en este momento que te tiene envidia, que quizá hasta ahorita que te estoy diciendo esto te estás dando cuenta.
Envidia por el éxito, por tu manera de vivir, por lo que tienes, por cómo te vistes, por cómo te peinas, por la escuela o el trabajo que tienes, hasta por la familia que tienes.
Es increíble la cantidad de envidia que, entre seres humanos, nos tenemos.
Si tuviéramos un envidiámetro, o algo que pudiera medir la envidia, estuviera descompuesto, de tanta sustancia envidiosa que habría.
Pero si te paras en un espejo, te dirás a ti mismo: “eres una buena persona”.
A veces pensamos que darle una moneda a alguien, comprarle algún producto a alguien de bajos recursos es ayudar a la gente.
Y es por eso que nuestra sociedad va en declive.
El limosnero no te está quitando lo que necesitas, tú le das a él lo que te sobra, igual al que vende un producto y se lo compras, lo compras porque te lo vas a comer, o lo vas a utilizar. Pero nuestra mente nos engaña. Competimos a ver quién es más generoso, quién ayuda más a las personas, y hablando en el tema cristiano, quién hace más para Dios.
Es una lástima que todo esto sea una competencia.
Es una tristeza que todo el mundo esté pensando en ser mejor que aquel, y ser mejor que aquel lo llena de satisfacción, una satisfacción vana, pobre, momentánea.
La vida no tiene que ser una competencia, es un camino que todos recorremos de maneras distintas, y por lo único que debemos de preocuparnos es cómo hacer las cosas mejores, pero para Dios.
Reconocer y aplaudir el triunfo y los logros de los demás, es algo de lo cual también debemos alegrarnos, pero el mundo está al revés. Nos alegramos cuando alguien fracasa en su matrimonio, en su trabajo, en un negocio y hasta en la vida cristiana. El morbo nos inunda, y sobre todo la envidia de decir: “Algo hizo, por algo le fue mal”.
No olvides que la envidia tampoco acaba bien, sobre todo cuando se trata de las cosas de Dios.
En nuestros tiempos recientes, de las redes sociales, es cuando veo que es más notoria la envidia, llega hasta el extremo de enojarnos porque alguien tiene más reacciones en su publicación que nosotros.
Te reirás de esto, pero muchas personas no pueden tener paz hasta que de alguna u otra manera consiguen lo que quieren por redes sociales, con tal de tener una paz mental igual de pobre que el objetivo por el cual la persona hizo eso.
¿Me creerás si te digo que son una de las primeras cosas que también están escritas en la Biblia?
Caín y Abel. Dos hermanos completamente distintos, que trabajaban en distintas cosas y que tenían distintos objetivos.
En realidad, nada tenía que salir mal, cuando era tiempo de ofrecer sacrificios a Dios; creo que ambos sabían lo que tenían que hacer.
Fue Abel y ofreció su ofrenda, Dios se agradó.
Fue Caín y su ofrenda no fue agradable a Dios.
No sé si esto era tan grave para hacer que Caín se enojara y le tuviera tanta envidia a su hermano Abel, llegando a tal extremo de matar a su hermano.
Tal vez si Caín hubiera reflexionado un poco, se hubiera tomado un momento para pensar qué había hecho mal y qué hacer para remediarlo. Las cosas hubieran sido distintas, pero es lo que causa la envidia. La envidia ciega, confunde, te hace creer que todos son tus enemigos o que estás compitiendo contra todos, que todos están en tu contra y que tienes que acabar de alguna u otra manera con la competencia.
Amigo mío, la envidia es grave, muy grave. De tal magnitud que hará que cometas locuras, que hagas cosas vergonzosas, para conseguir eso que la envidia quiere que consigas.
No hace falta que te dé muchos ejemplos, ya que eres suficientemente maduro para entender que quizá ya hemos hecho algo sin sentido para obtener lo que queríamos.
