Gloria De La Fuente

El pueblo en movimiento


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de actores políticos, de partidos políticos para enfrentar el plebiscito de 2020 y eso va a continuar y se va a profundizar en el proceso constituyente mismo y a la salida de él no vamos a tener el mismo panorama político. La dictadura y la salida de la dictadura significaron un cambio en el espectro político con una relativa continuidad de los actores políticos, con renovación, pero básicamente con la conformación de dos sistemas: el sistema partidario de varios partidos y el sistema bipartidario creado por el clivaje autoritarismo-democracia. Este estallido, yo tengo la impresión, va a cambiar no solo el espectro político, sino que va a cambiar los actores y los partidos políticos mismos, no creo que pueda haber uno que dé cuenta, como el Frente Amplio intentó hacerlo con las movilizaciones del 2011-2012. No creo que vaya a haber un solo actor político que pueda ser el que lo represente, van a haber diversos actores políticos. Y la otra cosa que va a cambiar es, como decíamos, el panorama. Ya en la coyuntura crítica del plebiscito del 88 vimos lo que ocurrió, que aparecieron diecisiete partidos en la Concertación de Partidos, muchos de los cuales venían de escisiones de otros partidos (la particularidad del Frente Amplio en 2017 es que no surgió de escisiones). Aquí vamos a tener también muchas escisiones de los partidos existentes, creación de partidos nuevos, reacomodos y recomposiciones, a su vez con una nueva forma de relación con el mundo social. De hecho, el Frente Amplio, si bien puede tener elementos novedosos, no tiene una forma de relación tan diferente que la que tienen los otros partidos con las bases sociales. Mi impresión es que, del conjunto del proceso post estallido, no solo del constituyente sino de los procesos políticos y de los clivajes que se empiecen a abrir por las nuevas transformaciones que se vayan produciendo de tipo estructural, puede surgir un nuevo conjunto de actores y de partidos políticos y una nueva forma de relación en que la tradicional imbricación que ha existido entre movimientos sociales y partidos en Chile va a haber desaparecido y a mi juicio será superada.

       DMP: Por otro lado, cómo se vincula el estallido entonces con las movilizaciones territoriales del 2011 y 2012, y la demanda por cohesión territorial en Chile.

      MAG: Una de las particularidades de las movilizaciones del 2011-2012 fue la existencia, un poco antes de la movilización propiamente estudiantil y también después, de movilizaciones de territorios específicos que planteaban demandas propias, pero que apuntaban a problemas generales como, por ejemplo, el tema de la energía, el tema del medio ambiente, y otros. Yo diría que la particularidad de las movilizaciones territoriales del estallido son que han estado centradas en demandas generales de transformación de la sociedad a la cual hemos aludido, pero donde lo importante ha sido más que las demandas específicas de tal o cual territorio, aquellas más generales que tienen que ver con la búsqueda de una organización y administración territorial descentralizada, participativa, con énfasis en gobiernos locales y regionales con poder y autonomía, en condiciones de igualdad entre ellos. Y ellas se han expresado en formas de organización, de movilizaciones, cabildos, que han sido un rasgo fundamental de este estallido.

      Lo más importante hoy en las movilizaciones del estallido es que si bien comenzaron en Santiago, se han expandido a todo el territorio del país. En todos los lugares ha habido cabildos, movilizaciones para plegarse a la demanda general, al rechazo al modelo económico social, a las expresiones de malestar por desigualdad y el abuso, y al mismo tiempo para hacer ver que tales territorios forman parte del país porque viven los mismos problemas, tienen las mismas esperanzas, pero tienen que tomárseles en cuenta y ser considerados cada uno de ellos. Y entonces lo que hay, a mi juicio, en la participación y presencia en todas las regiones de este movimiento, es que están demandando una nueva forma de organización del territorio en Chile, llámesele descentralización, demanda por nueva regionalización. Lo importante, a mi juicio, en este caso, es que las demandas territoriales están vinculadas a la demanda de una nueva forma de organización y de administración de los territorios y regiones que implique participación, igualdad de condiciones entre ellos, y por lo tanto, están reclamando un nuevo orden político que, a mi juicio, debiera significar refundación de la actual forma de organización de las regiones y de la participación de estas en el crecimiento, en los recursos del país, etc. La acción de los municipios en relación con las consultas realizadas en las comunas, sobre proceso constituyente y demandas sociales, muestra la importancia de este actor no solo durante el estallido sino para el futuro.

