David Antonio González Piña

Yo elegí Arquitectura


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que las obras se pudieran llevar a cabo.

      Lo que pretendo describir es que los ingenieros son y han sido formados con un conocimiento técnico y los arquitectos con conocimientos en el ámbito social y artístico. Los arquitectos manejamos notablemente procesos de concepción plástica, con una sensibilidad especial desde el punto de vista del arte en la solución de proyectos.

      Ante esa diferencia, el ingeniero y el arquitecto siempre estarán en constante pugna. Por un lado, los ingenieros, cuestionando y criticando el trabajo de los arquitectos, afirmando que solo nos corresponde poner el color a las obras y colocar plantitas con florecitas en los jardines para cuidar la estética. Dicen que ellos las calculan y las construyen con mayor seriedad, que de ellos depende su estabilidad.

      Sin embargo, en la mayoría de los casos, las soluciones espaciales que necesita el cliente, las resolvemos los arquitectos. Ellos, los ingenieros, solo diseñan espacios confinados por cuatro muros ortogonales, cayendo en cuadrados sin chiste.

      Entonces, ¿a quién debe acudir la sociedad para resolver sus problemas? ¿Al ingeniero o al arquitecto?

      Yo recomiendo total y plenamente que debe recurrir al talento.

      Formación por inspiración

      Desarrollar al país requiere gente propositiva que resuelva los problemas de bienestar moral y social, que atienda los temas de salud, que potencie la economía, que administre los recursos, que impulse la ciencia, la tecnología, que garantice la seguridad y el bienestar de las personas, resolviendo los problemas del colectivo.

      Formar profesionales capacitados en todas las áreas es uno de los objetivos que deberán ser planteados como prioridad nacional. Las personas que así lo decidan deben situarse en alguna de las áreas de desarrollo conociendo el sentido y objetivo de las profesiones. Las carreras nacieron hace ya muchos años, seguramente ante una situación parecida a la aparición de la carrera de Arquitectura, y muchas fueron acogidas por la gente ante penurias reales y evolucionaron para el bienestar general. La mayoría son necesarias y atractivas; otras ya son decadentes; otras, con las que se formaron las generaciones pasadas, han desaparecido. También han aparecido nuevas y otras modernas están por nacer por la inercia de este mundo globalizado… El dilema es cuál carrera elegir.

      Elegir la carrera, cualquiera que ésta sea, para muchos no es sencillo. Para seleccionarla debemos conocernos bien, conocer las debilidades, las fortalezas, los intereses y aficiones. La profesión debe ser elegida de acuerdo a nuestros gustos y talentos. Es muy importante recurrir a los expertos que nos ayuden a identificar nuestra vocación.

      A veces, sin darnos cuenta, nos dejamos influir por lo que escuchamos de los amigos, decidimos lo que nuestros padres quieren o nos dejamos llevar por las experiencias de otras personas ya acreditadas sin que nuestras vidas tengan nada que ver con ellos. No quiero decir que aislarse debe ser lo mejor. Siempre es bueno escuchar a los demás, pero sin dejarse convencer por cualquier argumento. Si nunca desechamos los miedos para tomar decisiones importantes por nuestra cuenta, estarán presentes a lo largo de nuestra vida influyendo en nuestro comportamiento. Siempre seremos personas al margen de los problemas, sin asumir riesgos.

      Si ya elegiste alguna licenciatura, tienes que estar bien seguro de la que escogiste.

      El aspirante a arquitecto, por ejemplo, debe entrenarse en la ejecución de planos de casas, edificios, parques, plazas comerciales, y todo tipo de edificaciones; debe saber comprender las necesidades de las personas para traducirlas en construcciones. Un candidato a arquitecto debe entender de estética y debe conocer materiales relacionados con la construcción, además de tener aptitudes para el manejo de las personas.

      El aspirante que elige la carrera sin que sus padres sean arquitectos o al menos profesionales en otra área, se enfrenta al dilema de si lo que decidió y eligió es lo correcto. Constantemente se preguntará si será suficiente lo aprendido para abrirse paso en la vida, ya que no cuenta con referencias inmediatas.

