Johnnette Benkovic

Llenas de Gracia


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acciones, deberían enaltecer Su vida divina dentro de nosotras.

      Debemos sobresalir como luces en medio de la oscuridad, convertirnos en señales del amor de Dios en una nación seducida por el humanismo y hechizada con mentiras. Tenemos que ser portadoras de vida en una cultura tan fascinada con la muerte. Portando la vida de Dios en nuestro interior, nosotras debemos ofrecer amor en la imagen de nuestro Padre para aquellos que aún no han escuchado. Ésta es nuestra misión como mujeres. Éste es nuestro llamado a la maternidad espiritual. Ésta es la feminidad auténtica.

      La Belleza Secreta de la Feminidad Auténtica

      En su escrito “Madre del Redentor”, el Papa Juan Pablo II nos dice lo siguiente sobre el llamado de la mujer en el mundo contemporáneo:

      La figura de María de Nazaret arroja luz sobre la feminidad como tal por el simple hecho de que Dios, en el sublime evento de la Encarnación de su Hijo, se encomienda a sí mismo al ministerio libre y activo de una mujer. Cabría decir entonces que las mujeres, al mirar a María, encuentran en ella el secreto para vivir su feminidad con dignidad y para alcanzar su verdadero y propio progreso. Iluminada por la imagen de María, la Iglesia ve en el rostro de las mujeres el reflejo de una belleza que representa los sentimientos más altivos de los que el corazón humano es capaz: la completa auto-ofrenda de amor; la fuerza que es capaz de sobrellevar el mayor de los dolores; la fidelidad sin límites y devoción incansable al trabajo; la habilidad de combinar una intuición penetrante con palabras de apoyo y estímulo.12

      Escribiendo más de sesenta años antes, Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) dice lo siguiente sobre el modelo de feminidad que presenta la vida de la Santa Virgen María:

      Si tuviéramos que representarnos… la imagen pura y plenamente desarrollada de una esposa y madre, tal como debe ser de acuerdo con su vocación natural, nuestra mirada se tendría que posar sobre la Virgen María. En el centro de su vida se encuentra su hijo. Ella aguarda su nacimiento con feliz expectación; vela por Él durante su infancia; le sigue y le obedece a Él y a Sus Designios, de lejos o de cerca, y de hecho, en la manera que Él predisponga; sostiene en sus brazos Su cuerpo crucificado; observa obediencia a Su voluntad una vez Éste ya ha partido. Pero ella hace todo esto no como actos suyos: ella es en todo esto la Sierva del Señor; ella cumple con aquello que Dios le ha encomendado.13

      Una vez más, María, nuestra Madre Espiritual, nos demuestra cómo cumplir con nuestro llamado. Si vamos a estar impregnadas del Espíritu del Evangelio, y reflejar “los sentimientos más sublimes de los que el corazón humano es capaz”, Jesucristo debe erguirse como el centro de nuestras vidas y debemos convertirnos en siervas del Señor.

      Siervas del Señor

      Una sierva del Señor está impregnada del amor de Dios, está lista para servir a Dios de acuerdo a Su voluntad, y desea despertar y nutrir la Vida Divina en otros.14 Estas características y esfuerzos no se adquieren mediante las buenas intenciones y el esfuerzo humano de la sierva, sino mediante el regalo de auto-donación que ellas hacen a Dios, demostrado mediante su completa cooperación con Sus iniciativas divinas de gracias.

      Existen tres disposiciones internas esenciales que tenemos que desarrollar si, como la Virgen María, deseamos ser siervas en el mundo contemporáneo:

      1.Tenemos que estar receptivas a la acción de Dios;

      2.Tenemos que confiar en su providencia, que nunca falla, a pesar de las circunstancias; y

      3.Tenemos que rendirnos a Su santísima voluntad en todas las cosas.

