Romanti Ezer Veloz

Caos en el Cristianismo


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Un ejemplo típico es cuando un niño rechaza o descarta un juguete, pero si su hermanito lo toma y se divierte, intenta arrebatárselo.

      En el lenguaje coloquial, la palabra pelusa puede utilizarse como sinónimo de envidia. Por ejemplo: 'Felipe tiene pelusa de su hermana pequeña'.

      Otros términos relacionados, sin ser sinónimos, son: celos, rivalidad, resquemor, resentimiento, codicia, etc. Algunos términos opuestos a la envidia podrían ser conformidad o indiferencia.

      Por favor, de verdad te lo digo, con todo mi corazón. No podemos cambiar el mundo, y menos con un libro, pero sí podemos cambiar tú y yo, para que este mundo, para que nuestro hogar, para que nuestra Iglesia, sea un mejor lugar.

      Si batallas con esto, no te preocupes, todos hemos batallado. Pide a Dios que por favor doblegue tu envidia, y tú también, ten voluntad, para poder acabar con este problema.

      Las cosas mejorarán. Insisto, qué bonita sería la vida con menos envidia, tanto de los demás hacia ti, como de ti hacia los demás.

      Qué curiosas son las cosas, ¿no? Nos hace falta sensibilidad como personas. Queremos que el mundo cambie, pero no queremos cambiar nosotros. Queremos que los demás sean mejores, pero nosotros no queremos mejorar.

      Amigo, hermano mío, esto es un trabajo de todos. Todos debemos cambiar y mejorar, porque es algo que constantemente es necesario en nuestra vida. Hacer cambios es bueno, siempre y cuando los cambios sean para beneficio. Sobre todo, que sean edificantes en nuestra vida cristiana.

      Pero como lo he dicho, no pienso cambiar a nadie, mucho menos con unas páginas. Creo que la necesidad de un cambio es personal. Si estos temas han estado atacando tu vida, si es necesario que cambies, hazlo por tu bien.

      Tu familia te lo agradecerá, no con palabras quizá, pero verás que todo, cada día, mejora para bien.

      ¿Quieres que otros cambien? Hazlo tu primero.

      MATA AL ALMA Y LA ENVENENA.

      Quisiera continuar, hablando de otro problema.

      Te hablaré de la venganza, esa que “nunca es buena”, esa que “mata al alma y la envenena”, dijo el famoso don Ramón.

      Aunque nos cause gracia, esta frase es muy cierta.

      Para entenderla, primero debes saber que el alma es el centro de las emociones, es por eso que mucha gente dice: “Te amo con toda mi alma”, o dice también: “Te odio con toda mi alma”, porque en el alma es donde se crean y se desarrollan los sentimientos hacia los demás, tales como el amor, el odio, el rencor, etc.

      Teniendo eso en mente puedes pensar, ahora sí, que cuando don Ramón dice: “la venganza nunca es buena”, es verdad.

      Siempre la venganza es resultado de una acción.

      Mayormente en una acción mala, que te hicieron pasar quizá alguna mala jugada, tal vez algún mal que te hicieron a ti o a alguien de los tuyos, llámese amigo o familia.

      Lo que siempre buscaremos por naturaleza es la venganza, que la persona que nos hizo daño pague por lo que hizo. A veces buscamos que paguen de una peor manera, y es una cadena que, si no decides cortar tú, seguirá por mucho tiempo.

      Lo peor de esto es que es un cáncer que, igual que todos los cánceres, o bueno, al menos la mayoría de ellos, mata.

      La venganza es un sentimiento que también se crea en el alma. Poco a poco se va maquinando para después llevarlo a efecto, y que este tenga una repercusión en la persona que queremos que sea atormentada a través de nuestra venganza.

      ¿Por qué queremos vengarnos?

      Hay muchas respuestas para esta pregunta. La más común que logro ver, es que creemos que nadie nos puede hacer daño, que nadie tiene derecho a lastimarnos, que nadie tiene por qué hacernos sentir mal, o jugarnos chueco. Y por eso cuando alguien lo hace, tratamos de pagarle de la misma manera.