      Este aspirante tiene un grado de dificultad alto para iniciar sus actividades, realiza un esfuerzo constante, tiene que relacionarse, acomodarse, y comenzar desde abajo, desde cero: todo un reto.

      Otro es el caso de aquel estudiante cuyos padres han sido profesionistas, específicamente arquitectos. La expectativa para el joven prometedor es alta. Los padres, en ocasiones por instrucción, los convierten en profesionistas por obligación. Estos casos cargan con la herencia de la carrera, pero muchos no heredan el talento. Los hijos tienen que continuar con el negocio familiar a toda costa, para responder a las expectativas con vocación y perseverancia para demostrarlo.

      Los jóvenes que se dan cuenta de que la carrera que eligieron no es su verdadera vocación, desertan en los primeros semestres. Otros, ya titulados, cambian de carrera, y otros terminan desorientados, temerosos de ejercer.

      A lo largo de mi actividad profesional observé algunos compañeros que se levantaban desde muy temprano para llegar a tiempo a su sitio de trabajo. Estas personas detestaban y aborrecían lo que hacían. Su comportamiento aversivo y de molestia los exhibía. Incluso había quien manifestaba que la profesión que eligieron no les producía ninguna pasión.

      Después de horas de traslado, llegaban tarde y se instalaban en sus posiciones ya cansados pensando que presentarse era suficiente para devengar su pago. No es halagador saber que, por necesidad, debes comprometerte a cumplir con horarios fijos o realizar actividades que te causarán un daño emocional. Una mala decisión para la elección de la carrera propicia un estado de ánimo irritable, y el resultado de tu trabajo será de baja calidad, mediocridad, desmotivación y cansancio, sin contar con la convivencia entre personas que no comparten los mismos gustos y objetivos.

      Si elegiste alguna carrera y te encuentras en el proceso inicial, busca agentes motivadores, esos que te inspiren y entusiasmen en actividades creativas. Estoy seguro de que pronto tendrás buenos resultados y satisfacciones tangibles.

      Las fuentes de inspiración son muy importantes. Es muy fácil acceder a información a través del maravilloso mundo del internet para conocer biografías de personas talentosas, emprendedoras y creativas. Ahí se nos proporcionan datos, documentales en video o cualquier otra información que sirva para impulsar nuestras ganas para iniciarnos en algo.

      Por ejemplo, podemos revisar la carrera exitosa de Pep Guardiola, con la explicación de cómo amó el futbol desde su infancia y cómo se logró posicionar como el genio de la dirección en el ámbito futbolístico. Otra opción sería revisar la vida y obra del arquitecto Santiago Calatrava, que se ha catalogado como uno de los mejores arquitectos del mundo. Tal vez revisar la vida de los científicos más influyentes para la humanidad y sus aportaciones al mundo sería muy enriquecedor.

      Una vez que te conviertes en un profesionista, conforme pasa el tiempo, te vas consolidando. La mayoría se va posicionando y encontrando su lugar. Ciertos profesionistas bien preparados descubren que son buenos vendedores. Algunos tienen éxito como empresarios, y otros impulsan negocios especializados.

      Hay otros que se acercan a lo administrativo, que los aleja de lo técnico, mientras su profesión no tiene nada que ver con eso. Otros buscan instalarse en posiciones dentro de la administración pública pensando que en esa trinchera realizarán jugosos negocios que equilibren sus ingresos. Otros se refugian en la docencia, etcétera.

      El caso que no es apropiado es el de aquella persona que, después de haber terminado de formarse, no ejerce, no trabaja, no produce y entra en depresión. Eso sucede cuando no se posee una pasión verdadera por hacer algo, ni por vivir.

      La elección para estudiar la carrera de Arquitectura no me fue difícil después de saber que la Ciudad de México se fundó sobre un gran lago, el lago de Texcoco, compuesto por aguas dulces y saladas, y que se está expandiendo sobre los terrenos que se fueron desecando. Es apasionante construir en esa zona por lo problemático de la inestabilidad del suelo y por considerarse una zona susceptible a los efectos sísmicos periódicos.

      Por