Sergey Baksheev

EL MISTERIO DE LA BELLEZA EXACTA


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visitaba las clases y siempre traía consigo uno de los tomos de la “Gran Enciclopedia Soviética”. El director acostumbraba sentarse en el último pupitre, hojeaba la enciclopedia y, parecía que no seguía la clase.

      Cómo siempre tenía un libro gordo en las manos, pero esta vez no pasó al fondo del salón. Se paró frente al pizarrón y con cara de pilluelo y mirada traviesa le dio tiempo a los muchachos para que pensaran cual tarea desagradable les iba a poner. Haciendo una pausa significativa, el director carraspeó y solemnemente anunció que en la olimpiada de la ciudad el alumno Félix Basilievich había ocupado un meritorio tercer lugar.

      Todos comenzaron a aplaudir. Valentina Ippolitovna notó como la cola de caballo de Tania Arkhangelskaia se sacudía feliz. Este año la muchacha ya se había convertido en una señorita muy bella, había abandonado las trenzas y, ahora, miraba con admiración a Basilievich. Tercer lugar en esa ciudad enorme era un gran éxito! Hija de un profesor, Tania Arkhangelskaia, a diferencia de las otras muchachas se reunía, sólo, con muchachos inteligentes.

      Félix estaba confundido. Tomó el diploma de manos del director y, de reojo, miró a Danin. El recordaba muy bien que se copió una de las soluciones de Kostia. Pero el resto, el las resolvió mejor y esta vez le ganó. Hoy era el vencedor!

      Félix Basilievich subió los hombros y asumió un aire digno. El humilde rubor desapareció de su cara y miró con orgullo a sus compañeros de clase. Le gustó estar en el centro de la atención y recibir las felicitaciones. El sonriente Félix estuvo confundido hasta que el director le dio palmadas gratificantes y lo invito a volver al pupitre.

      Para cortar el ruido y los murmullos el director levantó la palma de una mano gorda.

      – Los alumnos de nuestra escuela ya han obtenido premios en las olimpiadas de la ciudad muchas veces. Esta es una buena tradición. Yo me alegro que ustedes la continúen. Lástima que no obtenemos el primer lugar tan frecuentemente como quisiéramos. —

      – La próxima vez Félix ganará el primer lugar. – gritó alguien de la clase.

      Basilievich se cortó un poco, pero enseguida decidió que así no debía reaccionar un ganador, y entonces sonrió con orgullo. Inclusive asintió con convicción, prometiendo futuros éxitos.

      – Felizmente no necesitamos esperar hasta el año próximo. – continuó el director. Su mirada se paseó por todos los presentes hasta que se detuvo en un modesto muchacho delgado con anteojos grandes. – El solitario primer lugar de la olimpiada matemática de la ciudad este año lo ocupó el alumno de nuestra escuela… Konstantin Danin! Ahora le toca a él defender el honor de nuestra ciudad en la olimpiada nacional. Lo felicito y juntos vamos a desearle próximos éxitos. —

      Tatiana Arkhangelskaia, como todos, puso sus ojos en Danin. Su boca se abrió por el asombro y sus grandes ojos pardos brillaron de genuino éxtasis.

      Junto con el diploma de honor, el director entregó al vencedor de la olimpiada una enciclopedia matemática. Justamente, la que trajo hoy a la clase.

      Por su parte Valentina Ippolitovna regaló a cada uno de los excelentes estudiantes un pequeño libro de la entretenida historia sobre el misterioso Teorema de Fermat.

      7

      Un Sol brillante. Y puede ser que llueva. Que importa, si el armónico mundo de las fórmulas lo cubre todo!

      Habiendo llegado a casa de la escuela, Kostia Danin, el alumno de séptimo grado, saca del sobrecargado maletín el gordo tomo de la enciclopedia matemática, sus libros y cuadernos, el bello diploma y los tira en el diván. Esos no le interesan ahora. Entre todos ellos el busca impacientemente, y lo toma, el librito acerca del Gran Teorema de Fermat. Valentina Ippolitovna siempre se las arregla para encontrarle libros entretenidos e interesantes. Antes, la maestra le había regalado libros sobre Pitágoras y Arquímedes. Ambos habían muerto resolviendo problemas matemáticos. Pitágoras murió en el fuego. Arquímedes, atravesado por una lanza de un soldado romano, mientras, aislado del mundo, escribía nuevas fórmulas en la arena. Ellos murieron por sus amadas matemáticas, ignorando completamente el peligro. Estas historias sacudieron a Kostia Danin hasta el fondo de su alma. Hasta dónde pueden llegar las matemáticas que inclusive la muerte no sabría asustar a una persona cautivada por ellas.

