Jeff Vanderstelt

La vivacidad del Evangelio


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que sigue.

      Por esa razón estoy escribiendo este libro. Yo sé que necesito este libro, así como tú.

      Todos nosotros nos enfrentamos con luchas y batallas diarias, a veces de parte de enemigos que ni siquiera podemos ver. Escuchamos mentiras y acusaciones. Luchamos contra las tentaciones y a veces somos engañados. Escuchamos palabras que fueron dichas sobre nosotros cuando éramos más jóvenes, las cuales hacen eco en nuestros corazones de maneras que no dan vida a nuestras almas. Miramos nuestras situaciones presentes y deseamos que fueran mejores. Y muchos de nosotros enfrentamos futuros inciertos que, sin Dios, nos llevan a vivir con ansiedad, preocupación, y temor.

      Todos nosotros necesitamos ayuda porque cada uno de nosotros puede encontrar bastantes razones para no creer, para no tener esperanza, y para no confiar en la Palabra de Dios y en Su obra por nosotros.

      Necesitamos el evangelio y necesitamos convertirnos en personas que hablan el evangelio con fluidez. Necesitamos saber cómo creer y cómo hablar las verdades del evangelio—la buena noticia de Dios— en y dentro de las actividades cotidianas de la vida. En otras palabras, necesitamos saber cómo abordar las luchas de la fe en las actividades diarias en las que estamos involucrados, con lo que es verdad de Jesús: las verdades de lo que Él ha logrado a través de Su vida, Su muerte, y Su resurrección, y como resultado, lo que es verdad de nosotros cuando ponemos nuestra fe en Él. El evangelio tiene el poder para afectar todo en nuestras vidas.

      Escribo este libro porque amo a los incrédulos y sé que Dios también. Él te ama y quiere salvarte de tu incredulidad.

      Yo creo que la única esperanza para nosotros es el evangelio de Jesucristo y las comunidades que comparten su vida al mismo tiempo que proclaman el evangelio para las vidas cotidianas de otros: comunidades con fluidez en el evangelio.

      Jesús dijo que tenemos que hacer discípulos que puedan hacer discípulos (vea: Mateo 28:18–20), y un discípulo de Jesús debe saber, creer, y ser capaz de hablar el evangelio. Él o ella debe ser capaz de llevar a otros a saber, creer, y hablar el evangelio.

      Mi esperanza es que este libro, en primer lugar, pueda traer esperanza y sanidad para ti mientras comienzas a creer y aplicar las verdades del evangelio en tu vida. También espero que tú y otros a tu alrededor adquieran fluidez en el evangelio, para que juntos sean capaces de llevar a otros a encontrar esperanza y ayuda en Jesús, en cada parte de sus vidas.

      Estoy más seguro que nunca de que si no creen en el evangelio, los pecadores sufrirán un castigo eterno, y los santos no podrán vivir sus vidas para darle gloria y honor a Jesucristo.

      Así que, mi esperanza es que más pecadores sean salvos de la condenación y más santos sean liberados para vencer al pecado, al temor, y a la inseguridad de sus vidas diarias.

      Espero que este libro te lleve de la incredulidad a creer más en el evangelio de Jesucristo, y que te equipe para ayudar a otros a hacer lo mismo.

      “¡Es un tonto! Me volvió a hacer lo mismo”, dijo Alisa.

      ¿Qué hizo?”, le preguntó uno de los miembros de nuestro grupo.

      “Lo mismo que siempre hace—cancelar a última hora, cuando es su turno de recoger a las niñas para el fin de semana. Y cuando hablo con él acerca de eso, él me intimida e intenta amenazarme. Me asusta. Y constantemente estoy pensando cómo voy a salir adelante económicamente si él no nos apoya. La mitad del tiempo no quisiera que las niñas estén con Él, pero sé que ellas necesitan ver a su padre. Yo no quiero verlo ni hablar con él. ¡Es muy intimidante! No puedo continuar con esto. Constantemente estoy preocupada y me cuesta mucho trabajo dormir”.

