Carlos Federico Torres

Gente de tango


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1935, ingresó a la orquesta de Edgardo Donato, con la que debutó en el disco, grabando los tangos Dios lo sabe y Rosalinda, luego Picaflor y por último El día que me quieras, el mundialmente conocido tango de Gardel y Le Pera, editado el 19 de junio de ese mismo año, es decir sólo cinco días antes de la trágica desaparición de sus dos autores.

      Durante su permanencia en esta orquesta participó además en la filmación de la película Picaflor, en la que cantó el tango del mismo título que también grabara con dicha formación.

      En 1937, fue cantor de la orquesta del violinista Antonio Arcieri y al año siguiente de la de Antonio Bonavena, con las que no alcanzó a realizar grabaciones.

      En 1939, actuó nuevamente en radio Belgrano, acompañado ahora por el conjunto musical dirigido por Antonio Sureda, en el que se desempeñaba como pianista Carlos Figari. Fue a partir de esta actuación que comenzó a utilizar el seudónimo de Jorge Ortiz.

      Al año siguiente, inició la que sería su etapa más trascendente, al incorporarse como cantor de la orquesta de Rodolfo Biagi, con quien comenzó a grabar el 19 de junio de 1940, día en el que dejaron para el sello Odeon el tango de Francisco Canaro e Ivo Pelay Todo te nombra.

      Permaneció en esta formación en la que sería una primera y exitosa etapa hasta fines de diciembre de 1942, realizando durante ella treinta y cinco registros discográficos, siendo el último de ellos Soledad la de Barracas, el recordado tango perteneciente a José García y Carlos Bahr. Además de los dos mencionados, se recuerdan títulos llevados al disco como Carillón de la Merced, Copas, amigas y besos, Humillación, Indiferencia —tango del director con letra del actor y cantor Juan Carlos Thorry del que Ortiz realizó una verdadera creación—, Trenzas, Misa de once, Zaraza y Pinta orillera, entre otros.

      Desvinculado de Biaggi, a fines de 1942 se incorporó a la orquesta de Miguel Caló, integrada por entonces por los músicos que veinte años más tarde darían lugar a que se bautizara a la misma como «la Orquesta de las Estrellas».

      Con ese rutilante acompañamiento en el que Ortiz compartió el rubro de cantores con Alberto Podestá, grabó una decena de temas en 1943, comenzando el 19 de enero de ese año con los temas Barrio de tango, inolvidable creación de Aníbal Troilo y Homero Manzi y Pa’ qué seguir, tango adjudicado a Francisco Fiorentino, aunque se sabe que realmente pertenece a Aníbal Troilo, con letra del uruguayo Erasmo Silva Cabrera, quien firmaba sus trabajos con el seudónimo de Avlis. Era el día en el que precisamente se producía el fallecimiento del Gral. Agustín Justo, ex presidente de la Nación, quien en la víspera había sufrido un derrame cerebral.

      Al día siguiente, la orquesta y su nuevo vocalista grabaron A las siete en el café, recordado éxito de Armando Ballotti y Santiago Adamini.

      Otras versiones discográficas de Ortiz con esta celebrada orquesta fueron De barro, Ya sale el tren y la milonga Mi cantar.

      El 30 de junio de 1943 registró su última versión grabada con esta formación, la milonga Negra María, de Enrique Mario Francini y Homero Expósito.

      Alejado de Caló luego de tan sólo seis meses de permanencia, Ortiz realizó una gira por Brasil, Venezuela y Chile, la que culminó en noviembre de 1944.

      El 2 de enero de 1945, reingresó a la orquesta de Biagi, grabando el 21 de ese mismo mes los tangos Magdala y Yuyo verde, editados en uno de los recordados discos simples de 78 revoluciones.

      Sin embargo, esta nueva etapa en la orquesta de sus mayores éxitos no fue muy prolongada y poco tiempo después se produjo su ya definitiva desvinculación.

      En 1946, actuó en la confitería Marzotto acompañado por el director y bandoneonista Argentino Fernández y su orquesta.

      Posteriormente, formó su propio conjunto, dirigido por Adolfo Grippo, ex integrante de la fila de bandoneones de la orquesta de Biagi. Durante 1947 y 1948, Ortiz y su marco musical actuaron en radio Splendid, además de amenizar bailes y realizar giras por el interior del país.

