Sergey Baksheev

EL MISTERIO DE LA BELLEZA EXACTA


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Preguntó el capitán de guardia Rizhkov. – Les dije que iban a resolverlo rápido. El golpeó a la viejita? —

      – Es el sospechoso. – Gruñó Aleksei.

      – Ya se arreglará. Hasta el juicio será sospechoso y allá decidirán. Hacemos los informes? —

      – Por ahora una celda. Cuando regrese Strelnikov el decidirá como formalizar. —

      – Que es el cliente? Un vago? – Una mirada negligente se paseó por el cabizbajo Danin.

      – Bueno, trabaja con la mente. Un matemático. —

      – Ahhh… un científico. Esos no vienen con frecuencia. —

      Salieron y tras ellos una puerta metálica se cerró con ruido, después se oyó la cerradura. Konstantin Danin se encontró en una pequeña habitación en penumbra y sin ventanas. Temía encontrarse con compañeros de celda desagradables, pero estaba solo, se acomodó en banco de madera y se tranquilizó. El proceso mental que hoy se le estimuló con su paseo matutino se lo arrancaron violentamente. Lo arrestaron por el asesinato de su madre. Que idiotez! En esa afirmación ya hay dos errores: él no es culpable y a mamá no la mataron.

      Konstantin nunca entendió porque el poder consigue gente que no sabe las reglas de las matemáticas. Y no sólo los policías. Pídale a cualquier funcionario la solución general de una ecuación cuadrática. Y qué? Pues nada. Una sonrisa complaciente y se acabó. Y sin embargo eso está en el programa de séptimo grado. Por qué antes de defender una tesis de doctorado tuvo que presentar exámenes de lengua extranjera e historia, y para optar a un cargo importante en la administración no hacen un examen de matemáticas? Puede ser que de ahí vienen todos nuestros problemas?

      Y con mamá sucedió un desgraciado accidente, decidió Konstantin. El recuerda como yacía. Mamá por mala suerte cayó, y recibió un golpe mortal en la cabeza. Probablemente se estiró hacia el florero, se resbaló y el pesado objeto de vidrio le cayó encima.

      Y que hacía ese florero sobre la nevera? Ya le había dicho a la madre que ese amor por las flores era una tontería. Es irracional! Y flores de donde en este apartamento? Seguro que VI las había traído otra vez.

      Ya en los primeros grados Konstantin había reducido el largo e incómodo nombre, como carrera con obstáculos, de Valentina Ippolitovna a VI. Por qué la gente tenía esos nombres tan largos? Las variables, en matemáticas, tienen notación corta y clara, y se recuerdan muy fácilmente. Pero con las personas…

      A Konstantin siempre le fue difícil recordar los apellidos. Le presentaban a alguien y enseguida olvidaba el nombre de la persona. Ese policía que lo arrestó, dijo su nombre, como es que se llama? No recordaba. Se necesitaban varios encuentros para que el nuevo apellido ocupara una celda de su memoria en su cerebro organizado y no había ninguna garantía que se mantuviera ahí mucho tiempo. Pero fórmulas complicadas y demostraciones tortuosas se instalaban en su memoria de una vez y para siempre.

      En fechas determinadas a VI le regalaban flores. Como sucedió este año cuando se jubiló.

      El cerebro de Konstantin se negaba a comprender esa costumbre extraña de regalar flores. Ese rito, que alimentaba una industria gigante, por la cantidad de seguidores, ya sobrepasaba cualquier religión en el mundo y se diferenciaba poco de ellas. La gente creía que, de esa manera inocente, hacía bien y le traía alegría a los demás. Para la religión de las flores no eran necesarios iglesias pomposas, libros antiguos y jerarquías imponentes en vestidos dorados. Era suficiente imaginar y cultivar en la gente fechas rituales.

      Había días particulares, cuando una parte significativa de la humanidad se volvía loca con eso de regalar flores. Para los trabajadores escolares eran: el primero de septiembre, el día del maestro, los cumpleaños, el 8 de marzo, el timbre de la última clase, cada examen y las vacaciones. Y sucedía que los maestros disfrutaban, particularmente, de los últimos ramos del período floral. Parecía que les gusta observar la muerte lenta de un organismo vivo. Pero Konstantin sabía que la verdadera satisfacción de VI estaba en las soluciones no standard de los problemas matemáticos. El veía como la papelera llena de ramos de flores era apartada y hojeaba con emoción el cuaderno de Kostia con una solución original del problema más complicado del último número de la revista “Quantum”. Y, como consecuencia de esto, la expresión severa de los labios de VI se transformaba en una sonrisa de felicidad.

