de Tracia, en el reino de Fineo. Este era un adivino ciego al que los dioses habían hecho víctima de una maldición singular; las Arpías saqueaban su mesa y ensuciaban con sus excrementos todo lo que no podían llevarse. Los Argonautas pidieron a Fineo que los informase sobre el éxito de su expedición, pero este exigió a cambio que lo liberasen de las Arpías. Los dos hijos de Bóreas,