hija, que referí en el capítulo La Historia.
Un nuevo enfrentamiento sacudió el país Esta vez fue la batalla de Pavón, en septiembre de 1861, donde las fuerzas de Buenos Aires de la Confederación terminaron con la presidencia de Santiago Derqui. Entonces, la familia regresó a Córdoba. El coronel Zavalía decidió retirarse de la vida militar dedicándose a administrar los campos de su familia, situados en el norte de la provincia de Córdoba, en la zona de El Tío. Hacia fines de marzo sufre tres “ataques” (14) en un día Catalina “es avisada y sale raudamente para auxiliarlo pero llega cuando su amado esposo había fallecido”. (15) Era el 30 de marzo de 1865. Catalina, quien expresó que se “había muerto el ser que más amaba después de Dios”, quedaba viuda a los 41 años y con la “gran preocupación de no poder asistirlo en el momento de la muerte” (16). Entonces ofreció muchos sacrificios y oraciones por su descanso eterno. Acudió a doña Petrona Núñez, a quien todos tenían por santa, para comunicarle sus temores. Ella la tranquilizó diciéndole que se había salvado pero, si ella lo deseaba, le haría manifestar el alma de su esposo. Catalina aceptó con la condición de que fuese en la Iglesia. Y así fue unos días después en el momento de comulgar en la Iglesia Santo Domingo, por lo que quedó consolada por la seguridad de la salvación de su alma (17). Una vez más experimentó que “el corazón siempre te guía para encontrar la magia que tiene la vida”.
Estos caminos muy raros y este estado bien diferente (18) que, según sus propias palabras, vivió Catalina nos dejaron también su testimonio como mujer casada, como esposa. Declaraciones de la Positio dicen que, con frecuencia aconsejaba a matrimonios que estaban en problemas animando principalmente a las mujeres (19). También, a partir de la relación con Zavalía, nos asomamos a la visión equilibrada que tenía de los varones. En una época masculinizada, de exaltación de la virginidad y con una vocación a la vida consagrada, tuvo una relación normal con su esposo y no se atisban sometimientos, sino una vida a la par, de complemento y de respeto mutuo. Valoró su rol y su tarea, como también logró que él valorara la de ella. Ejemplos de este tipo se repiten en la relación con otros varones con los que le tocó interactuar.
Catalina esposa “confió en su corazón”, en el corazón de Jesús y “siguió adelante viviendo la vida”.
1- Memorias, 20.
2- Positio, 33.
3- Positio, 41.
4- Apuntes, 53.
5- Apuntes, 56.
6- Apuntes, 53.
7- Positio, 45.
8- En ese momento ya tenía 14 años.
9- Positio, 47.
10- Apuntes, 321
11- De Denaro, Liliana, Saturnina Rodríguez, una mujer de su tiempo, Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús, Córdoba, 2009, 64 y ss.
12- Puede entenderse por esto personas que les gustaba tomar de más o hacer comentarios inapropiados.
13- Positio, 52.
14- Probablemente infartos.
15- Apuntes, 59.
16- Apuntes, 60.
17- Cf. Apuntes, 61.
18- Memorias, 20.
19- Cf. Positio, 49.
LA LAICA
“No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños, destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frio queme, aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento.
Vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa, ensayar el canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos.”
(Mario Benedetti)
Dos perspectivas debieran quedarnos de la siguiente lectura: la definición y el rol de los laicos y la comprobación de que Madre Catalina vivó verdaderamente su vocación de laica durante cuarenta y ocho años de su vida.
Mucho tiempo demoró la Iglesia en dar una respuesta certera a la pregunta: ¿qué es un laico? Demora que no solo correspondió a la jerarquía, también los laicos, contagiados de una veta clericalista se sentían y vivían como “católicos de segunda”. En el Concilio Vaticano II se buscó definirlos desde lo negativo: “Son todos los fieles cristianos a excepción de los miembros del orden sagrado y los del estado religioso (1)”, y también indicaba que tienen “una misión particular que a ellos corresponde.” ¡Pero no definía la misión! Se fueron dando pasos en contextos que debemos considerar para no juzgar ligeramente. Y en este contexto, considerando que en el Vaticano II en 1965 participó por primera vez un laico y se habla por primera vez, explícitamente, de ellos en un concilio, es sumamente valiosa la tarea de Catalina cien años antes.
Volviendo a la actualidad, san Juan Pablo II y Francisco son los que dan impulso y plantean la vida laical como una vocación. El Papa argentino les da el lugar que tienen al afirmar que todos somos bautizados laicos y, después, surgen las otras vocaciones y los insta a ponerse de pie, a tomar su rol en la Iglesia, desde el servicio y no desde la servidumbre, a dejar de lado el clericalismo para ser fermento en la masa, para ser sal y luz. Y es aquí donde viene la tan necesaria definición del papel que tienen en la Iglesia y en el mundo: el laico no ejerce su misión solo en la Iglesia, sino especialmente en otros ámbitos en los que él está involucrado, como es sobre todo la familia, el trabajo y, en definitiva, todas las relaciones en las que se ve envuelto en su cotidianidad. Esta conclusión también da por tierra la tentación que suele tener el laico de sentir que sirve a dos señores: por un lado asiste a la Iglesia para cumplir con todos los ritos que tengan que ver con Dios y por otro se dedica a su trabajo, a otras esferas que se guían por las propias normas y fines. Con este estilo, Dios no tiene que ver con las relaciones cotidianas y a veces suele estorbar, por lo que solo se lo considera desde las estructuras eclesiales y algunos ritos aislados. Esta tentación o realidad, según el caso, tiene una consecuencia normal: Jesús y la fe dejan de tener relación con lo que nos ocupa y nos preocupa. El resultado es una especie de paganismo de nuevo sello: que el Señor nos deje tranquilos que ya nos valemos por nosotros mismos y, si acaso, que nos atienda cuando lo requerimos.
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