David Antonio González Piña

Yo elegí Arquitectura


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método”, “Canarios y gorriones”, entre otros. Sin embargo, este libro no pretende tener carácter narrativo: se desarrolló con un contenido temático que conduce a la reflexión. Va dirigido a todas las personas que deseen leerlo, y especialmente, a estudiantes y profesionales del ramo de la arquitectura. El libro contiene una gama de temas de interés, como los efectos que producen los sismos a nuestra ciudad. Asimismo, trato sobre la sociedad, el arquitecto, la arquitectura, la enseñanza universitaria, las responsabilidades del profesional; pero, sobre todo, me refiero puntualmente y de forma directa a la manera de ejercer y dignificar nuestras profesiones.

      Ojalá se cumpla mi esperanza y mi propósito.

      David Antonio González Piña

      Abril de 2020

      Introducción

      Mi generación heredó una ciudad en proceso de crecimiento, menos tecnificada, aunque cargada de cualidades morales, religiosas, culturales, deportivas, artísticas y científicas. Esto fue a partir de los años sesenta. El desarrollo generacional ha sido vertiginoso: cambiamos nuestra forma de vida sin darnos cuenta, nos comunicamos de forma distinta, modificamos nuestra forma de trabajar, de relacionarnos, de vestir, de producir, de divertirnos, etcétera. Estoy seguro de que a partir de estos cambios sociales se ha propiciado la transformación y superación constante en la mayoría de las personas, pero, sobre todo, se ha producido un fenómeno generalizado, el de la “adaptación”.

      De una generación a otra, la gente ha dado menor importancia a la comunicación de proximidad física. Antes se estudiaba y se trabajaba sin la ayuda de la tecnología, el ser humano era menos dependiente de los recursos tecnológicos para vivir. Pero todo parece indicar que la tendencia en el comportamiento del ser humano es que se subordine a una conducta semejante a las máquinas. Ahora adoramos a los ordenadores, conectados a una red virtual somos como robots, como chips, abrazamos poco, insensibles, dejamos de leer libros, somos como viajeros, siempre llevamos prisa, no esperamos, transitamos y no avanzamos, nada nos detiene. Nos hemos convertido en iconos, nombres, contactos, ligas. Habitamos el ciberespacio, ese espacio intangible, donde hasta la risa se ha convertido solo en un texto. Hemos deformado el lenguaje, somos datos, viajeros de la red.

      Esta acelerada manera de vivir nos envuelve en un proceso de repetición constante. La rutina nos aleja de cosas que pudiesen parecer insignificantes, sencillas e intrascendentes, incluso nos alejan de lo natural y lo divino.

      Es conveniente propiciar descansos en el ritmo de nuestras vidas de vez en cuando y preguntarnos quiénes somos y de dónde venimos. Estoy convencido absolutamente de que es necesario. La naturaleza propia del ser humano lo exige, pero, ante esas dudas, debemos mantener una postura indagatoria con la capacidad de discernimiento que nos identifica, gracias a la inteligencia.

      Nos encontraremos con distintas posturas que tratarán de responder tales interrogantes. El punto de vista científico y filosófico, la ciencia, las religiones, los tratados, las teorías, las corrientes ideológicas y tendencias de pensamiento, todos hablan sobre la existencia del ser humano desde la antigüedad. Sin embargo, la sociedad siempre seguirá en la búsqueda de respuestas, y es natural. Cada quien debe elegirlas con plena libertad.

      Ante ese desafío mental, aparecerán preguntas inherentes constantemente, entre otras, como la de saber cómo influye la naturaleza en nuestro comportamiento y ocupación, o cómo se propician nuestras aficiones, nuestras necesidades, nuestras acciones ante la vida, y en especial, ¿cómo aparecen nuestras profesiones?

      Entender en qué radica la diferencia de capacidades entre los individuos de una sociedad es algo muy importante que quisiéramos saber para poder aplicarlas en beneficio propio y de los demás. Son preguntas comunes que nunca dejarán de existir.