      En 1949, ya sin ese acompañamiento, realizó una segunda gira por varios países del continente americano, culminado la misma en Brasil, en cuya capital de entonces, Río de Janeiro, se radicó por un tiempo.

      A su regreso, se incorporó a la orquesta del bandoneonista Miguel Pedevilla, con quien en 1952 realizó una nueva versión grabada de Misa de once, el tango de Juan José Guisandut y Armando Tagini, tema que fue uno de sus éxitos más reconocidos en su paso por varias de las orquestas que integrara a lo largo de su trayectoria.

      En ese mismo año, luego de su participación en la orquesta de Pedevilla y al disolver éste su agrupación, su actividad fue espaciándose, si bien nunca abandonó la misma en forma definitiva hasta poco tiempo antes de su fallecimiento.

      Así, en 1953 realizó algunas presentaciones como solista, y a partir de entonces interrumpió su actividad por cuatro años, la que reanudó en 1957, fecha en la cual actuó en Montevideo con la orquesta del director uruguayo Esteban Martínez, presentándose en radio Carve.

      En 1959, viajó nuevamente a Río de Janeiro, ciudad por la que él sentía particular atracción, al punto de radicarse por segunda vez en ella por espacio de varios años.

      En el año 1975, fue requerido por el cantor Raúl Iriarte para actuar en Colombia, en un homenaje a Gardel organizado por el mismo Iriarte, radicado en la ciudad capital de ese país en la que entre otras actividades desarrollaba la de productor de espectáculos musicales.

      Su última presentación en Buenos Aires se produjo en el año 1979, actuando en el Canal 11 de televisión en el programa Ronda de Ases que conducía Héctor Larrea. En esa oportunidad, actuó junto con Hugo Duval, otro de los emblemáticos cantores de la orquesta de Biagi, acompañados por una formación a la que precisamente se denominó Orquesta Símbolo Rodolfo Biagi.

      En 1983, viajó nuevamente a Colombia, realizando nuevas presentaciones y grabando en esta ocasión doce temas editados en un disco larga duración para el sello Sonolux, acompañado por una orquesta típica local en la que participaron varios músicos argentinos.

      El total de registros discográficos a lo largo de su trayectoria alcanzó a sesenta y dos: cuatro con la orquesta de Edgardo Donato, treinta y siete con la de Rodolfo Biagi, siete con la de Miguel Caló, una con Ricardo Padevilla y las doce finales realizadas en Colombia a las que se hizo referencia en el párrafo anterior.

      Víctima de un síncope cardíaco, Ortiz falleció el 18 de febrero de 1989 a los 76 años de edad.

      212. Pacheco, Héctor

      Cantor nacido el 15 de marzo de 1918 en Marcos Juárez, provincia de Córdoba, localidad en la que su padre se desempeñaba como funcionario del conocido Molino Minetti. Su verdadero nombre era Antonio Lino Ingaramo.

      Cuando el futuro cantor tenía un año de edad, la familia se trasladó a la ciudad de Rufino, en el extremo sur de la provincia de Santa Fe. Allí, Antonio permaneció durante quince años, aunque realizaba sus estudios en la ciudad de Córdoba, en la que también comenzó a estudiar la técnica de ejecución del violín.

      Precisamente, su primera actividad profesional fue su ingreso como violinista a una formación dirigida por Luis Visca, quien desvinculado de la orquesta que codirigiera con Juan D’Arienzo, se había radicado en Cañada Seca, localidad cercana a Rufino.

      Cuando Antonio tenía dieciséis años, la familia se mudó a la ciudad de Santa Fe, donde comenzó a actuar ya como cantor en la Radio lt9, por entonces llamada Radio Santa Fe, como asimismo en cines, teatros y clubes de esa capital provincial. Fue en dos populares cines del centro de esta ciudad, el Mayo y el Doré, en los que a comienzos de 1939, se organizó un concurso de cantores, cuyo ganador fue el joven Ingaramo.

      Dado que el premio consistía en un contrato para actuar en la Radio lt3 Cerealista de Rosario, Antonio se trasladó a esa ciudad, donde a poco tiempo de actuar en la mencionada emisora —en la que era presentado como Antonio Ingaramo, el rufinense—, ya había consolidado un importante prestigio.

      Así