      Al así hacerlo, podremos adentrarnos con abandono real a nuestro llamado de traer vida al mundo y “ayudar tanto a la humanidad a no degenerar”. En su carta apostólica, “Sobre la Dignidad y Vocación de la Mujer”, el Papa Juan Pablo II exalta el vasto número de mujeres santas que han cargado la antorcha de la fe en servicio apostólico a lo largo de la historia:

      En cada época y en cada país encontramos numerosas mujeres “perfectas” que, a pesar de las persecuciones, dificultades y discriminaciones, han participado en la misión de la Iglesia… También ante graves discriminaciones sociales las mujeres santas han actuado “con libertad”, fortalecidas por su unión con Cristo. Una unión y libertad radicadas así en Dios explica, por ejemplo, la gran obra de Santa Catalina de Siena en la vida de la Iglesia, y de Santa Teresa de Jesús en la vida monástica. También en nuestros días la Iglesia no cesa de enriquecerse con el testimonio de tantas mujeres que realizan su vocación a la santidad. Las mujeres santas son una encarnación del ideal femenino, pero son también un modelo para todos los cristianos, un modelo de la “sequela Christi”—seguimiento de Cristo -, un ejemplo de cómo la Esposa ha de responder con amor al amor del Esposo.15

      Dios ha elegido para nosotras el ser mujeres “perfectas” en nuestro día y época. Si nosotras deseamos cumplir con el plan que Dios ha trazado para nosotras, entonces nosotras también debemos de aspirar a la santidad, y debemos desear ser “revestidas en Jesucristo y reconfortadas por Su Espíritu”.16 Nuestros corazones tienen que estar fijados en las cosas más elevadas—en santidad y verdad, gracia y obediencia, compromiso y amor. Y así, llenas de gracia, podremos irradiar el esplendor del amor del Novio a Su pueblo. Cada faceta de nuestro ser se transformará en un prisma de la imagen de Dios viva en nosotras, reflejando un aura divina de gracia y amor. Y al así hacerlo, Santa Teresa Benedicta de la Cruz escribe que nos convertiremos en vasijas del amor de Dios que es,

      un amor sobrecogedor que no desea nada para sí mismo, sino que se entrega libremente; misericordiosamente, se pone a disposición de quien quiera que tenga la necesidad, curando a los enfermos y despertando a la vida a los muertos, protegiendo, fomentando, nutriendo, enseñando, y formando; es un amor que sufre con el que sufre y se regocija con el que está alegre; ayuda a cada ser humano a alcanzar la finalidad que el Padre le ha destinado. En una palabra, es el amor del Sagrado Corazón.17

      Y Así Comienza la Jornada

      Al vivir hasta el final esta misión, mediante el don de la feminidad auténtica, nosotras podemos ayudar a la humanidad a no degenerar, y haremos mucho para sanar el mundo. Al modelarnos al patrón de la Santísima Virgen María, la sierva perfecta del Señor, descubriremos lo que significa abandonarse a la gracia de Dios mediante la receptividad, la confianza, y la entrega.

      El resto de este libro delineará para nosotras un sendero espiritual que nos conducirá por el camino de la entrega. Un sendero que nos llenará del poder espiritual que necesitamos para vivir hasta el final nuestro llamado especial y nuestro don de mujer. Si proseguimos por este sendero, nos convertiremos en mujeres impregnadas con el Espíritu del Evangelio. Seremos mujeres llenas de gracia que podrán señalar el camino a la vida en abundancia en Jesucristo. Seremos mujeres que “ayudaremos a la humanidad a no degenerar”. Seremos mujeres que otorgarán vida al contestar nuestro llamado a la maternidad espiritual. Y en el proceso descubriremos lo que las mujeres sagradas a lo largo de la historia siempre han sabido:

      El anhelo más profundo del corazón de la mujer es el de entregarse amorosamente a sí misma, de pertenecer a otro, y de poseer a este otro ser de forma completa… Sólo Dios puede acoger la rendición total de una persona de tal forma que una no pierda su alma en el proceso, sino que la gane. Y sólo Dios puede entregarse a Sí mismo a una persona de tal forma que colme a este ser por completo sin perder nada de Sí mismo en el proceso. Es por ello que la rendición total… [es] la única realización adecuada y posible para los anhelos de la mujer.18

      Ven, te invito a que juntas encontremos el sendero hacia la realización total.

      SEGUNDO

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      La Oración: La Fuerza de la Vida Abundante