Y la envidia no se compadece, si lastimas a alguien, o de alguna manera lo afectas, la envidia busca su única satisfacción. Y lo que les pase a los demás no le interesa en lo absoluto.
Es por eso que aun después de lo sucedido con Caín y Abel, Caín actuaba así, simple, como si nada hubiera pasado, como si lo que él hizo no hubiera sido tan grave, y eso es exactamente lo mismo que te hará creer a ti la envidia.
Cuando una persona se vea afectada por tus acciones, acciones que se verán impulsadas por tu envidia, te importará un cacahuate cómo se sientan, lo que tú les hiciste sufrir o cuánto los lastimaste.
Perdón, pero así es eso, el problema allí esta, y necesitas detectarlo y atacarlo.
Como lo dije anteriormente, Dios tiene un antídoto para cada problema, es especialista en todo tipo de situaciones. Inclusive, si tienes el problema de ser envidioso y no lo reconoces, él es capaz, de hacerte ver si realmente lo tienes. Pero es un especialista respetuoso, no tratará contigo si no quieres ser tratado.
Pero los síntomas son muy evidentes. Si los ignoras y si después sufres consecuencias por ello, no culpes a Dios.
Si te sientes enojado porque alguien hace más que tú en la Iglesia, pero tú no trabajas ni tienes intención de servir a Dios, antes tienes sed de reconocimiento humano. Tienes un serio problema.
Si te sientes enojado porque una familia vive feliz, porque Dios les bendice, pero tú te la pasas peleando con tu esposa e hijos. Tienes un serio problema.
Si te sientes enojado porque a un compañero tuyo lo ascendieron en la fábrica o en el lugar donde trabaja, pero a ti te gusta levantarte tarde y no esforzarte por mejorar tu desempeño laboral. Tienes un serio problema.
Si te sientes enojado porque tu compañero se graduó con una excelente calificación, pero a ti te gustaba “tirar barra”, salir a fiestas y olvidarte de tus tareas. Tienes un serio problema.
Como esos ejemplos hay muchos para darte cuenta de que tienes un problema, y necesitas tratarlo. Primero que tratarlo, reconocer y aceptar que es un problema tuyo, no un problema de los demás, porque por allí se empieza, pensando que es problema de todos menos tuyo.
Dios te ofrece su ayuda, siempre y cuando quieras que este problema termine.
Sé que quizá has perdido cosas, yo las perdí, por ser envidioso, pero puedes pasar horas reflexionando cuántas cosas has perdido por ser envidioso, y llegarás a la conclusión que muchas.
Quizá la situación que ahora vives es consecuencia de ello. No lo sé, ni siquiera te conozco.
Pero Dios sabe exactamente lo que necesitas, quizá este libro llegó a tus manos por mera curiosidad, pero llegó por alguna razón que quizá desconozcas.
Varias personas me atacaban diciendo que cómo yo iba a hacer un libro, que de qué temas iba a hablar, incluso que a nadie le iba a llamar la atención.
Pero mira, aquí estas tú, rompiendo esa predicción que la gente dio acerca de esto.
Pero yo me siento en paz, ¿sabes por qué? Porque sé que muchos comentarios que recibí fueron basados en la envidia. No podemos dejar que la gente sea feliz y plena, no lo toleramos. Y qué lástima me da esto.
Como lo hice anteriormente, quiero darte la definición literal, según el diccionario, de lo que es la envidia.
La envidia es el sentimiento de pesar ante el bien que posee otra persona, es decir, el desagrado o molestia producidos en alguien ante el bien ajeno. Procede del latín invidĭa, que deriva de invidere (in-, 'hacia dentro' y videre, 'ver'). Así, se asocia a 'mal de ojo' y 'mirar mal'.
Cuando la envidia se generaliza como un rasgo de personalidad, la persona que la siente es llamada envidiosa.
La envidia es considerada uno de los siete pecados capitales. Esto se debe a que la sola idea de que el otro tenga algo bueno, genera sentimientos de aprehensión en el envidioso.
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