      El esposo de Alisa la engañó con su mejor amiga. Y debido a eso, el matrimonio había terminado en divorcio. Ninguno de los dos creía en Jesús. Además, poco después de que la engañara, la casa de Alisa fue destruida en un incendio, y ella perdió todo.

      Alisa fue presentada a nuestra comunidad cuando Clay y Kristie, quienes eran nuevos cristianos y miembros de nuestra comunidad misional, preguntaron si estaríamos dispuestos a ayudarla. Ellos conocían a Alisa a través de un amigo en común, y nuestros hijos asistían a la misma escuela. Sin esposo y sin una casa, era evidente que Alisa necesitaba la ayuda de la familia de Dios.

      Así que nos organizamos para comprar comida y proveerle de dinero para comprar ropa y otros artículos que eran necesarios. Por una temporada, ella y sus dos hijas vivieron con Clay y Kristie y sus dos hijos, Emma y Keagan. Con el tiempo, Alisa comenzó a salir con nuestra comunidad misional y comenzó a aprender acerca de Jesús con nosotros.

      “No te preocupes”, dijo uno de los hombres de nuestro grupo. “¡Nosotros nos encargamos de él! No vamos a dejar que te trate de esa manera”.

      Y alguien más intervino diciendo: “¡Alisa, no puedes soportar esto! Tienes que enfrentarte a él. Y si tú no lo haces, lo haremos nosotros. No nos vamos a quedar simplemente viendo qué es lo que te ocurre”.

      La conversación continuó en el mismo tono durante algunos momentos, hasta que me di cuenta de lo que estaba pasando.

      “¡Esperen un minuto, todos!” dije. “Eso no es lo que Alisa necesita en este momento. Ella no necesita que nosotros hagamos que el asunto gire en torno a su esposo más de lo que ya lo hace”.

      Yo sabía que mucho de su problema tenía que ver con el hecho de que le había permitido a su esposo que tuviera mucha influencia sobre ella. Él había tomado un lugar central en su vida, hasta el punto en el que ella era controlada emocionalmente por cada una de las acciones de este hombre. En un sentido, él se había convertido en un dios para ella.

      Y entonces yo dije: “Lo único que estamos haciendo es ratificarlo a él como el problema. Nos estamos enfocando en que él cambie. Y es verdad, lo que él hace está mal. Pero no podemos hacer que todo gire en torno a él. ¿Qué tal si él nunca cambia? Alisa seguirá estando esclavizada a su espíritu quebrantado. Nosotros no podemos cambiarlo. Alisa tampoco puede. Sólo Dios puede hacerlo”.

      Lo que Alisa necesitaba era que la dirigiéramos hacia Dios para que Él la ayudara. Ella necesitaba algo mucho mejor que ocupara el lugar central de su vida y de su atención— alguien que verdaderamente pudiera liberarla y cambiarla desde su interior. Así que, dije: “Necesitamos darle a Jesús, no nuestros esfuerzos por cambiar a su ex esposo. No estoy diciendo que no deberíamos tener una conversación con él acerca del mismo punto, o que no deberíamos hacer algo para protegerla. Sin embargo, tenemos que comenzar con Jesús en primer lugar”.

      Y me dirigí a Alisa diciendo: “Necesitas a Jesús para que te ayude a vencer tu temor. Necesitas que Jesús sea tu fuente de seguridad y amor. De hecho, también necesitas a Jesús para que te ayude a perdonar y amar a tu ex esposo”.

      Yo he visto que este patrón se repite muchas veces a lo largo de los años. Y yo mismo he sido culpable de eso. Las personas comparten sus problemas y, con muy buena intención, otros dan consejos y tratan de actuar para ser ellos mismos la solución. Las personas sí necesitan respuestas. Se encuentran necesitadas de ayuda. Pero nosotros fracasamos en nuestro intento de ayudarles si no les damos a Jesús. Él es la mejor respuesta y la ayuda más poderosa que ellos pueden recibir.

      Habla la verdad

      El apóstol Pablo, en su carta a la iglesia de Éfeso, dice: “Y El dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error; sino que hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo” (Efesios 4:11–15 LBLA).

      La intención de Dios es que cada persona que llegue