Caetano Veloso

Verdad tropical


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solo eventualmente y como un elemento más de las canciones-collages, Bethânia hizo uno de los primeros anuncios (atrayendo mi atención hacia lo que ella consideraba la “vitalidad” de Roberto Carlos y sus colegas de la Jovem Guarda), y uno de los principales eslabones entre lo que hacíamos y lo que estábamos empezando a hacer era mi gusto por la música de Ray Charles. Nadie podrá encontrar ni un resquicio de la influencia de Ray Charles en la producción tropicalista. Y al principio Maria Bethânia parecía ofrecer una resistencia contra el tropicalismo. Pero las razones por las cuales decidí que esos dos nombres aparecieran juntos en este comienzo de historización del movimiento no son del orden de las semejanzas.

      Cuando esas ideas que desembocarían en el tropicalismo empezaron a surgir entre nosotros, Bethânia ya era famosísima. Sucedió durante la noche, en 1964. Yo estaba pasando las vacaciones de verano en el campo de mi amigo Pedro Novis, en el valle de Iguape, entre Santo Amaro y Cachoeira. Adoraba a Pedrinho y estaba maravillado con el campo, pero, a los pocos días de estar allí, empecé a pensar inexorablemente en Maria Bethânia. Me imaginaba que Bethânia me necesitaba con urgencia y que eso tenía que ver con los shows del Vila Velha. Cuando le conté a Pedrinho, se mostró doblemente incrédulo: no existían las premoniciones y la única explicación posible era que yo estuviese avergonzado por no querer quedarme en el campo. Por el contrario, me sentía en la obligación de irme contra mi voluntad. De cualquier manera, no había medios para ir a Salvador y él nunca le habría dicho a su padre que tenía que hacer un viaje imprevisto por un motivo tan absurdo. Dormí inquieto. A la mañana siguiente llegaron de sorpresa unos parientes de Pedrinho que se quedarían a almorzar y luego seguirían viaje: estaban allí de paso hacia Salvador. Decidí ir con ellos, pero Pedrinho no aceptó. Su indignación y la inconsistencia de mis motivos me paralizaron. Al ver partir la camioneta tuve certeza de que Bethânia tenía que tenerme a su lado. Pero Pedrinho, todavía furioso, destacó el hecho de que yo hubiese perdido la única oportunidad de poner en práctica mi idea sin sentido. Sin embargo, a la noche, durante la cena, el doctor Renato, padre de Pedrinho, dijo medio solemnemente que tenía que viajar a Salvador y que partiría a la mañana siguiente bien temprano. A la mañanita me fui de Iguape, dejando a mi amigo entre enojado y perplejo. Ya en el camino tuve conciencia de lo ridícula que era la situación e internamente quise volver, pero ni se me cruzaba por la cabeza decírselo al doctor Renato. Como la ruta pasaba por Santo Amaro, decidí saltar allí e ir a visitar a mi hermana Mabel ya que, ahora totalmente escéptico, no quería llegar a Salvador. Sorprendido, el doctor Renato hizo la parada y se despidió de mí sonriendo intrigado. Cuando me descubrí caminando hacia la casa de Mabel, pensé que tal vez Bethânia estaría allí y era por eso que no había seguido hasta Salvador. Mabel me recibió sorprendidísima al verme frente a su puerta tan temprano. Le pregunté enseguida si Bethânia estaba con ella. Con una mirada espantada me contestó que claro que no, que Bethânia ni siquiera tenía planes de ir a Santo Amaro. Me relajé, entre aliviado y decepcionado, y decidí de una vez por todas dar por terminado el asunto. Pero poco antes del almuerzo –para nueva sorpresa de Mabel– llegó Bethânia. De inmediato le pregunté qué pasaba, si necesitaba hablar conmigo. Le pareció que mi pregunta era bastante incomprensible y dijo que había decidido ir a Santo Amaro de repente, sin ninguna razón especial. Durante el almuerzo llamó por teléfono la actriz Nilda Spencer, que quería dejar un mensaje para Bethânia: los productores de Opinião, la comedia musical de mayor éxito de Río, querían invitarla para que reemplazara a la cantante Nara Leão. Nara misma la había recomendado, después de habernos buscado por Bahía, historia a la que volveré más adelante. Aquel día de extraordinarias y sorpresivas llegadas y partidas, fuimos juntos a Salvador donde ya estaban esperándonos dos pasajes de avión. Al día siguiente –siempre respetando la exigencia de mi padre– estaba en Río haciéndome cargo de Maria Bethânia.