      Y es verdad, nadie tiene por qué hacer todo eso, el problema es que nosotros sí lo hacemos con la demás gente.

      Nos aprovechamos de las personas, lastimamos a otras personas y las dañamos, hablamos mal unos de otros, nos deseamos mal unos a otros, y es por eso que de allí nace la respuesta. Queremos vengarnos porque no merezco lo que me hacen.

      Si, pero los demás tampoco merecen.

      Ahora, si nos ponemos a pensar en muchas desgracias que han pasado en nuestro entorno, podremos concluir que, en muchas ocasiones, el resultado es consecuencia de alguna venganza.

      Si hay algún pleito por aquí, si hay algún otro por acá, es porque aquel primero le hizo a aquel.

      Es muy raro todo esto, porque no nos dejamos de nadie Creemos que al no hacer nada nos convertiremos en débiles, en cobardes, la gente se reirá de nosotros Creemos que conocemos la justicia, y por eso la hacemos por nuestra propia mano.

      Ahora, si bien es cierto, hay una línea muy delgada, entre ser tolerante y ser indiferente.

      No puedes permitir que alguien se aproveche de ti, de tu familia Si eres buena persona, déjame decirte que mucha gente querrá aprovecharse de ti, de lo que haces, quizá hasta de los bienes que tienes.

      Debes tener cuidado en ser tolerante, pero no en ser indiferente.

      Ahora, también debes cuidar eso que permite que despierte ese sentimiento hacia los demás, que es la cero tolerancia. Porque después vives tu vida creyendo que todos quieren hacerte daño, que todos son malos, y es un tormento del cual no tienes control, pero tú mismo provocaste ese tormento emocional, en donde piensas que todos son malos, y el único bueno en esta vida eres tú. Eso hace que siempre estés a la defensiva, que siempre quieras tener la razón, pero tranquilo: aún hay gente buena, y siempre habrá gente buena.

      No creas que eres el único ser honesto (si es que lo eres) en la faz de la Tierra. Hay mucha gente que se siente así, pero quizá sea porque un día se aprovecharon de ellos y cerraron sus puertas totalmente.

      La venganza produce placer después de llevarla a cabo, causa satisfacción, pero esa satisfacción y placer que causa son pasajeros. Solamente nos deja más vacíos de lo que ya estamos.

      Por eso bien dice don Ramón: La venganza NUNCA es buena. Ni en el momento más oportuno, tampoco es buena. Aunque sea quizá el tiempo perfecto para vengarnos.

      Jesús conoce nuestra mente e intenciones, por eso dice en su palabra: “Mía es la venganza, yo daré el pago…” Por algo la palabra de Dios nos dice eso, sabía Dios que nuestra justicia no es justa, sabe que no somos capaces de poder darle a nuestro prójimo algo justo. La venganza de la que Cristo habla siempre, y la cual es la que siempre da, es justa, pero se basa en su misericordia, bondad y amor.

      Es por eso que él hace venganza de diferente manera que nosotros, porque nuestra venganza se basa en el enojo, en los impulsos y en la injusticia, sobre todo. Por eso todo termina mal, porque no somos capaces de vengarnos por nuestra propia mano.

      Cristo, como en todos los casos, nos extiende su mano para ayudarnos, pero igual que en las otras ocasiones, se requiere de voluntad. Cuando le dejamos nuestras situaciones a él, él se encarga de la venganza. Y es mejor que un especialista, y alguien que tenga compasión, sea quien tome venganza por nosotros.

      Recuerdo un caso muy particular.

      Mis hermanos y yo siempre sufrimos burlas en las escuelas, únicamente por ser cristianos. Había niños que querían pelear con nosotros solamente porque éramos cristianos, y pues en varias y repetidas ocasiones sufrí de golpes por esa causa.

      Yo siempre seguía la recomendación que mis padres me daban. En ocasiones llegaba llorando a mi casa, porque no podía responder de la misma manera que ellos, y eso me frustraba. En mi corazón sentía odio por no poder vengarme por mi propia mano, pero al ver la justicia de Dios, el odio que tienes se convierte en misericordia hacia