está mucho más allá de toda veneración y de toda ofrenda.
Olodumare no tiene collares ni amuletos ni se presta a creencias o supersticiones.
Olodumare es inconmovible, incognoscible e incomprensible.
Olodumare lo es todo, porque todo nace y brota de él, desde lo más pequeño e invisible, hasta lo más grande e inimaginable.
Los Orishas son su savia y su canal, seres menores cercanos a la humanidad, conducto y obra de Olodumare, pero nada más.
Mitología Yoruba y Cábala
En la mitología comparada se pueden encontrar ciertas similitudes entre la cosmovisión yoruba y la cosmovisión cabalística, que también cuenta con un Macroprosopus, La Gran Obra Incognoscible, un Árbol de la Vida Cabalístico que se desdobla desde lo más alto hasta lo más bajo, y un Microprosopus, La Obra Menor, como ser sagrado y mítico más cercano a la humanidad.
La gran diferencia radica en que la Cábala es forzosamente escritura, y la Mitología Yoruba, al menos hasta donde se conoce, carece de letras gráficas.
Al Árbol de la Vida y similares lo vamos a encontrar en diversas mitologías como la egipcia, la hebrea, la hindú y la maya; esta última como la misma especie de árbol, la ceiba, y más lejanamente con el árbol de las Hespérides de la mitología griega. Lo original de la Mitología Yoruba radica en la forma de construir el árbol, ya que Olodumare lo inspira de la copa a las raíces, y no de la semilla potencial al nacimiento y posterior crecimiento del árbol.
Hoy sabemos que hace ciento veinticinco millones de años no había ni una sola flor, ni insectos, y que la forma predominante de vida en el planeta eran los árboles junto a algunos saurios y reptiles. No sabemos si los antiguos pueblos de los que se desprenden los yoruba tenían este conocimiento, por lo que llama la atención la intuición de plagar la Tierra solo de árboles en lo que ellos consideran el origen de nuestro planeta.
La representación no física de Olodumare también es significativa, es decir, no es un dios con forma humana, sino un ser trascendente que se encuentra más allá de los patrones de la humanidad, una concepción casi única, mucho más mística y esotérica que los referentes clásicos humanoides de otras mitologías.
Olodumare ni siquiera se va a encargar de la creación de la humanidad, él solo pone la savia en los Orishas que van a transformar las partículas del ser humano, es decir, no lo hace a su imagen y semejanza, porque ni siquiera los Orishas, muchos de ellos con características antropomorfas, están hechos a la imagen y semejanza de Olodumare.
Hay Orishas elevados, como Olofin, señor de los palacios celestiales, y Orishas más cercanos al planeta y a los seres y fenómenos que lo habitan, como Changó, que representa al rayo entre muchas otras cosas, o como Oshun, señora de los ríos y madre de la raza humana. Olodumare no representa absolutamente nada de lo terrenal, aunque en esencia lo es absolutamente todo, y no necesita ni de este planeta ni del planeta para subsistir.
Esta concepción de una deidad como el todo universal, nos da una idea de la capacidad de abstracción que tenían los antiguos yoruba con respecto al firmamento y las estrellas, distinguiendo perfectamente a nuestro planeta del espacio que la rodea, un espacio y unas estrellas que no comprendemos, aunque a veces lo intentemos, como a Olodumare, que es el universo y el destino mismo. “Señor del destino” sería la traducción del yoruba al castellano.
Tercera pataki de Olodumare
Y así Olodumare lo dispuso todo, y así lo dejó, riquezas inmensas al alcance de la mano, para que quien tuviera hambre que se hartara, quien tuviera sueño que durmiera hasta cansarse de sueño, quien quisiera amor que lo tuviera en abundancia, y quien quisiera beber que disfrutara del agua cristalina de los ríos.
Así se podía gozar una vida plena de salud y eterna para los seres que los Orishas fueran creando.
Olodumare se fue y dejó a los señores de la mente, los Orishas, a cargo de aquel paraíso, para no mirar atrás.