      En 1964, algunos meses después de la “revolución” –como era llamado oficialmente el golpe de Estado que había instaurado un gobierno militar–, el musical Opinião reunía a un compositor del morro (Zé Kéti), un compositor rural del Nordeste (João do Vale) y una cantante de bossa nova de la zona sur carioca (Nara Leão) en un pequeño teatro de arena de Copacabana, combinando el encanto de los shows de bolsillo de bossa nova de las boîtes con la excitación del teatro de participación política. El espectáculo coronaba al mismo tiempo la tendencia de algunos bossanovistas de promover la aproximación entre la música moderna brasileña de buena calidad y el arte comprometido. El mismo Vinicius de Moraes, el primer y principal letrista de la bossa nova, estaba involucrado en ese esfuerzo; y, en esa época, probablemente Brasil haya creado las canciones de protesta más elegantes del mundo (aunque ahora diría que fueron sobrepasadas por el reggae jamaiquino). Opinião era una forma de teatro que alternaba música con extractos de literatura brasileña y mundial o textos escritos especialmente para la ocasión leídos en voz alta. Ese tipo de shows fue una de las formas de expresión más influyentes en la subsiguiente historia de la MPB. Ya en la interpretación de Nara, la canción Carcará era el clímax del show, pero Bethânia, con su talento dramático, parecía darle cuerpo. Describía la violencia natural con la que un gavilán del tipo de los que habitan en el Nordeste –el carcará– ataca a los borregos recién nacidos. El estribillo “pega, mata e come” era repetido a intervalos, con una intensidad creciente. Una sugerencia de comparación –“carcará, más valiente que el hombre”– era suficiente, en ese contexto, para transformar la canción en un vago pero poderoso argumento revolucionario. Todavía hoy me sigue pareciendo lindísima esa canción, compuesta en un tono menor, muy frecuente en la música nordestina –la primitiva Banda de Pífanos de Caruaru, incluso cuando toca versiones de canciones tonales conocidas, se mantiene siempre en ese tono– que parece transmitir tanto el paisaje de la región como el sentimiento básico de sus habitantes: una mezcla de melancolía y firmeza. De inmediato percibí que Bethânia haría un número extraordinariamente eficaz y, de hecho, desde el reestreno de Opinião, Carcará se transformó en un objeto de culto de las plateas politizadas y, desde que salió en un disco simple, en un éxito masivo. Pero, para aquellos que recién conocieron a Bethânia en ese momento, llegó con una marca de regionalismo que fue motivo, para nosotros, en principio, de curiosidad y sorpresa, de incomodidades y malentendidos que, en realidad, nunca se deshicieron del todo.

      Naturalmente, era imposible que los productores del show, un grupo de hombres de teatro e intelectuales de izquierda que, entre otras cosas, tenían que encontrar una línea para la imagen de la nueva estrella que estaban lanzando, pensaran en eso. Es llamativo que para nosotros la primera experiencia con las falsedades del marketing haya sido proporcionada por un grupo de artistas anticapitalistas. Nara era una muchacha típica de la zona sur de Río de Janeiro, blanca, bonita y moderna. También era una celebridad de la bossa nova cuando fue proyectado Opinião: su tipo, en contraste con los dos hombres negros y semiiletrados que compartían el escenario con ella, había sido parte de la concepción del espectáculo. Sin contar la selecta platea que frecuentaba el pequeño Teatro Vila Velha de Salvador, Bethânia era desconocida por el público y no era la típica chica blanca de clase media. Sus cabellos crespos de un color indefinido, su flacura, su frente amplia sobre la nariz aguileña, la voz de contralto e incluso su edad indeterminada fueron un problema para el director Augusto Boal, los autores y productores Oduvaldo Vianna Filho, Ferreira Gullar, Paulo Pontes y Armando Costa. Debe haber sido muy complicado encontrar la manera de vestirla, peinarla y presentarla al público. Las pruebas de vestuario y peinado estaban cargadas de ansiedad. Nos sentíamos muy tranquilos porque sabíamos que su integridad –nuestra integridad– se mantendría en todos los niveles, pero empezaron a aparecer historias falsas (que había sido puntero izquierdo en un equipo de fútbol de Santo Amaro, con itálicas en la palabra izquierdo) en los informes biográficos que acompañaban los textos sobre la debutante que difundía la prensa. Y, si bien el cabello atado –un peinado que neutralizaba las cuestiones raciales, de edad y de belleza personal– fue una creación del equipo del show, pasó a ser visto como algo que ella había traído de Bahía. Durante mucho tiempo Bethânia tuvo dificultades para desligarse públicamente de la imagen de cantante de protesta nordestina, de alguien de los sertões. En realidad Bethânia se convirtió –y lo es hoy– en una reina de la canción brasileña, sobre todo por la densidad con la que canta baladas de amor intenso, aunque también cante, y con mucho brillo, sambas de escola de Río, sambas-de-roda de Bahía y, eventualmente, canciones típicas del Nordeste.

      Cuando