Sergey Baksheev

EL MISTERIO DE LA BELLEZA EXACTA


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que hubieran sido atractivas para un ladrón. Es por eso que la policía cree que fue una disputa doméstica. Según ellos homicidios parecidos no son infrecuentes entre familiares que viven en condiciones incómodas y apretados. —

      – Eso es raro, habría que ver… Y Fermat se menciona ahí? – Dijo Arkhangelskaia.

      – Algo que noté, fue que el escritorio de Konstantin estaba desordenado. Cuando entró vio algo ahí y se rio nerviosamente. —

      – Valentina Ippolitovna, de otras cosas él no sabe reírse. —

      – Después él dijo algo sobre el Teorema de Fermat y yo pensé… —

      – Que Danin encontró la demostración y el ladrón se la robó! —

      – Y por qué no? – A su vez se extrañó Vishnevskaia. – Tanechka, tu comprendes bien el valor de ese logro.

      – Sí.., el premio, la gloria… Pero ninguna de las dos cosas le interesan a Danin. —

      – Ahorita no estoy hablando de él. Siempre existieron matemáticos dispuestos hasta vender el alma para conseguir la demostración. O no? —

      – Danin no sabe medir el beneficio de sus descubrimientos. Él hubiera podido contarle al primero que se encontrara. —

      – Pero eso es importante. – Insistió la maestra. – Los últimos tiempos él no tenía interlocutores. Él se alejó de todo el mundo. —

      – Inclusive de las mujeres? – Se le aguzaron los ojos a Arkhangelskaia.

      – Eso no lo sé. —

      – Pero yo recuerdo, que él, a veces, necesitaba su descarga. Mecánica, pero muy tempestuosa. —

      – Eso no tiene nada que ver ahorita. Además… —

      Valentina Ippolitovna dudó si decirle a Tania las últimas palabras de Konstantin, pronunciadas sólo para ella: “Ahí no estaba todo”. Ella misma no comprendió eso, por completo. Sólo sintió que esas palabras ocultaban algo importante. Y si lo dijo en un susurro, significaba que no quería que lo escucharan los otros.

      – Y que más? – preguntó Arkhangelskaia.

      – En la mesa de Danin encontré el libro sobre el Teorema de Fermat que yo le regalé en la escuela. Los otros libros estaban en los estantes. —

      – Qué significa? —

      – Yo pensé… Por ahora son sólo mis conclusiones… Bueno, en el apartamento estuvo alguien que conoce bien el valor de la demostración del Gran Teorema y era conocido de Sofía Evseevna. Por eso la mató. Cualquier otro hubiera podido empujar a la viejita e irse corriendo.

      – Ningún delincuente quiere testigos. —

      – No. – Valentina Ippolitovna dijo con convicción. – Un profesional encontraría la manera de no asesinar. Esto fue un amateur. Un amateur asustado. —

      – Y que dicen las evidencias? No hay huellas digitales? —

      – Evidencias… Encontraron huellas en el florero… de Konstantin. Poreso se lo llevaron. Para ellos es como dos por dos, cuatro. —

      – Si usted está en lo correcto, el mismo Danin les explicará sobre el teorema. Y los investigadores hurgarán. —

      – Precisamente, eso yo lo pongo en duda. Primero: difícilmente nuestros policías han escuchado algo sobre el Teorema de Fermat. Segundo: al responder preguntas no todo el mundo entiende la lógica de Konstantin. —

      – Es verdad. – Los ojos de Tatiana se movieron juguetonamente, como si recordara algo divertido. —Entonces se necesita que usted vaya como traductor y les explique todo. —

      – Para eso quiero prepararme bien. Pero necesito tu ayuda. —

      – Valentina Ippolitovna, cuando me negué a hacerlo? —

      – Quien de tus colegas matemáticos estaba verdaderamente interesado en el teorema de Fermat? —

      – Estoy segura, que en su momento, muchos se contagiaron en esa epidemia. – se burló Tatiana. – Pero cuando entendieron que era una liga superior, lo dejaron. —

      – Solo me interesan los que conocían bien a Konstantin y a su mamá. Y quien podría cometer algo ilegal por la demostración del teorema. Piensa, a quien podrías señalar? —

      – Como lo dice usted. —

      – Qué? Acaso entre los científicos no hay gente de poca ética? —

      – Si los hay. – aceptó Arkhangelskaia y se puso pensativa.

      – Necesito aquellos quienes se hayan encontrado, últimamente, con Danin o su madre. – dijo Vishnevskaia.

      – Quizás, entonces, Levon Ambartsumov. Ya estaba con nosotros en la escuela, en un curso paralelo. —

      – Recuerdo a Leva. Amaba el dinero y no le gustaba resolver ejercicios difíciles. —

      – Sí. Y la demostración del Teorema de Fermat puede aportar buen dinero.– Tatiana, pensativa, prendía y apagaba el encendedor. – A propósito, Efim Zdanovsky me dijo que hacía poco se había encontrado con Danin. Él vive por aquí cerca. —

      – Quién es? Lo conozco? —

      – Poco probable. Zdanovsky envidiaba a muerte a Danin. Es un mentiroso, torpe y basto. En alguna época trató de hacerse amigo y no excluyo que haya estado en su casa. No me cae bien. Tiene un tic nervioso y es un entrometido. —

      Tatiana se puso de pie, se acercó a la ventana y rozó las flores. – Estas nunca me florecieron. —

      – Después te explico con qué fertilizarlas. Entonces, solamente recuerdas a dos personas? —

      – Hay uno más, quizás, Mikhail Fishuk. Nos conocimos en la universidad. El entendió perfectamente la genialidad de Danin, lo respetaba y todo el tiempo le pedía ayuda con sus trabajos. Si Danin encontraba algún error, él no se ofendía, sino todo lo contrario, se entusiasmaba más. No me gustaba en absoluto, inclusive alguna vez sentí celos por la manera en que miraba a Danin. Era muy inoportuno y resbaladizo. Pero me divorcié de Danin y ya no tuve que soportar la presencia de Fishuk. Pero seguro que siguió frecuentándolo. —

      Valentina Ippolitovna se arregló los anteojos y escribió el apellido en una hojita y preguntó:

      – Alguno más? —

      – No. Son todos. – Tatiana se arregló el moderno peinado y aspiró el cigarrillo.

      – Y Félix? —

      – Que tiene que ver Félix? – A Arkhangelskaia le tembló la mano y la ceniza cayó al lado de la ventana. Se estiró y desde esa altura miró amenazadoramente a la pequeña maestra. – Félix, hace tiempo, dejó el trabajo científico. Ahora, solamente, piensa en dólares. —

      – Se relacionaba con Konstantín? —

      – Trató de llamar algunas veces. Decía que los amigos de la escuela no se olvidan. Pero todo eso en vano. Ya eran personas diferentes. —

      – Y como te va con Félix? —

      – Normal. – Tatiana manoteó negligentemente. – Vivimos mejor que otros. Hoy llegó de España y prometió traerme una sorpresa. Todavía no lo he visto. —

      – Oh, te estoy deteniendo. – La anciana maestra golpeó la hojita con los apellidos. – Necesito saber dónde viven. —

      – Para qué? —

      – Voy a tratar de visitarlos. Comunicarme con ellos. Konstantín Danin compartió el gran descubrimiento con su maestra preferida? Bueno, les hablaré sobre el Teorema de Fermat, para ver su reacción. —

      Tatiana Arkhangelskaia miró