      Kostia está feliz. En sus manos está un nuevo libro interesante con fórmulas y problemas. Cierra completamente la puerta para alejarse de los olores y el ruido de la casa de vecindad donde vive. El muchacho se acuclilla en el viejo y cómodo diván, el cual le sirve de cama por las noches. Hojea las primeras fascinantes páginas.

      En la cocina común suenan las ollas. Cerca del baño, chillan y se pelean vecinas pendencieras. “Quien estuvo lavando fuera de su turno?” “Yo, por qué?” “Que día es tu turno?” “Los martes” “Y qué día es hoy, viernes!” “No es mi culpa que Misha se haya vomitado encima” “Claro que eres culpable! A él le gusta más la vodka que tú!” “Ok. Ahora saco la ropa vomitada al corredor. Hasta el martes! Que todos la huelan!”.

      Pero estos ruidos ya no molestan a Konstantin Danin. El mundo exterior está más allá del horizonte. Él se concentra en el mundo misterioso y asombroso de los números puros y las fórmulas elegantes. El experimenta la sensación fabulosa de la emoción de la búsqueda de un misterioso tesoro, sólo que para eso el no necesita navegar a través de océanos borrascosos hacia islas inhabitadas. Las islas mágicas llenas de misterios matemáticos se crean en su mente.

      Viajar a través del laberinto de los descubrimientos matemáticos es la tarea más entretenida que se le puede ocurrir. Esto es mejor que cualquier película de guerra o de indios, mejor que el fútbol y mejor que ver muchachas desvistiéndose. Ya en los grados anteriores se dio cuenta que la resolución de problemas interesantes daba más satisfacción que un dulce con un refresco o que un regalo de Navidad. Él sabe que ya, compañeros de clase se besan y abrazan con compañeras. Ellos juran que eso es el mayor premio. Tonterías! Meterse a través de una estratagema de las fórmulas matemáticas y hallar la solución correcta de un problema complicado, es incomparablemente más bello. Cuando esto sucede, de repente todo se transforma en una pintura mágica, y tú lo ves: ante ti, la verdadera Belleza!

      Dostoievski lo dijo, la belleza salvará al mundo. Konstantin estaba de acuerdo con el gran paisano. El agudo escritor no se refería a la inestable belleza de la puesta del sol, al esplendor de las flores frescas o a las encantadoras caritas lindas. Todo de lo que se admiran los artistas, rápidamente pierde su lujuria y ya mañana parece triste y viejo. Pero la Belleza fundamental de las grandes soluciones matemáticas brilla eternamente!

      Danin no dudaba que era esa inmutable y exacta belleza la que tenía en mente Fiodor Mikhailovich Dostoievski, graduado de un importante instituto de ingeniería donde había estudiado ciencias exactas. Los grandes descubrimientos matemáticos no se marchitan nunca. Ellos le sirven a la gente ya que en la base de todo en el universo está Su Majestad el Número.

      Él es poderoso y ubicuo, y los matemáticos, sus felices siervos, que hacen la vida mejor, más cómoda y más bella. Y en agradecimiento a su entrega y diligencia el Número les da Iluminación.

      Pasando las hojas Konstantin consume su nuevo libro. Y encuentra el teorema. Está formulado de manera sencilla y es comprensible, aún, a un alumno de quinto grado. Pero de un salto no se le puede abordar. Pierre de Fermat, generoso y previsivo, escondió la demostración. Él le propuso al resto de los matemáticos buscar, ellos mismos, el fabuloso camino a la verdad. No quiso quitarles la satisfacción de su descubrimiento. Al teorema se dedicaron las más grandes mentes.

      Konstantin, codicioso, lee la historia que lo atrapa, esperando que, en la próxima página le mostrarán la más bella demostración. Se apura, otra vez, para deleitarse con la limpia y genuina Belleza.

      8

      Ya en la comisaría, sin contemplaciones con el detenido, Aleksei Matykin le quitó las esposas, le ordenó quitarse el reloj y las trenzas de los zapatos y vaciar sus bolsillos. Konstantin Danin, resignado, cumplió las exigencias del policía aunque no comprendía el sentido de todo eso. Pero la vida, ya hacía hace tiempo,