Amy Blankenship

Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas


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guardián era terco como siempre. Las vibras que Kyou daba eran pesadas y algo contaminadas.

      â€“ Kyou, ¿en qué estás pensando? – se preguntó Kamui en voz alta sabiendo que nadie podía escucharlo o verlo. Observando a Kyou observar a Kyoko, reconoció el destino cuando lo vio. El destino siempre había atraído a los Guardianes hacia la Sacerdotisa… sin importar el mundo o la vida.

      Secretamente deseó poder organizar un lugar donde Toya y Kyou se vieran pero aprendió a no tratar de usar sus poderes en Kyou. Sintió escalofríos subir por su brazo al pensar en molestar al peligroso Guardián dorado.

      Su mirada escaneó la multitud de nuevo sabiendo que Kyou no era por quien debería estar preocupado. Había otros dentro del club que no eran humanos, pero podía sentir la verdadera obscuridad acercarse por momentos. Se preguntaba si Kyou podía sentirlo también.

      Kamui asintió para sí. Lo mejor que podía hacer por ahora era ayudar a esconder los poderes de Kyoko de ojos entrometidos. Con ese pensamiento, saltó de los altavoces pero sus pies nunca golpearon el suelo del club de baile.

      Capítulo 4

      Mientras el trío entraba en la abarrotada pista de baile, Suki y Kyoko inmediatamente comenzaron a mover sus cuerpos al ritmo de la música dejando a Tasuki mirar con fascinación. Los cuerpos calurosos a su alrededor hicieron que su piel se ruborizara mientras el alcohol fluía por sus venas.

      El cuerpo de Suki se movió más cerca del de Kyoko poniendo sus brazos alrededor del cuello de la otra y comenzaron a bailar. Riéndose de las payasadas de la otra, bailaron como amantes perdiéndose en el ritmo de la música. Se habían enseñado a bailar así en la escuela elemental hacía mucho tiempo.

      Atrapadas en el momento de pura diversión sin adulterar, las chicas se habían olvidado momentáneamente de su tercer acompañante.

      Tasuki miró a ambas amigas bailando apasionadamente juntas y sintió calor en sus mejillas. “¡Guao!” Su cuerpo reaccionaba a la escena que se interpretaba en frente de él. Se sentía como si su respiración fuera golpeada fuera de sus pulmones. Mirando el cuerpo de Kyoko frotándose contra el de Suki mientras sus manos vagaban por el cuerpo de la otra casi era más de lo que podía soportar.

      Tasuki decidió que quería sumarse a la diversión, y obligó a sus pies moverse antes de que perdiera el valor.

      Deteniéndose justo en frente de Kyoko, pudo ver que sus ojos estaban cerrados mientras se movía contra Suki. Su mirada enzarzada con la de Suki en tanto ella sonreía y bajaba detrás de Kyoko lentamente volviendo a subir, acariciando con sus dedos las caderas de su amiga. Esperaba que Tasuki tuviera suficiente valor para bailar con Kyoko así.

      â€“ ¿Por qué no te nos unes? ¡Esto es demasiado divertido! – se rio agarrando a Tasuki por la hebilla del cinturón, tirando de él sonrojándose contra Kyoko.

      Los ojos de Kyoko se abrieron como platos de la sorpresa sintiendo un cuerpo duro, definitivamente masculino golpearla de una manera muy íntima. Un rubor encendió sus mejillas cuando se dio cuenta de que Tasuki la sostenía cerca. – ¡Ey! – sonrió tímidamente, y decidió que le gustaba la forma en que se sentía su cuerpo contra el de ella. Sabía que podía confiar en que él no pasaría los límites. Él siempre era un caballero.

      Sintiéndose osada, Kyoko continuó bailando con Suki moviéndose detrás de ella poniendo una mano en el hombro de Tasuki… alentándolo silenciosamente.

      Tasuki no necesitaba nada más que ese simple movimiento para agarrar las caderas de Kyoko y comenzar a moverse con su cuerpo. Sentía que estaba en el cielo con la chica de sus sueños bailando seductoramente contra él. Sintiendo cada curva de su cuerpo frotarse contra él era una dulce tortura que nunca había experimentado.

