de altura que vive en Zambia” puede ser falsa o verdadera. Podemos demostrar la veracidad o la falsedad de esa proposición (es decir, demostrar que es verdadera o falsa), siempre y cuando sepamos a quién se refiere. Si conocemos a un hombre llamado Ebenezer de un metro ochenta de altura, de raza negra, propietario de una granja en Zambia, entonces la afirmación es verdadera. Pero si Ebenezer mide solamente un metro cincuenta o es mecánico de automóviles o vive en Zimbawe, entonces la afirmación es falsa. Pero con expresiones tales como “¡Buen día!”, “¿Qué hora es?”, “Sé honesto en tu trabajo” o “Si hubiera hecho lo que sabía que debía hacer…”, no tiene sentido preguntar si estas palabras son falsas o verdaderas. Un saludo, una pregunta, una orden o un deseo son solamente eso. No son en sí mismas verdaderas o falsas. Incluso algunas afirmaciones orientadas al futuro, como una promesa o una amenaza, solo pueden “llegar a ser verdaderas” si se cumplen o se llevan a cabo.
Ahora bien, cuando leemos la Biblia, resulta obvio que es mucho más que una simple colección de afirmaciones y proposiciones sobre datos que puedan considerarse “verdaderos” en un sentido simple o fáctico. La Biblia tiene toda la riqueza de la amplia variedad de expresiones y dichos que pueda incluir la literatura humana: relatos, órdenes, preguntas, diálogos, deseos, anhelos, promesas, amenazas, canciones, estallidos emocionales de alabanza o de quejas, proverbios, plegarias, saludos, etc. La Biblia está colmada de todas estas formas de habla y escritura. Decir que son “verdaderas” significa mucho más que solamente decir que son “fácticas”.
Debemos reconocer que la “verdad de la Biblia” produce su impacto en nosotros de una gran variedad de maneras. En su condición de literatura humana, a veces comunica su verdad de manera directa por medio de proposiciones afirmativas inconfundibles, pero con mayor frecuencia lo hace de modo indirecto por medio de múltiples formas de comunicación.
A continuación, presentaremos algunas de las variadas maneras en que se comunica la verdad bíblica. En realidad, estos conceptos pertenecen al próximo capítulo que trata sobre la Biblia en tanto escrita por seres humanos. Incluso así, vale la pena mencionarla aquí como característica importante de lo que significa hablar acerca de la verdad de la Biblia.
Los escritores y sus perspectivas
Si queremos aproximarnos a conocer la verdad, debemos considerar la vida desde diferentes perspectivas. Piense en un tren. Si lo mira cuando viene acercándose por las vías, sólo verá el frente de la máquina. Debe moverse y mirarlo desde el costado a fin de “ganar perspectiva” y saber verdaderamente cómo es un tren. ¡Esto vale también para los rostros humanos! Es necesario verlos de frente y de perfil —en tres dimensiones— para saber realmente cuál es la apariencia real de una persona. Esto es todavía más cierto respecto de la vida completa de alguien, o de los acontecimientos, la historia, los grandes temas de la vida y la muerte, etc.
Por esta razón, Dios nos ha provisto en algunas ocasiones diferentes perspectivas sobre un mismo asunto, para que podamos advertir que la verdad no es algo simple sino complejo. Tenemos dos informes en el Antiguo Testamento sobre un periodo de la historia de Israel: primero los libros de Samuel y de Reyes, y más tarde el libro de Crónicas. Si los estudia en forma paralela encontrará interesantes diferencias de perspectivas. Encontramos diferentes perspectivas de la vida cuando comparamos Proverbios con Eclesiastés y con Job, pero todos comunican aspectos de la verdad de Dios. Tenemos cuatro evangelios con sus singulares perspectivas sobre Jesús, y la principal diferencia de perspectiva la encontramos entre los Sinópticos y Juan. No nos preguntamos cuál es “verdadera” o “falsa”, del mismo modo que no lo preguntaríamos respecto a dos imágenes diferentes de un tren tomadas desde diferentes ángulos. Necesitamos todas las perspectivas que Dios nos ha dado para comenzar a captar la verdad completa sobre Jesús.
