Robert Martin

Más allá de los cinco puntos


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por Dios en tablas de piedra y funcionaron como el centro de la ley de Dios para el Israel del Antiguo Pacto y como la forma especialmente revelada de la ley escrita en el corazón de los hombres. Finalmente, los Diez Mandamientos son escritos en los corazones de todos los cristianos del Nuevo Pacto. Los Diez Mandamientos trascienden pactos porque son básicos y fundamentales. Vale la pena leer las palabras de Dumbrell:

      Los eruditos bíblicos generalmente admiten el carácter distintivo de los Diez Mandamientos… Obligatorios por naturaleza y prácticamente sin penas definidas, el Decálogo trasciende todos los marcos sociales. Aunque fue especificado primero a Israel mediante el pacto, el Decálogo es la exigencia universal de Dios a toda la sociedad humana.55

      Parece que las diez palabras establecidas en el Sinaí simplemente plasmaron la voluntad divina para la humanidad. La mayor parte de su contenido se encuentra directamente o por implicación en el material precedente de Génesis y Éxodo.56

      Finalmente, meditemos en tres consideraciones prácticas.

      a. La ley básica del Antiguo y el Nuevo Pacto es la misma y tiene su origen en Dios, que la escribió primero en los corazones de nuestros primeros padres (Romanos 2:14-15).

      La Confesión dice:

      Después que Dios hubo creado todas las demás criaturas, creó al hombre, varón y hembra, con almas racionales e inmortales, haciéndolos aptos para la vida con Dios para la cual fueron creados; siendo hechos a imagen de Dios, en conocimiento, justicia y santidad de la verdad; teniendo la ley de Dios escrita en sus corazones, y el poder para cumplirla y, sin embargo, con la posibilidad de transgredirla, por haber sido dejados a la libertad de su propia voluntad, que era mutable (2ª CFL 4:2).

      Tristemente, su voluntad cambió. Ellos pecaron. Sin embargo, Dios envió a Su Hijo a salvar a pecadores. Uno de los efectos de la gracia de Dios trabajando en el alma es el renovar Su imagen en nosotros, siendo re-creados en justicia y santidad de la verdad (Efesios 4:24; Colosenses 3:10) y teniendo la ley re-escrita en nuestros corazones (Jeremías 31:33; 2 Corintios 3:3). Así como en la primera creación Dios escribió Su ley en el corazón de los primeros seres portadores de Su imagen, también en la obra de re-creación hace lo mismo. La ley interna que Adán violó es la que Cristo obedeció perfectamente por nosotros y es la misma ley que escribe en el corazón de todos los que vino a salvar.

      b. La ley en la vida del creyente es una guía, no una fuerza.

      La fuerza, el poder para obedecer a Dios por amor, no proviene de la ley, sino del Espíritu Santo. La ley no tiene capacidad para empoderar o impulsar. Es una guía sin alas. En la promesa del Nuevo Pacto, en Ezequiel, Dios dijo: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros Mi Espíritu, y haré que andéis en Mis estatutos, y guardéis Mis preceptos, y los pongáis por obra” (Ezequiel 36:26-27). La ley es como las vías del tren. Pueden guiar, pero no pueden impulsar. El poder no proviene de las vías, sino del motor del tren. El poder para obedecer la ley de Dios es un regalo, una de las provisiones de gracia del Nuevo Pacto para todos los que participan en él.

      c. La ley es un medio para expresar nuestro

      amor (Mateo 22:36-40; Romanos 13:8-10).

      Los creyentes en Cristo pasan de la culpabilidad a la gloria, de la condenación a la consumación, de pecadores perdidos a hijos e hijas amados —y todo esto debido a lo que Cristo ha hecho por ellos. El Catecismo de Heidelberg, en la pregunta 1, cuestiona: ¿Cuál es tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte? Esta es la respuesta:

      Que yo, con cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte (a), no me pertenezco a mí mismo (b), sino a mi fiel Salvador Jesucristo (c), que me libró del poder del diablo (d), satisfaciendo enteramente con preciosa sangre por todos mis pecados (e), y me guarda de tal manera (f) que sin la voluntad de mi Padre celestial ni un solo cabello de mi cabeza puede caer (g); antes es necesario que todas las cosas sirvan para mi salvación (h). Por eso también me asegura, por su Espíritu Santo, la vida eterna (i) y me hace pronto y aparejado para vivir en adelante según su santa voluntad.

      Que este estudio pueda ayudarnos a apreciar adecuadamente los Diez Mandamientos en la vida del creyente.

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