Silvia Somaré

La historia de una buena mujer


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y del mundo (2). “Es vivir la vida y aceptar el reto, recuperar la risa, ensayar el canto, bajar la guardia y extender las manos.” Los primeros laicos que acompañaron a Jesús fueron José y María, después Magdalena y sus amigas, los discípulos de Emaús, José de Arimatea… y siguen las firmas.

      En palabras resumidas y sencillas: ser laico es tratar de vivir las enseñanzas de Jesús en el corazón mismo de la sociedad en la que vive, animarla y transformarla desde el lugar en que se encuentra, ya sea familia, trabajo, diversión y todas las opciones de vida. La diferencia con las otras vocaciones —que serían las de especial consagración— es el lugar y el estilo, aunque todos estamos llamados a complementarnos y acompañarnos desde el ser de hijos de Dios, a pasar cruces y a celebrar resurrecciones.

      Después de esta introducción, me dedicaré a mostrar el rostro y la presencia de Catalina laica. Deseo que sea inspiración, modelo y fortaleza para muchos. Nuevamente advierto, en no juzgarla con los parámetros actuales porque, con lo que acabamos de ver, su tarea puede parecer clericalista. La visión debe ser opuesta. En una sociedad sumamente clericalista y masculinizada, lo que hizo como laica estuvo fuera de lo acostumbrado en aquellos años. ¡Y quizás para estos también!

      Tal vez porque Catalina murió como religiosa y en la mayoría de las imágenes la vemos así representada nos cuesta asumirla como laica. Vivió esta vocación, a la espera de la concreción de la otra, el doble de tiempo; es decir, fue cuarenta y ocho años laica y solo veinticuatro religiosa. Nos muestra caminos como esposa, como madre adoptiva y como mujer que, desde donde estuviese, encarnó el Evangelio saliendo de su confort. Para ella, los esquemas no existieron a la hora de buscar el bien del prójimo. Fue sal en una sociedad desabrida de fraternidad y fue luz en una Iglesia que se quedaba a oscuras (cfr. Mt 5, 13-16).

      Siempre hacen falta la sal y la luz; se trata de ir con nuestros granitos y nuestra vela en la mochila, usar los sentidos para ver donde debemos sazonar o alumbrar y ahí detenernos. Para después seguir caminando. Catalina marca el rumbo. Su ejemplo nos desafía “a desplegar las alas e intentar de nuevo, a celebrar la vida y retomar los cielos.”

      1- Concilio Vaticano II, constitución Lumen Gentium 31.

      2- Papa Francisco, Mensaje al Consejo Pontificio Latinoamericano, 13 de marzo de 2016.

      3- Papa Francisco, Mensaje al Consejo Pontificio Latinoamericano, 13 de marzo de 2016.

      4- CELAM, Documento de Puebla, 323.

      5- Memorias, 20.

      6- Positio, 51.

      7- Positio, 53.

      8- Apuntes, 63.

      9- Apuntes, 62.

      10- Apuntes, 64.