      El par de flores rojas aparecieron en el pesado florero hacía una semana. Y como resultado mamá está muerta y él, arrestado. Como es ilógico todo! Esto es una demostración más de cómo el mundo está diseñado incorrectamente. Todo, menos las leyes de las matemáticas. A los números no los puedes engañar. Ellos, enseguida, muestran el error o confirman la verdad. En la vida corriente, la gente comete error tras error y ni siquiera se dan cuenta. Muchos se fatigan en esfuerzos enormes sin entender sin están en lo correcto o no. Los criterios por los cuales se valoran las acciones, diferentes en diferentes países, cambian con la llegada de nuevos gobiernos y nuevas épocas.

      El mundo es imperfecto. Salvo las matemáticas. Sus leyes no se afectan con el tiempo y no dependen de la voluntad de dictadores. Es imposible alterar sus resultados. La demostración matemática es, o correcta, o incorrecta. Y un tercero no es posible. En eso reside su fuerza y su inmutabilidad.

      Konstantin Danin miró en las paredes de la celda trazos hechos con las uñas. Algunos de los anteriores “invitados” trataron de decir algo sobre su destino o escribir tonterías: “Lena, te amo”. Que es el amor? Si eso no se puede describir con números. Es el juego siguiente, donde a cada cual se le ocurren las reglas. O, de todos modos, el amor está supeditado a las cifras.

      El matemático razonó. Con los números se puede describir el sexo: la continuidad, la frecuencia, la amplitud, la superficie máxima de contacto, el cambio en la respiración y la temperatura del cuerpo en el proceso de los movimientos convulsivos. Eso es curioso, pero es digno de la matemática? Dejémoslo a los sociólogos y los médicos. Él tiene problemas mucho más interesantes.

      Sus ojos recorrieron otros trazos. Paredes rasguñadas, que primitivo era. Antes él también trato de escribir todo. En la escuela él siempre tenía rastros de tiza y de tinta de los bolígrafos.

      Calculando mentalmente, el repetía los razonamientos en el papel o el pizarrón. Las líneas de fórmulas, se tachaban, se unían, se recortaban para que al final todo resplandeciera en resultado exacto. Pronto se convenció que la escritura era necesaria para decir a otros el proceso de razonamiento. Para el mismo era suficiente el esbozo que inmediatamente reproducía en su cabeza el cuadro ordenado de la demostración.

      Con loa años sus notas se hacían siempre más cortas. Creó sus propias notaciones condicionales. Cuando producía una idea, ponía un signo de admiración. Método de solución, dos signos de admiración. Una cadena lógica de demostración, tres signos.

      Hoy, en su propia mesa, no vio entre sus papeles la parte relacionada con el Teorema de Fermat. Era un largo manuscrito de muchos pasos en cuyos bordes había unitarios signos de admiración e, inclusive, hasta dobles. En el transcurso de largos años había escrito, en el, diferentes ideas relacionadas con el Teorema de Fermat. Unas lo acercaban a la demostración, otras lo llevaban a un callejón sin salida.

      La desaparición de su manuscrito en un primer momento lo disgustó, pero ahora ya no le preocupaba. Ya que él lo sacó del fondo del escritorio, para revivir recuerdos agradables de sus primeros descubrimientos, para después botarlo como innecesario.

      Y puede ser que todavía esté en la mesa. Es complicado ordenar esos papeles. Se pierden y se esconden, por eso, todos los resultados matemáticos se guardaban en su cabeza. Y sólo cortas notas, como indicaciones en un laberinto, Danin las ponía en su libreta.

      El matemático tocó sus bolsillos. Los meticulosos policías le habían quitado la libreta y el lápiz, junto con las trenzas, antes de llevarlo a la celda. Por cierto, en sus páginas perdidas, al lado de fórmulas escritas en letra menuda, se encontraban, frecuentemente, tres signos de admiración.

      Konstantin Danin recordó la singular razón de su paseo matinal