Jeff Vanderstelt

La vivacidad del Evangelio


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ser. Un cristiano maduro es uno que se parece a Jesucristo en pensamiento, actitud, emoción, y comportamiento. Y uno de los caminos más significativos a través del cual crecemos en madurez, es por medio de hablar la verdad en amor unos a otros.

      Muchos creen de manera errada que hablar la verdad en amor en realidad es sólo hablar palabras duras hacia otras personas, con corazones amorosos: “Tienes mal aliento, pero como te amo, tengo que decirte la verdad”. “Queremos que estés en nuestro grupo, pero no eres muy amable con otros, y como resultado, las personas no quieren estar a tu alrededor. Solo te estoy diciendo la verdad en amor”. Pero eso no es de lo que Pablo está hablando aquí. Es verdad, tenemos que hablar con sinceridad a cada persona y debemos hacerlo con amor, pero Pablo tiene algo más en mente.

      Y necesitamos leer sólo unos cuantos versículos más para descubrir a qué se refiere. En el versículo 21, él aclara cuál verdad debemos hablar unos con otros, él declara “la verdad que está en Jesús”. “Hablar la verdad en amor”, para Pablo, es el equivalente a “hablar de lo que es verdad acerca de Jesús” unos con otros, es decir, hablar del evangelio unos con otros. Pablo sabe que, si las personas van a crecer en Cristo en todo sentido, ellos necesitan escuchar las verdades de Jesús (el evangelio) y aprender a hablarlas en todo.

      Como le gusta decirlo a mis amigos Steve Timmis y Tim Chester: “¿Cuál es la pregunta? Jesús es la respuesta. ¿Cuál es el problema? Jesús es la solución”.

      Muy a menudo, cuando les damos respuestas a las preguntas de las personas o les damos soluciones para sus problemas, les estamos dando algo que no es Jesús. Si están luchando con sus finanzas, les damos los mejores planes para la elaboración de presupuestos que conocemos. Si están pasando por discordias dentro de una relación, les enseñamos técnicas de comunicación. Si están luchando con la duda, los desafiamos a que sólo crean, prometiéndoles que todo va a mejorar si lo hacen.

      Pero si no les damos a Jesús, entonces hemos fracasado.

      En algunos casos, los animamos a leer sus Biblias o a orar, lo cual por supuesto es maravilloso. Sin embargo, si no les enseñamos a encontrarse con Jesús y a conocerlo a través de la lectura de la Biblia y la oración, corremos el peligro de alejarlos de Jesús a través de cosas muy buenas. Así es el corazón de la idolatría, toma cosas buenas y las convierte en “dioses”. Tomamos algo que Dios nos ha dado para dirigirnos a Él, pero amamos y dependemos más de ese algo que de Él. Y como resultado, no nos acercamos a Él a través de eso.

      Perdiendo de vista a Jesús

      Los líderes religiosos de los días de Jesús eran grandes eruditos de la Biblia y los que hacían las oraciones más religiosas. Sin embargo, habían perdido completamente de vista a Jesús. En una ocasión, Jesús les dijo: “Examináis las Escrituras porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida” (Juan 5:39–40 LBLA). Ellos amaban las Escrituras que apuntan hacia Jesús, pero ellos no amaban ni dependían de Jesús. ¡Ellos perdieron completamente de vista el punto central!

      He conocido a muchas personas que aman sus Biblias y que no tienen una relación genuina con Jesucristo. En realidad, ellos no Lo conocen. Ellos no Lo aman verdaderamente. No Lo adoran de verdad. En lugar de eso, ellos adoran a sus Biblias. No están creciendo en madurez porque no están creciendo en Cristo.

      Los estudios de la Biblia son maravillosos. La oración es asombrosa. Aplicar la sabiduría para planeaciones financieras, para la construcción de relaciones interpersonales, y para cualquier otra área de la vida es muy importante y necesario. Sin embargo, si fracasamos en darles a otros a Jesús, los estamos alejando de Él. Y de esa manera podemos crecer en conocimiento de la Biblia, pero no en amor por Jesús. Podemos convertirnos en las personas que oran de la manera más religiosa que otros y aun así podemos estar hablando del dios equivocado. Podemos tener nuestras finanzas en orden, al mismo tiempo que nuestros corazones están completamente desordenados, porque estamos haciendo todo por las razones incorrectas. Podemos ser excelentes en nuestra manera de comunicarnos y en la resolución de conflictos, pero si no estamos reconciliados con Dios a través de Jesucristo, entonces nuestras relaciones serán superficiales y temporales por naturaleza.

