quizás él también lo había hecho, lo cual la tranquilizó. Luchar por tu país era perdonable.
El carretero era muy amable. ¡«Señorita» Silje! ¡Debía denser por la capa de seda!
—¿Y la otra persona? ¿También era uno de ellos? —preguntó Silje.
—¿De quién habla?
—Él que habló con usted. Él que le pidió que nos trajera con el tal señor Benedikt.
El carretero inclinó el torso para ajustar una parte de la carreta.
—No había nadie más, señorita Silje. Solo el joven Heming. Él me dio las órdenes.
Silje sentía que la obstinación crecía en ella. Pero luego recordó las palabras de Heming.
—Sí, seguro estoy equivocada. Parece que he olvidado gran parte de lo que ocurrió anoche.
—Es probable, señorita Silje.
Una lámpara de parafina ardía en la pequeña cabaña y un capataz encendía el fuego de la chimenea cuando ella entró en la sala. Oyó voces amables conversando con los niños. Dos ancianas los cuidaron, los arroparon en la cama y los alimentaron con comida caliente.
—Es una niña muy dulce —dijo una de las mujeres—. No parece molestarle despertar en mitad de la noche. ¿Cómo se llama?
—No lo sé —dijo Silje—. La llamo Sol. Pero ¿cómo está el bebé? He estado tan asustada. ¿Está vivo?
—Sí, él está bien aunque todavía no le han cortado su cordón umbilical.
—¿Él? Oh, cielos, todo podría haber salido muy mal. Le dije a unos hombres malvados que el nombre del bebé era Liv porque quería salvarlo de la muerte. Pero, en cambio, lo llamaré Dag. No ha comido nada antes y…
—No, no importa porque es un recién nacido. Aún se alimenta del cordón que trajo a esta vida. Lo limpiaremos, cortaremos el cordón y luego lo envolveremos para que esté muy cómodo. No te preocupes. Nos aseguraremos de que esté a salvo a pesar de que ha entrado a este mundo de un modo tan impío. Lo bañaremos en agua bendita con carbones calientes . Ya hemos colocado un trozo de metal en su cama. Lo bendeciremos con pan, como corresponde, y tomaré prestada la plata de mi familia para que la coloque sobre su pecho. Sin embargo, la niña parece muy cansada así que será mejor que la llevemos a nuestra habitación para que duerma bien. Aquí tienes un poco de sopa. Te hará bien.
Silje estaba demasiado exhausta para responder. La niña, Sol, se había recostado en otra cama y ya estaba profundamente dormida. La calidez de la chimenea invadió la habitación con una sensación muy agradable que no había experimentado en varias semanas. Aceptó el cuenco de sopa y la bebió. No se molestó en usar cuchara. Era un caldo de avena con trocitos de cerdo, que estaba delicioso. Sintió que la calidez de la comida comenzó a expandirse por su cuerpo.
Antes de que los demás abandonaran la sala, se recostó en la cama y se durmió. Sintió que las mujeres la ayudaron a quitarle la ropa y que la cubrieron con mantas. Pero estaba demasiado cansada para abrir los ojos. Sentía el cuerpo pesado como plomo.
Luego, cerraron la puerta y Silje cayó en un sueño profundo.
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