humanos como nosotros, con intereses, preocupaciones, pasiones y proyectos particulares. Tenían un mensaje y lo escribieron en una gran variedad de géneros y estilos literarios: prosa, poesía, narrativa, canciones, etc. En consecuencia, aplicamos a la Biblia el mismo método de acercamiento que aplicaríamos a cualquier colección de textos, esforzándonos por llegar lo más cerca posible al significado de las palabras que leemos, prestando atención a todas las dimensiones humanas del texto en su primer contexto histórico, cultural, literario y social.
Lo segundo que hacemos, en consecuencia, es mirar hacia abajo. Mire hacia el texto y estúdielo con detenimiento. Debemos averiguar todo lo que podamos sobre aquellos escritores, su situación histórica y cultural, los idiomas en los que escribieron y los lectores a quienes escribieron inicialmente. Ésta es la tarea de exégesis, que significa “explicar” o “interpretar”. Quizás parezca un trabajo arduo, pero es muy necesario. Cuanto más claramente podamos entender lo que los escritores quisieron decir mediante las palabras que escribieron, tanto más claramente entenderemos lo que Dios quiere decirnos ahora por medio de esas palabras.
El Paso 2, entonces, es mirar hacia abajo. Haga la dura tarea de estudiar la Biblia en toda su diversidad, contexto y riqueza humana. De eso nos ocuparemos en el capítulo 2.
Figura 1: Cinco miradas: un modelo para estudiar la Biblia Fuente: Gentileza de Andrew Reid, Ridley College, Melbourne.
3 y 4 Debido a que Dios nos ha dado la Biblia como un todo, debemos interpretar los textos particulares a la luz del relato completo. No debemos tomar textos al azar y tratar de que todos signifiquen lo mismo.
Debemos saber qué lugar ocupan en el flujo total de la revelación histórica de Dios en la Biblia, de modo que la tercera y cuarta tarea que debemos hacer es mirar hacia atrás y mirar hacia adelante. Desde la ubicación que nuestro texto particular ocupa en la Biblia, debemos observar qué hay antes y qué hay después, y cómo cabe el texto en la Biblia como un todo. Eso significa considerar el pasaje desde la perspectiva global de la teología bíblica. Al interpretar cada texto a la luz de la Biblia como un todo, también podremos ver la contribución que cada texto particular hace al mensaje global de las Escrituras. En el capítulo 3 exploraremos lo que esto significa.
5 Debido a que Dios todavía nos habla por medio de su Palabra, debemos aplicarla a nosotros mismos, a la iglesia y al mundo que nos rodea. Estudiamos la Biblia no solo para entenderla, sino también para usarla.
De modo que la quinta cosa que hacemos es mirar hacia aquí, y ver de qué manera podemos construir un puente desde el mundo de la Biblia hacia el mundo de hoy, ya que debemos mostrar su relevancia y autoridad aquí y ahora. Ésta es la tarea fundamental de la aplicación. Hay muchas maneras por las cuales la gente aplica mal la Biblia o abusa de ella torciéndola conforme a sus propios deseos. Debemos saber cómo evitar este error. Nuestra meta es permitir que Dios nos guíe a través de la Biblia, pero no debemos ser ingenuos e infantiles respecto a lo que esperamos. La Biblia no es una caja mágica de la cual podamos extraer de vez en cuando una promesa o un milagro. Cuando la aplicamos debemos manejarla con cuidado y con integridad. Todos los capítulos de la Parte 2 son relevantes en cuanto a la aplicación de la Biblia, y sin duda podrían agregarse muchos más. Éstos son solo ejemplos del uso de la Biblia, y tenemos la esperanza de que usted pueda ampliarlos creativamente.
¡Cinco miradas! Quizás parezca un recurso muy simple, pero puede ser útil para recordar, tan útil como los cinco dedos de la mano. Al acercarnos a cualquier texto bíblico, sea para estudiarlo, aplicarlo, enseñarlo o predicarlo: mire hacia arriba, mire hacia abajo, mire hacia atrás, mire hacia adelante, mire hacia aquí mismo. Comencemos a trabajar en cada una de estas miradas en los próximos capítulos de la Parte 1.