      La pregunta que yo abordaré es muy sencilla y no es tan profunda, pero es de suma importancia para aquellos que pretendan acercarse a la vida productiva de ese ser humano que, a través de lo que hace, se ha definido en la sociedad como una persona que asume la responsabilidad de mejorar las condiciones y calidad de vida de las personas, dejando muestra de sus logros a través del tiempo. Se trata de un personaje común, el arquitecto. Y ¿cómo surge el concepto de arquitecto?, o ¿en qué consiste ser arquitecto? Las respuestas se revelarán a lo largo de este libro con la organización de ideas generales, conceptos, preguntas, ejemplos, analogías, que me permitan proporcionar todo un contexto para establecer un puente facilitador, como eslabón entre mis experiencias personales y la realidad.

      La pregunta exige una definición concreta; sin embargo, prefiero derivar ciertos antecedentes que nos conducen a la definición de su identidad como preámbulo ante las pruebas.

      Desde tiempos remotos, uno de los elementos preponderantes para preservar la vida de los organismos vivos es garantizar que posean un espacio dentro de un ambiente adecuado, que les brinde las condiciones para su subsistencia.

      Esta reflexión nos lleva al análisis del concepto de hábitat. En la naturaleza, los seres vivos, el clima, la composición geológica y la relación que existe con el universo, interactúan en un proceso de ciclos vitales regidos por leyes. Existen ecosistemas diversos donde los seres vivos han desarrollado capacidades de adaptación ante su entorno, cohabitan en un ambiente físico entre formas de vida y estados ambientales de factores físicos distintos. Ciertos organismos vivos microscópicos y macroscópicos han desarrollado la capacidad de adaptación utilizando espacios para resguardo y logran su supervivencia dentro de los ambientes ecológicos más hostiles buscando refugios. Entre ellos, los animales han desarrollado, conforme a su nivel de inteligencia y memoria, la intuición para su defensa, preservación y protección de su especie. Utilizan materiales como hojas secas, paja, piedras, virutas, entre otros, y construyen refugios para guarecerse de los efectos climáticos como la lluvia, la nieve, el frío y el calor, así como protegerse de otros animales depredadores. Volvemos al concepto de “adaptación”. Es innegable que nadie debe quedar exento de acomodarse en su propio entorno.

      Otros animales construyen sus madrigueras utilizando técnicas de excavación distintas. Algunos realizan refugios basados en estructuras rígidas adheridas a los árboles, rocas, o bajo el agua. Entre los más destacados tenemos algunas aves como las golondrinas, varias especies de peces, las abejas y sus colmenas, las termitas, los castores… Todos construyen sus refugios con técnicas diferentes y eficaces, donde anidan y se reproducen. Producen espacios adecuados para su resguardo. Las arañas construyen refugios que no solo les sirven de protección, sino que también, bajo ciertas circunstancias, los usan como trampas de caza. De esa forma muy peculiar, los animales se protegen de los factores ambientales y se preparan para asegurar su permanencia en la cadena alimenticia. Utilizando sus propias uñas, garras, dientes, pico y patas como herramientas de trabajo, se convierten en animales constructores.

      En el caso del hombre, apoyado en su inteligencia, ha intervenido y modificado las condiciones de la naturaleza para lograr ambientes artificiales contra las adversidades. Desde la prehistoria, los seres humanos tuvieron la necesidad, al igual que los animales, de buscar un sitio de resguardo ante las inclemencias del tiempo. Tal necesidad llevó a una de las primeras especies humanas, el Homo erectus, del cual se tienen registros antropológicos de hace más de 400 mil años, a utilizar campamentos y refugios ligeros para resguardarse. Para una comunidad nómada que estaba en constante movimiento, estos refugios se realizaban con materiales fáciles de transportar, utilizaban palos ligeros, huesos, pieles y realizaban pequeñas excavaciones para sostener estructuras muy pragmáticas que formaban un refugio o vivienda temporal. Esta comparación entre el hombre y los animales establece un postulado: habitar un sitio en condiciones favorables ante el entorno nace de una necesidad de subsistencia.

      El desarrollo del hombre constructor vino de la mano con los avances en todas las áreas de su evolución. El hombre prehistórico pasó por tres importantes períodos de tiempo que le permitieron desarrollar varias habilidades para construir refugios: el período paleolítico, el neolítico y el mesolítico. Durante ese tiempo desarrolló también habilidades para su subsistencia como la caza y la pesca,