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E-Pack Jazmin Especial Bodas 2 octubre 2020


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internacional. En algunas ocasiones, manejaban incluso asuntos que las agencias del gobierno no podían asumir por los canales normales. Aquél había sido el caso de la última misión de Axel, que había sido un auténtico fracaso.

      No había conseguido garantizar la seguridad de nadie, y menos la de la amante de Sloan McCray.

      Como resultado, Tristan había hecho exactamente lo que debía: le había expulsado temporalmente de la agencia. Y así había estado hasta ese mismo día. Aquella mañana había ido a ver a su tío. Tristan pretendía que renunciara a su trabajo, que era, lo que en realidad, el propio Axel había estado pensando desde que había sido expulsado. Pero, curiosamente, no había querido renunciar.

      Al contrario, se había descubierto suplicándole a su tío que le asignara una última misión. No sólo por lo que había pasado con Sloan McCray, sino por la propia misión: Tara Browning.

      El hecho de que fuera la hermana de McCray sólo complicaba la situación para él y era extraño que Tristan se hubiera mostrado de acuerdo. Aun así, había aceptado su propuesta y aunque McCray pusiera el grito en el cielo cuando se enterara, no estaba en situación de negarse.

      —Tendrás informes diariamente —le aseguró Axel.

      Colgó el teléfono antes de que Tristan pudiera arrepentirse y recorrió el aparcamiento a grandes zancadas para llegar a su camioneta. Apenas acababa de meter la llave en el encendido cuando volvió a sonar el teléfono.

      —¿Sí?

      —¿Así es como contestas normalmente el teléfono?

      Axel esbozó una mueca al oír la voz de su madre y puso la camioneta en marcha.

      —Supongo que ya te has enterado —en Weaver las noticias corrían como la pólvora.

      —¿Estás en el pueblo? Supongo que podrás imaginarte lo contenta que estoy de haberme enterado de que estás aquí por boca de otros. He recibido tres llamadas de personas diferentes diciéndome que habían visto tu camioneta por la calle principal.

      —Lo siento, tenía un asunto del que ocuparme.

      —Con Evan, supongo —concluyó Emily, haciendo que Axel se sintiera mucho más culpable.

      —Todavía no he hablado con Evan —admitió.

      Sabía perfectamente que Emily ya estaba enterada. Evan Taggart era el veterinario del pueblo, además de su cuñado, pero habían decidido dedicarse juntos a la cría de caballos incluso antes de que Evan se hubiera casado con Leandra, la hermana de Axel.

      El negocio iba cada vez mejor y además era una tapadera perfecta para las otras actividades de Axel, de las que, por cierto, Evan siempre había estado enterado.

      —¿Y cuándo piensas pasarte por la granja?

      La granja era la Granja Clay, un importante criadero de caballos que sus padres tenían a las afueras del pueblo. Era allí donde él había crecido y el lugar al que siempre regresaba, pero nunca hasta entonces había regresado al pueblo con un cargo de conciencia como aquél y no podía negar que se sentía sin fuerzas para volver a la casa familiar.

      —Pronto, todavía tengo que ocuparme de algunos asuntos en Weaver.

      —Esta noche hay un baile en el instituto por el día de San Valentín. Tu padre y yo estaremos por allí.

      —Sí, ya lo sé, he pasado por el gimnasio.

      —Entonces habrás visto a Courtney. Es increíble, pero ha sido la encargada del puesto de besos de este año.

      La última vez que Axel había visto a su prima, ésta estaba llorando desconsoladamente en el funeral que sus padres habían organizado en recuerdo de su hermano Ryan, que había desaparecido en una misión.

      —Tenía una cola que daba la vuelta al gimnasio —dijo Axel.

      —Me encanta verla de nuevo feliz. Ha pasado un año muy duro.

      Axel no fue capaz de decirle nada a su madre. No podía explicarle en aquel momento la verdadera razón por la que había evitado a la hermana pequeña de Ryan. Ryan le había obligado a prometer que no diría nada.

      —¿Has visto a Hope o a Tristan? —continuó su madre.

      —En el gimnasio no —por lo menos eso era cierto. Se había encontrado con Tristan en su despacho de CeeVid.

      —Entonces, si estás todavía en el pueblo, pásate por el baile.

      Si creyera que Tara tenía intención de ir al baile se pasaría por allí, pero lo dudaba muy seriamente.

      —Ya veré.

      —Supongo que eres consciente de que mañana es domingo —continuó Emily—. Si no te vemos esta noche en el baile, espero verte mañana a la hora de comer.

      —¿Quién se encarga de la comida este domingo? —su madre y sus tías se turnaban cada domingo para organizar una comida familiar.

      —Mañana cocina Jaimie —contestó su madre—. Iremos todos a su casa.

      Su casa era el rancho Double-C, en el que se habían criado sus padres y sus tíos y en el que todavía vivían Squire, su abuelo y su esposa, Gloria, junto con los tíos de Axel, Matthew y Jaimie. Aquel lugar iba a recordarle el peso de la traición tanto como su propia casa.

      —¿Y piensa ir todo el mundo?

      —Ha pasado casi un año desde la última vez que estuviste por aquí, cariño, ¿a ti qué te parece?

      —Si no me ves hasta mañana a la hora de la comida, no te preocupes.

      —Yo siempre me preocupo por ti. No se le puede pedir otra cosa a una madre.

      Axel se despidió de ella y colgó el teléfono. No quería pensar en madres e hijos en aquel momento. Y eso tenía mucho que ver con la razón por la que no tenía ninguna gana de regresar a Weaver. Tenía una buena familia. Ninguno de sus miembros se merecía el secreto que guardaba sobre Ryan. Pero si no mantenía aquel secreto, Axel temía que ocultara con más celo su paradero y ya le había costado demasiado tiempo encontrarlo.

      Quizá no pudiera hacer nada respecto a su propia familia, pero, definitivamente, sí podía hacer algo por la familia McCray.

      Salió del aparcamiento y se dirigió por la calle principal hasta Classic Charms. Cuando llegó allí, estuvo considerando si debería continuar sentado tras el volante observando la tienda desde allí o debería hablar con Tara para hacerle comprender la gravedad de la situación.

      Algo que le habría resultado infinitamente más fácil si no hubiera cometido el error imperdonable de haber pasado con ella todo un fin de semana en Braden.

      Tristan le había ordenado que fuera a aquel bar para mantener un encuentro rápido con McCray. La última persona que esperaba encontrarse allí era su hermana. Pero allí estaba.

      Había estado observándola desde una esquina de la barra durante más de una hora y había podido ver cómo iba desapareciendo la luz de la ilusión de aquel precioso rostro de enormes ojos castaños.

      Sabía que no debería haberse interpuesto en su camino cuando había decidido abandonar el bar. Pero lo había hecho. Y no era capaz de arrepentirse de lo ocurrido.

      Estaba loco por Tara desde la primera vez que la había visto, desde que, cinco años atrás, Tara había ido a vivir a Weaver. La única razón por la que no había dado rienda suelta a aquellos sentimientos era el hecho de que Tara viviera en Weaver por razones de seguridad.

      Sin embargo, aquella noche en Braden, la atracción había resurgido con más fuerza que nunca y además, en aquel entonces, él estaba a punto de presentar a Tristan su renuncia.

      Pero era consciente de que en realidad no tenía excusa. No debería haberla tocado y lo sabía.

      Tomó un cambio de sentido y aparcó delante de la tienda. Estaba cerrada, por supuesto. Bajó de la camioneta