Capítulo 1
Comprender la Biblia como la Palabra de Dios
Christopher J. H. Wright
En primer lugar consideremos algunas de las implicancias de nuestra convicción cristiana de que la Biblia es la Palabra de Dios. Luego, en el capítulo 2 nos ocuparemos del modo de acercarnos a interpretar la Biblia como producto de escritores humanos. Por supuesto, hay muchos aspectos de las Escrituras como libro humano que requieren nuestra atención: el trasfondo histórico en diferentes lugares, las preguntas sobre autoría y fechado, los procesos de edición, los variados énfasis teológicos y las diversas tradiciones. Por el momento no tomaremos en cuenta estas cuestiones. Nuestro punto de partida es la creencia medular que la tradición cristiana ha mantenido consecuentemente acerca de la Biblia, a saber, que nos llega como Palabra de Dios.
La costumbre de algunas iglesias es reconocer esto en la lectura pública de pasajes bíblicos que se hace durante el servicio. A veces, al concluir la lectura, el lector dice “Palabra de Dios”, y la congregación responde “Te alabamos, Señor”.
Esta doctrina cristiana sobre las Escrituras implica una premisa fundamental acerca de Dios, y de ella derivan varias implicancias importantes acerca de la Biblia.
Primero, veamos la premisa: declarar que la Biblia es la Palabra de Dios implica que Dios habló en el pasado y continúa hablando hoy a través de lo que habló entonces. Es decir que cuando hacemos la afirmación cristiana básica de que la Biblia es la Palabra de Dios, estamos sentando una premisa anterior de que Dios es un comunicador. En el principio ya existía la Palabra (rvc), dijo Juan, expresando esta fundamental convicción acerca de Él. Dios puede hablar a los seres humanos (no es meramente un poder impersonal ni un principio abstracto y trascendente); Dios habló a los seres humanos, y ellos han sido capaces de ponerlo por escrito, de manera que por medio de estos escritos Dios continúa hablando a los humanos. El Dios sobre el cual leemos en la Biblia es un Dios que se comunica, tanto en el pasado como en el presente.
Veamos ahora las implicancias: si creemos que la Biblia es la Palabra de Dios, entonces tendremos que tomar en cuenta su inspiración, veracidad, unidad, claridad y autoridad. O, para explicar un poco más estas cinco palabras abstractas:
• Inspiración: Dios habló de manera que pudiera registrarse en lenguaje humano.
• Veracidad: Dios habló de una manera confiable.
• Unidad: Dios habló de manera coherente.
• Claridad: Dios habló a fin de ser comprendido.
• Autoridad: Dios habló a fin de ser obedecido.
Entender estas dimensiones de la Biblia debería motivarnos más aún a tomarla en serio y a usarla con eficacia.
La inspiración de la Biblia
Dios habló de manera que pudiera registrarse en lenguaje humano.
La doctrina cristiana se refiere a la Biblia como “la Palabra inspirada de Dios”. Hay dos versículos clave que expresan esta convicción sobre las Escrituras: 2 Timoteo 3.15–17 y 2 Pedro 1.20–21.
Pablo le recordó a Timoteo la manera en la que había sido criado en las Escrituras hebreas (lo que ahora llamamos el Antiguo Testamento):
Desde tu niñez conoces las Sagradas Escrituras, que pueden darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra (2Ti 3.15–17).
La expresión “inspirada por Dios” es la palabra theopneustos en el original griego. Se traduce como ‘inspirada’, pero esa palabra sugiere ‘respirar en’, en tanto que la palabra usada por Pablo significa ‘emitida’ o ‘enviada’. El aliento es el medio por el cual hablamos. La gente solo puede oír nuestras palabras cuando usamos el aliento para pronunciarla, de modo que esta metáfora de Pablo significa que las palabras de la Escritura son el habla enviada por Dios. Son lo que Dios quiso decir. Lo que dicen los textos de la Biblia es lo que Dios decidió decir; algo así como el aliento