Undinė Radzevičiūtė

Peces y dragones


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      Así dijo, y se retiró a sus habitaciones.

      —Hay seres capaces de asesinar con tal de no modificar sus costumbres —dice a veces Shasha, gustándose.

      ***

      Se acerca el tiempo de los cuarenta días de ayuno.

      El padre Ripa dice: hay que entrenar la voluntad y la imaginación.

      Y habla sobre las uñas del cuarto emperador.

      De lo que cuenta se puede deducir que son muy largas.

      El propio Castiglione nunca ha visto las uñas del cuarto emperador de la dinastía Qing.

      En realidad, no hay que ser un asceta, dice el padre Ripa.

      Entrenando la voluntad y la imaginación, las visiones llegarán por sí solas.

      Solo hay que formar el carácter.

      El padre Ripa dice: solo una minoría es capaz de hacerlo sin ayuda.

      También dice que esas son las palabras literales de Ignacio.

      El padre Ripa también dice: hay que saber controlarse.

      Yo, dice Castiglione, pero el padre Ripa no le deja terminar.

      El padre Ripa dice: hay que perfeccionar ese «yo».

      Pero no para su propia satisfacción.

      Castiglione ya ha dejado de preguntar por qué ni para qué.

      Por todo aquello que ese «yo» es capaz de conseguir, explica. No ha hecho falta preguntarle.

      Lo más importante, dice el padre Ripa, es vencer a los injustos con la espada de la palabra.

      Vencer a los injustos, corregir el mal que se repite sin descanso, resistir las tentaciones del demonio y esforzarse.

      Esforzarse por que aquellos que no son cristianos vean toda la grandeza y el esplendor de la Iglesia.

      Esas palabras, sentados los dos en el banco de pintores de porcelana de un taller abarrotado de chinos, deberían bastar para tranquilizarlo.

      ***

      —¡No se te ocurra convertir nuestra casa en un reality show! —dice Shasha entrando en el salón.

      La amenaza va dirigida a Mamá Nora, que, sentada en el sofá entre Miki y Abuela Amigorena, está viendo el programa de los sábados sobre la vida íntima de los artistas.

      —Ka-mooon —dice Abuela Amigorena. Y puntualiza—: Es inglés.

      Después de que la expulsaran de los estudios de doctorado y, sobre todo, después de que apoyara la iniciativa de Mamá Nora de prohibirle fumar en casa, Shasha ha dejado de ser una autoridad para Abuela Amigorena. Se puede decir que ha caído en desgracia ante sus ojos.

      —Sus conocimientos de inglés no dan ni para una conversación guarra… —dice Miki.

      —No hables así —la amonesta Mamá Nora.

      Algunas familias europeas se diferencian mucho de los antiguos chinos. Otras, ni un poco siquiera.

      En la China confucionista toda la familia, incluidos tíos, tías y sobrinos, vivía de la generosidad del miembro más ­próspero del clan. Aquel que obtuviera mejor calificación en los exámenes oficiales y ocupara el puesto más alto.

      En Europa también ocurre a veces: una persona mantiene a varias. La única diferencia es que, en la antigua China, el individuo que mantenía a la familia acaparaba también todas las decisiones, y en Europa las cosas no siguen necesariamente el mismo camino. Se supone que Europa se inclina por la democracia, después de todo.

      De toda la familia, solo Mamá Nora trabaja.

      Escribe novelas eróticas de misterio.

      Dicen que «polémicas».

      Escribe novelas eróticas y polémicas de misterio y posee una agencia de relaciones públicas en situación de quiebra. Las novelas eróticas de misterio perjudican su reputación como especialista en relaciones públicas, y el cuidado de la agencia le quita tiempo para escribir.

      Lo cierto es que toda la familia vive del dinero de Mamá Nora. Solo Abuela Amigorena recibe su pensión.

      Pero está ahorrando para el negro día.

      Las actividades de Mamá Nora provocan en la familia reacciones dispares.

      A Abuela Amigorena le importa un rábano a qué se dedica su hija.

      Puede que tampoco haya entendido nunca a qué se dedica su hija. A ella lo que le importa y le gusta y le enorgullece es que esas revistas «escurridizas» a color escriban sobre Mamá Nora.

      (Así llama Abuela Amigorena a las revistas en papel cuché: «escurridizas»).

      Miki se regodea contando historias de Mamá Nora a sus nuevos amigos.

      Se explaya, por ejemplo, relatando el período en que Mamá Nora dejó de escribir para niños y se convirtió en autora de novelas eróticas de misterio. Miki quiere que la gente la conozca como la hija de Mamá Nora.

      A sus amigos más recientes les confiesa lo mucho que se parece a su madre y su certeza de que probablemente, a medida que pasen los años, acabará siguiendo sus pasos e igualándola en fama (hasta cierto punto).

      Shasha, al contrario que su hermana, no airea las actividades de su madre.

      —¿Y aquí? ¿Estabas preocupada por algo o solo pensativa? —pregunta Miki señalando la revista de cotilleos.

      Agazapada en la esquina inferior izquierda de la página sesenta y uno puede verse una fotografía minúscula de Mamá Nora.

      —No… Estaría masticando algo… —contesta Mamá Nora mirando la fotografía.

      —¿Es que los fotógrafos empiezan a metérsete ya hasta en la boca? —pregunta Miki.

      —¿Dónde quieres que se metan si no? —pregunta Shasha.

      —Aquí no pareces escritora —medita Miki.

      —¿Qué parezco?

      —Una mayorista de pescado masticando algo —dice Shasha.

      Como de costumbre, Shasha razona su apreciación: el talento o la especialidad de alguien casi nunca resultan reconocibles por su aspecto.

      —¿Mayorista de p…? —Abuela Amigorena aparta la vista del televisor y se inclina sobre la revista. No le gusta lo que ve en ella.

      —Te dejan para el final del todo —comenta enfadada.

      —En este tipo de revistas los mejores sitios están al fondo —comenta Shasha con fingida alegría—. Como en el cine.

      —No sé de qué cine me hablas… —dice Abuela Amigorena. Y señalando la chaqueta que Mamá Nora lleva en la fotografía, pregunta—: ¿Chanel?

      —Burberry —responde Miki.

      —¿Casi? —pregunta Abuela Amigorena.

      —¿Casi? —pregunta Miki.

      —¿Casi Burberry?

      ***

      El padre Ripa dice: ya es hora de que Castiglione comience a practicar los ejercicios espirituales de Ignacio.

      Eso no hace más que aumentar la melancolía de Castiglione.

      Como si esta se defendiera.

      Castiglione no pregunta en qué consisten los ejercicios.

      El propio padre Ripa le explica: los ejercicios espirituales son pruebas para la conciencia.

      De qué tipo, pregunta Castiglione.

      De todo tipo, dice el padre Ripa.

      Y eso es todo, pregunta Castiglione.