Undinė Radzevičiūtė

Peces y dragones


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      Pruebas de todo tipo para la conciencia: reflexiones, contemplación, oración.

      De palabra y de pensamiento.

      Y todas las demás actividades espirituales, dice el padre Ripa.

      Además, se ha de pedir aquello que más se ansíe, dice el padre Ripa.

      Por ejemplo, lágrimas de profunda tristeza y angustia.

      Por los pecados.

      Castiglione preferiría pintar iglesias.

      El padre Ripa dice: ellos son ante todo jesuitas.

      Y luego ya, pero a mucha distancia, pintores.

      Castiglione lo tiene claro.

      De él jamás saldrá un segundo Ignacio de Loyola.

      El padre Ripa le cuenta: en Paraguay los jesuitas ya fundaron un estado cristiano.

      Pero allí los locales no se interesan por la pintura.

      Lástima.

      Por eso allí solo viajan los jesuitas que saben tocar instrumentos musicales.

      ¿Y qué es lo que tocan?, pregunta Castiglione.

      ¿Y qué podrían tocar allí?, dice el padre Ripa.

      Toda suerte de naderías.

      Salmos.

      ***

      El cuerpo joven se resiste.

      No quiere que Castiglione sea un verdadero jesuita a sus veintiocho años.

      Lo que quiere, todas las mañanas, es que Castiglione sea un hombre.

      El padre Ripa dice que también es posible sobreponerse a eso.

      Igual que lo hizo Ignacio.

      El padre Ripa conoció las enseñanzas de Ignacio estando aún en Portugal.

      Castiglione, no.

      Por eso el padre Ripa le habla de ellas según sus propios recuerdos.

      Pero solo por partes y solo en los momentos en que se hace realmente necesario recordar.

      Pasado el mediodía, dice el padre Ripa, tienes que repasar todo lo que te ocurrió durante la mañana.

      Una hora detrás de otra.

      O una actividad detrás de otra.

      Empezando por el momento en que te levantas y acabando con el propio repaso.

      Y luego.

      Luego dibujas sobre la línea superior unos puntos. Así:

      .................

      ¿Puntos?

      Puntos. Tantos puntos como veces caíste en el pecado o en la debilidad.

      E intentas corregirte con todas tus fuerzas.

      Hasta la próxima prueba para la conciencia, dice el padre Ripa.

      Después de la cena empieza la segunda prueba, dice el padre Ripa.

      Todo igual que la anterior.

      Hay que repasar hora tras hora o actividad tras otra.

      Desde el mediodía hasta la noche.

      Luego, tienes que poner sobre la segunda línea tantos puntos como veces caíste en el pecado o en la debilidad.

      Antes de dormir compruebas si hubo alguna victoria, dice el padre Ripa.

      Y al día siguiente hay que repetir las pruebas.

      Y antes de dormir comparas el segundo día con el primero, dice el padre Ripa.

      Lo más importante es alimentar el miedo dentro de uno mismo, dice el padre Ripa.

      Al castigo, dice el padre Ripa. El miedo al castigo.

      El miedo al castigo, para que te mantenga alejado del pecado.

      ***

      Se aburre.

      Castiglione se aburre de estar sentado en el banco.

      El padre Ripa dice: Castiglione puede regresar.

      En cuanto lo desee.

      Solo hay que escribir una carta al general...

      Él, por su parte, ya no regresará nunca.

      No se lo permitirán.

      Ni siquiera puede entrar en otra orden.

      Si acaso, en la de los cartujos.

      Pero en toda la historia de la Compañía no ha habido ni un jesuita que se pasara a los cartujos.

      ¿Por qué?, pregunta Castiglione.

      Allí son muy severos, dice el padre Ripa. Los estatutos.

      Hay que hacer una promesa de silencio.

      Y no comen carne, dice el padre Ripa.

      Se encuentran ya en la segunda mitad del ayuno de cuarenta días. Pero, aun así, la noticia de que a los cartujos no se les permite comer carne no resulta ningún consuelo.

      Castiglione puede irse en cuanto quiera, dice el padre Ripa.

      Porque él no es de verdad.

      No es un jesuita «de verdad».

      Castiglione es un «seducido».

      Un jesuita del mundo.

      De esos hay muchos.

      Solo que en China hay pocos.

      Los «seducidos».

      La mayoría ingresa en la orden porque quiere aprovechar su talento para objetivos más relevantes.

      Pintores, actores.

      A veces también literatos.

      ¿Acaso lo sedujeron con algún tipo de engaño?

      Castiglione no se acuerda.

      Lleva en China casi siete años.

      ***

      Y nada lo consuela.

      Castiglione se hunde y se hunde.

      El padre Ripa dice: lo más importante es el consuelo espiritual.

      Solo hay que alimentar la fe, la voluntad y el amor.

      En el interior de uno mismo, dice el padre Ripa.

      Alimentar todo tipo de alegría interior que nos acerque y nos empuje a las cosas celestiales.

      A las cosas celestiales y a la salvación del alma.

      Hay que esforzarse por calmarla, dice el padre Ripa.

      No hay palabras, ejercicios u oraciones que ayuden a Castiglione.

      Y solo el padre Ripa puede decir qué le ocurre.

      Te ha abandonado el espíritu, dice el padre Ripa.

      ***

      Un abandono espiritual es todo lo contrario a un consuelo espiritual.

      Comienza el oscurecimiento del alma, dice el padre Ripa.

      Está intranquila, se siente atraída por cosas terrenales e indignas.

      Empieza a agitarse por todo tipo de tentaciones e infortunios.

      Y ahí ya te empuja a la infidelidad.

      Y entonces pierdes la esperanza y el amor, dice el padre Ripa.

      Y el alma se vuelve perezosa e indiferente.

      Y tú mismo te quedas amargado y como aislado.

      ¿De qué?, pregunta Castiglione.

      Del Creador, tu Dios, dice el padre Ripa.

      Hay