      Piénsalo de esta manera: si hemos de ayudarnos unos a otros a crecer en Cristo en todas las áreas, necesitamos aprender cómo hablar las verdades de Cristo en todas las áreas—en cada aspecto de la vida, en cada situación que enfrentamos, y en cada problema que buscamos resolver.

      ¿Qué es lo que el evangelio de Jesucristo nos enseña acerca de nuestras finanzas? ¿Cómo debemos abordar las discordias que surgen en nuestras relaciones a la luz del evangelio? ¿Cómo es que lo que sabemos acerca de Jesús moldea la manera en la que lidiamos con la ansiedad y el temor? Si hablamos de las verdades de Jesús en medio de todos estos asuntos o situaciones, vamos a crecer juntos en cada área con Cristo, lo cual significa que también vamos a crecer en cada área en Cristo.

      En otras palabras, si vamos a crecer en semejanza a Cristo, debemos crecer con las verdades de Jesús.

      Sin embargo, si tratamos de instruir, aconsejar, o crecer unos con otros utilizando algo aparte de las verdades de Jesucristo, entonces cada área en la que hablemos algo que no sea las verdades de Cristo será un área en la que nos alejaremos de Él. Esta es la razón por la que muchas personas buscan a Jesús sólo para su vida después de la muerte; porque se les han dado las verdades de Jesús principalmente como la respuesta para ir al cielo después de la muerte. Pero ellos tienen poco conocimiento de cómo es que Jesús les da una mejor respuesta para saber qué hacer con su dinero, su sexualidad, su trabajo, o su familia. Jesús es la buena noticia para ellos después de la muerte, pero ellos erradamente creen que Él tiene poco o nada que ver con sus actividades cotidianas de la vida.

      Pero Él tiene verdad que ofrecer—para todo. Él tiene una mejor verdad y Él es una mejor verdad.

      Jesús es el verdadero y mejor humano, y todo en la vida es mejor si Jesús es parte de ello. Él ha hecho que todo sea mejor. Él puede hacer que todo sea mejor. Y las verdades acerca de Quién es Él y qué ha hecho por nosotros, cuando son aplicadas a nuestras vidas, siempre son una mejor respuesta que cualquier otra cosa. Hay una buena noticia y una gran ayuda para absolutamente todo en la vida, la persona, y la obra de Jesucristo.

      Jesús y el sexo

      Por ejemplo, consideremos ahora la sexualidad. Yo recuerdo que, cuando estaba creciendo, escuché personas que decían: “Debes esperar hasta que te cases para tener relaciones sexuales porque el sexo siempre es mejor si esperas”.

      Bueno, en primer lugar, eso no es completamente cierto. Como hombre casado, me he dado cuenta de que el sexo es mejor cuando más lo practicas. En serio, eso es cierto.

      De hecho, le digo a la mayoría de las parejas que vienen por consejería antes del matrimonio que su primera noche juntos probablemente será la peor relación sexual que tendrán, pero que mejorará con la práctica. No es que la noche de bodas vaya a ser mala. Involucrarte en un intercambio sexual con una persona a la cual te has comprometido de por vida es una experiencia increíblemente sagrada y agradable. Es un plan bueno y correcto de Dios que la intimidad sexual sea reservada para el matrimonio.

      Sin embargo, el motivo de la abstinencia sexual no es porque las relaciones sexuales en el futuro son mejores. De hecho, esa motivación lleva hacia una experiencia opuesta. ¿Por qué? Bueno, porque si la razón principal para esperar a involucrarte en la intimidad sexual es tu propia satisfacción, entonces has socavado el propósito de la intimidad sexual. El propósito no es el cumplimiento de tus deseos egoístas. De hecho, la mayoría de los problemas matrimoniales que me encuentro cuando aconsejo a cónyuges tienen que ver con la mentalidad defectuosa de que el matrimonio se trata de ellos y del cumplimiento de sus propios deseos. Las parejas en los mejores matrimonios entienden que darse a sí mismo para agradarle a su pareja es algo que glorifica a Dios, satisface al otro, y también trae un gran gozo personal. Los grandes matrimonios buscan dar, en lugar de buscar ser servidos.

      ¿Cómo sé eso? Porque el sexo y el amor fueron creados por Dios,