Géneros literarios
Una narración histórica puede ofrecernos datos verdaderos acerca del pasado. Pero existe también el formato literario de la ficción narrativa. Es decir, historia completamente imaginada por el escritor. También puede transmitir una verdad, y de hecho se propone hacerlo. Pero esta verdad no se descubre preguntando: “¿Ocurrió tal como aquí se dice?”. Pensemos en la parábola de Jesús sobre el Buen Samaritano. Esta historia es una ficción. Sin embargo, no decimos de ella que “no es verdad”. Tampoco consideramos salir a buscar el camino a Jericó o las ruinas de la posada o el esqueleto del asno del samaritano, a fin de “demostrar” que el acontecimiento sucedió. Sabemos que su verdad y su poder residen en otra cuestión: en el concepto de Jesús acerca de lo que significa ser un prójimo. El Antiguo Testamento también contiene ficciones como ésta; por ejemplo, la historia que Jotam le contó a la gente de Siquem (Jue 9.7–15) o la que Natán le narró a David (2S 12. 1–6).
También tenemos una amplia variedad de géneros literarios en la Biblia por medio de los cuales se comunica la verdad, aunque en forma indirecta: leyes (incluyendo algunas que eran histórica y culturalmente específicas para Israel), poemas y canciones, simbolismo profético verbal y dramatizado, y cartas.
Contexto histórico
Compare estas dos afirmaciones, ambas hechas por Dios acerca de Jerusalén por medio de un profeta:
• Defenderé esta ciudad y la salvaré.
• Los convertiré en desolación y en objeto de burla entre las naciones que los rodean.
¿Es una verdadera y la otra falsa? No, ambas son verdaderas, pero en contextos históricos diferentes. La primera fue dicha por Isaías (37.35), durante el reinado de Ezequías, cuando Dios prometió salvar a la ciudad del ataque de los asirios (y lo hizo). Mientras que la segunda fue dicha más de cien años después, por Ezequiel (5.14), en el último año antes de que Dios, en efecto, destruyera Jerusalén y enviara al resto del pueblo al exilio, donde ya se encontraba Ezequiel.
La historia modifica las circunstancias, y Dios habla en el contexto de la historia. En consecuencia, una palabra que era verdadera en un contexto puede no serlo si se la toma y se la usa en otro sin tomar en cuenta el original.
Dios ha decidido comunicarnos su Palabra a lo largo de un lapso prolongado de la historia humana, y por medio de varias culturas cambiantes. Por supuesto, lo que Dios dijo y requirió de la gente también fue cambiando a medida que progresaba la historia de la redención y la revelación. Vemos diferencias en los protagonistas entre la época del Génesis y la que viene después de Moisés y del Sinaí. Y más aún entre la era del Antiguo Testamento y el momento de la venida de Jesús. Aun dentro del Nuevo Testamento, hay un cambio entre la orden que Jesús dio a sus discípulos respecto a la misión que realizarían durante su vida terrenal (“No vayan a los gentiles”), y el mandato que les dio después de la resurrección (“Vayan y hagan discípulos de todas las naciones”). Es decir, debemos reconocer el carácter histórico de la Biblia y, en consecuencia, el contexto histórico en su manera de comunicar la verdad.
Debemos entender la verdad de la Biblia de un modo amplio y holístico.
• La verdad se comunica de modo diferente en cada una de estas alternativas.
• La verdad se comunica comprehensivamente por medio de todas estas alternativas.
Más arriba ya definí la verdad de la Biblia en estos términos: Dios habló de una manera confiable. Esto subraya un aspecto importante sobre lo que la Biblia dice de sí misma cuando habla sobre la verdad en las relaciones humanas, especialmente la verdad de Dios. Es una cuestión de confiabilidad: hacer lo que dice que hará.
En este sentido, la Biblia es confiable porque no dejará de cumplir el propósito para el cual Dios determinó que se escribiera. “Verdad” no solo significa precisión fáctica (aunque incluye un alto grado de ello cuando se propone comunicar tales cosas), sino veracidad para el propósito de Dios. Conocer la Biblia es conocer la verdad acerca de Él, del mundo, de nosotros mismos, del significado de la vida y la muerte, de los medios de salvación y del futuro de la creación. Esas son las verdades más importantes que Dios quiere que conozcamos. Decir que la Biblia es verdadera y fidedigna significa que no nos engañará respecto a estas cuestiones en aquello que se propone afirmar (lo cual todavía nos deja la tarea hermenéutica de comprender qué se propone afirmar… ¡pero