Pero los Orishas fueron perezosos, como Elehuá, ambiciosos como Obatalá, lúbricos como Oshun, y pronto empezaron los incestos y las disputas entre ellos, y más tarde entre sus creaciones. Olorun perdió los caminos de los destinos, y Olofin tuvo que restañar las heridas.
Cuando Olofin preguntó a Olodumare qué debía hacer, Olodumare le respondió: “Os lo di todo, y todo lo tenéis, así que no me llames, no me preguntes, no me pidas, no me veneres, no me nombres siquiera, porque ya tenéis todo de mí.”
Misticismo Yoruba
Solo el Eterno Continuo de la mitología hindú tiene parangón con la sabiduría mística y espiritual de Olodumare, y, en menor medida, el Cosmos de la mitología griega. Para los cristianos Jesús es el camino, mientras que para la Mitología Yoruba su señor de los destinos, Olodumare, es todos y cada uno de los senderos, el camino de todos los caminos, el todo de todas las cosas, y, si ya lo ha dado todo, no hay nada más qué pedirle.
Su nombre es conocido, pero no se le debe nombrar para nada, ni imitar ni seguir y mucho menos adorar, pedir o perseguir, pero no porque sea una prohibición absurda o un pecado a castigar, sino porque Olodumare siempre está ahí, en todas y cada una de las cosas existentes e inexistentes.
Esta es una de las razones por las que la Mitología Yoruba ha trascendido y se ha mantenido a lo largo de los siglos, sin importar las penalidades que hayan sufrido sus seguidores, hasta convertirse en la Religión Yoruba, y sus ramificaciones, que conocemos hoy en día; y con la misma esencia y savia de Olodumare, a pesar de todos los sincretismos y cambios que ha ido observando a lo largo de la historia.
Cuarta pataki de Olodumare
El abuelo de Yop contaba que Olodumare vino del cielo en forma de viento que removió la tierra, elevó las aguas y templó los fuegos, para poder soplar las ramas, el tronco y las raíces del Árbol Sagrado, y así lograr su firmeza, su alimento y que no se quemara, para que la sangre del árbol, su savia, estuviera siempre conectada con las estrellas.
De cada rama creció un collar de frutos, vainas y flores, cada uno con su color, y del collar nacieron las cabezas y sus señores, los Orishas, que pensaron el mundo varias veces hasta dar con el mundo que conocemos.
De cada cabeza nació un mundo con sus seres y sus cosas. Ikú, el no estar (la muerte), tardó en llegar.
La acacia sagrada y conectada con Olodumare
Obatalá, orgulloso de sus creaciones, llamó a Olodumare para que las viera. Olodumare bajó y vio, y le regaló una gallina a Obatalá para que picoteara las semillas, escarbara la tierra e hiciera llegar las aguas de Oshun a todas partes y así esparciera mejor la vida. Luego se retiró.
Así los árboles se multiplicaron y todos fueron sagrados, todos unidos por su savia a Olodumare, creando junto con los Orishas el mundo que conocemos.
Un poco de historia
Estas patakis o leyendas reflejan un mundo yoruba donde el hombre blanco parece haber metido la mano, o bien, parecen estar fuera del contexto africano y de la zona subsahariana donde se supone que proceden.
Muchas de las leyendas anteriores al contacto entre africanos y europeos, egipcios o árabes, nada tienen que ver con el panteón yoruba.
Lo más lejos que podemos situar históricamente a la Mitología Yoruba, con Orishas y similares, es en el siglo VII de nuestra era, con la llegada del mítico Oduduwá y la expansión del Islam en la zona.
El primer Islam era menos radical y menos mítico de lo que es ahora, y, en cierta forma, era muy cercano al judaísmo y a las tradiciones semíticas. Mahoma aún no estaba tan mistificado ni tan mitificado como lo estuvo después.
Se puede anotar que el Islam provenía de un mal padre, Abraham, de una madre repudiada, Agar, y de un hijo rechazado, Ismael, pero de un mismo dios o dioses, Eli o Elohim, es decir, Alá.
Era