Silvia Somaré

La historia de una buena mujer


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Rojas)

      Los sueños son un tema recurrente en este libro porque fue recurrente en Catalina. Creo que va más allá de los deseos y sueños a los que invita a descubrir san Ignacio en los Ejercicios Espirituales. Un sueño es algo lindo, de lo contario se convierte en pesadilla, su definición lleva implícita la grandeza, el salirse de la realidad, el gozo de sentirlo. Lo bello del sueño no es tanto cumplirlo, sino vivirlo. Al cumplirlo, las satisfacciones son más grandes cuanto más grande es el sueño. Al llegar a su meta, no solo crece la persona, también crece la humanidad porque todo sueño aporta algo bueno.

      Considero que Dios es el gran Creador, pero antes sueña lo que hace. Podríamos decir que cada uno de nosotros somos un sueño de Dios, un deseo de Dios, y en la medida que lo concretamos, sintonizamos con Él y, de ese modo, alcanzamos la felicidad. Es importante descubrir para qué fuimos creados, para qué fuimos soñados por Dios; eso constituye el porqué y el por quién de nuestra vida, lo que define la vocación y desde allí las decisiones de cada día, lo que disfrutamos, lo que nos alegra y lo que nos entristece. Los sueños también nos llevan a mirar hacia adelante, a superar obstáculos, a aceptar desafíos, y por esa trama que somos los hijos de Dios, del cumplimiento de los sueños de cada uno depende el cumplimiento de los sueños de los demás y viceversa. Pensemos en el tenor de nuestros sueños si Catalina no hubiese ido persistentemente tras su Sueño Dorado, tras ese llamado de Dios a una misión transgresora.

      Ella dejó andar “su sueño, buscando la verdad de su vocación”, dejándose llevar hacia donde Dios la llamaba. Y es así como este gran sueño para concretarse, tuvo que ser alimentado por pequeños sueños, que en algunos momentos fueron pesadillas. El permiso del Obispo, encontrar señoras que se sumaran a su deseo, lograr que el padre David Luque estuviese al frente de la obra, son solo algunos ejemplos.

      Esta familia cumpliendo su sueño, nos muestra a nosotros lo que también nos enseña Catalina: sus sueños fueron desafíos movidos por la pasión por el Corazón de Jesús y la Pasión por la Humanidad. También reflejan que las fronteras no son obstáculo, sino una invitación para ir más allá, para traspasarlas. Es así como desde lo bueno que hay en cada uno de nuestros corazones vamos tras el Amor y la Reparación dejando de lado las límites propios y los que por miedos, prejuicios, estructuras nos arrinconan y no nos dejan vivir la vida que Dios nos regaló.

      Después del Sueño Dorado, “siguió buscando caminos y confiando”. De ese modo surgió el sueño de que los integrantes de su familia religiosa volaran como ángeles veloces más allá de las fronteras llevando la gloria de Dios. Y así siguió Catalina, soñando con otros, uniéndose a los sueños del santo Cura Brochero, enviando 16 hermanas, cruzando las Sierras cordobesas a caballo, para fundar la comunidad de Villa del Tránsito. Luego vinieron las de Santiago del Estero, Rivadavia, San Juan, Salta, Santa Fe, Tucumán, Mendoza, La Rioja, Buenos Aires y San Luis. Catalina, como mujer de altos vuelos, evitó que esos sueños quedaran en ella, supo contagiar sus deseos logrando que todos se apropien del carisma y el amor al corazón de Jesús.

      A veces me gusta practicar la historia contra-fáctica. Es decir, pensar cómo hubiese sido la historia si no hubiesen pasado determinados hechos. Invito al lector a imaginar ¿qué hubiese pasado si Catalina no hubiese soñado? O ¿si no hubiese sido fiel a esos sueños? O bien ¿haberse quedado a mitad de camino por temor, por desánimo, por comodidad, por falta de confianza en Dios o en los demás? Quizás son preguntas que también puedan llevarse al plano personal cuando Dios llama y no entendemos bien de qué se trata ni por dónde empezar. “El destino no puede esperar, en la cima de tus sueños vive tu verdad, el más grande desafío siempre es comenzar”.

      A la vida se opone la muerte, al amor el odio, a la verdad la mentira. Si pensamos en los sueños, no hay nada que se oponga a ellos, solo nuestros miedos y nuestra inercia. El buen Dios siempre sacude los sueños que olvidamos despertar y los que no nos animamos a atrapar. Catalina es su cómplice en esta tarea. ¿Y nosotros? Todos quienes hemos tomado contacto con ella somos parte de su Sueño Dorado. Estamos llamados a no dejar que el destino decida por nosotros, a hallar nuestra identidad en nuestros sueños, “a buscar caminos, a confiar”. A volar más allá de las fronteras.

      1- Memorias 20-21.

      2- Memorias, 55.

      3- Zapp. Hermann y Candelaria, Atrapa tu sueño, Zadkiel, Bs As, 2004.

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