      Sus ojos marrones se suavizaron seductoramente en tanto todo su cuerpo se sentía como si estuviera quemándose y quería sentir tanto de ella como fuera posible. Presionándose más cerca de Kyoko, comenzó a bailar contra ella, moviendo su cuerpo caliente con el suyo como un amante perdido hace mucho tiempo.

      Kyoko miró hacia arriba a los ojos de Tasuki y se dio cuenta por primera vez de que eran bonitos copos amatista rociados de orbes chocolate. “Hermoso…” era la única palabra que le vino a la mente. Mientras más profundo mirara… más le recordaba a Shinbe.

      *****

      El humor de Toya no había mejorado desde que fue al dojo de la universidad esperando quemar un poco de vapor. Había decidido que mejor se iba rápidamente cuando estropeó el saco de boxeo de quinientos dólares. No era su culpa que estuviera imaginando el rostro de Kotaro cuando lo golpeaba.

      â€“ ¡Chica estúpida! – gruñó. “¿Por qué siempre era tan difícil de manejar?” Miró hacia nada en particular pensando en el molesto guardia de seguridad con el que Kyoko había salido.

      Aún se sentía lívido de cuando escuchó la voz de Kotaro en el apartamento de Kyoko más temprano. Nada le hubiese gustado más que arrancar la cabeza del hombre y meterla donde el sol no le alcanzaría. Toya siempre tuvo un sexto sentido sobre cosas y sus sentidos le decían que Kotaro no era lo que aparentaba ser.

      â€“ Un lobo con ropa de oveja va más como él –. Sonrió, luego se sintió ligeramente culpable porque también le escondía cosas a Kyoko. Cosas que él no podía explicar.

      Había aprendido desde pequeño a esconder sus habilidades inusuales de otros, habilidades como fuerza inhumana y velocidad, así como sus intensificados sentidos del olfato y la vista. El único problema era que venían y se iban cuando querían. No podía evocarlos en un momento y quizás era algo bueno.

      Perdido en sus pensamientos, la piel de Toya se erizó al notar al guardia apoyado contra la puerta del edificio de seguridad. “Hablando del rey de Roma”. Toya miró a Kotaro, casi caminando más allá de él y luego se detuvo sobre sus pasos. – ¿Qué demonios estás haciendo aquí? – gruñó.

      Sin prisa, Kotaro se levantó a su máxima altura y caminó hacia donde la supuesta cita de Kyoko estaba de pie gruñéndole. Mirando alrededor y sin verla por ninguna parte, su comportamiento relajado se tensó y Kotaro perforó a Toya con una mirada furiosa. – ¿Dónde está Kyoko? Pensé que estaría contigo esta noche.

      Si había algo que Toya odiaba era ser confundido y ahorita no estaba de humor para eso. – Tú estúpido malparido… pensé que tenía una cita contigo –, le espetó sin pensarlo.

      La jaula de Kotaro ahora estaba seriamente agitada. Kyoko le había dicho que iba a salir con Toya y había sido una mentira. – ¡Maldición!

      Sin darle una segunda mirada, se fue en dirección al lugar donde vivía Kyoko esforzándose contra la necesidad de usar su velocidad antinatural. ¿Por qué le había mentido? Si él hubiese sabido que no estaría con el imbécil, la hubiese seguido.

      Toya sintió pánico por un momento cuando vio que la preocupación se filtraba a los ojos de su rival y la forma en que se fue a una velocidad vertiginosa no lo hacía sentirse mejor. Algo dentro de él confiaba en Kotaro completamente, pero nunca le diría eso.

      Sin siquiera pensar lo que estaba haciendo, se fue detrás de Kotaro a ver a dónde iba. Fácilmente alcanzándolo pero dándose cuenta de la velocidad a la que ambos iban, algunas de las sospechas de Toya se confirmaban. Kotaro era más de lo que parecía… ¿tenían el mismo ADN o algo? Apretó sus dientes sin gustarle ese pensamiento.

      En un minuto,