      Insisto: aquí ha habido una demanda por el tema fundamental de la igualdad, de la dignidad, del término de los abusos, respecto de los territorios y de las regiones en el país y, por lo tanto, la demanda de un nuevo orden en materia de la organización de las ciudades, del mundo rural, de las regiones y su integración. Y este tema estará sin duda presente con mucha fuerza en la nueva Constitución.

       GDF: Con relación a la violencia; por una parte, se enfatiza en expresiones como quema del metro, saqueos durante el estallido, entre otros, y por otra, en lo violento que puede ser la desigualdad y los privilegios en Chile.

      MAG: La violencia que se ha visto tiene que ser analizada en diversos planos, en diversas dimensiones. Por un lado —en los años 60 se utilizó el concepto de violencia institucional, el movimiento feminista ha hecho un aporte acuñando el concepto de violencia simbólica—, es muy importante tener en cuenta que estos dos componentes han estado presentes en el modelo económico social chileno. Por un lado, aunque no aparezca como explícito muchos de los elementos del modelo económico social, entre ellos la desigualdad, son una forma de violencia, violentan la vida de las personas, afectan contra su voluntad, y esa situación vivida como natural poco a poco se va haciendo más clara en el imaginario, en la visión de la gente, y entonces, esa violencia, llamémosle estructural, de las desigualdades, de la injusticia, de no poder satisfacer las necesidades mínimas de una familia, por ejemplo, o de sentir que a lo que había aspirado y lo que se le había prometido no se cumplió, son formas de violencia simbólica. En la estructura de las relaciones en Chile generadas por el modelo neoliberal, por ejemplo, en las relaciones de trabajo, por pacíficas que aparezcan hay una forma de violencia y, entonces, eso es lo que de alguna manera se va acumulando en la percepción, en el imaginario, en la memoria colectiva y entonces, de un orden injusto se pasa a entender que es un orden violento. Ese es un primer aspecto que hay que tener en cuenta, y, por lo tanto —y eso ha sido dicho por prácticamente todo el mundo—, no nos habíamos dado cuenta de cuánta violencia había en el orden social en forma institucional, naturalizada y en forma de violencia simbólica en la vida cotidiana de la gente.

      Insisto en un punto que a veces se olvida: de alguna manera la violencia fue consagrada como el principio fundamental de organización de la sociedad chilena a través de la dictadura. Era la violencia el principio organizador, y eso hay que tenerlo claro, la violencia armada. Y eso se expresó en violencia institucional también, y en violencia simbólica. Entonces, los estallidos que se han producido a lo largo del tiempo, especialmente este, son también expresión del rechazo a una violencia. Y ese rechazo, que es muy diverso, que se expresa de muy distintas maneras, también necesariamente, aunque a uno no le guste, va a tener en algunos un componente propio de violencia. Cuando se deslegitiman totalmente los espacios de la política, por la crítica que se hace a esta como parte de ese mundo de violencia institucionalizada, aparecen los actos de violencia y se crean, entonces, espacios de legitimidad para otras formas de violencia que no van asociadas al rechazo o la respuesta a la violencia institucionalizada, sino que van asociadas a grupos delictuales, anárquicos, narcos. Pero se crea ahí un espacio, y ese espacio de violencia, a mi juicio, vandálica criminal, debe ser desterrada. Sin embargo, paradojalmente, por la ceguera que tuvieron la elite y los sectores responsables de no haber resuelto la crisis social y política, genera una situación proclive a la modificación, a la transformación, a la satisfacción de las demandas. Ante el miedo por esa violencia se produce, por ejemplo, el acuerdo que llevará al proceso constituyente la noche de mayor estampida social, de mayor cantidad de saqueos. Pero la separación indispensable que hay que producir entre lo que es la demanda por transformación y las expresiones de violencia, no se puede hacer si el rechazo a las demandas de transformación se hace con violencia represiva y violación generalizada de derechos y libertades, como lo ha hecho el gobierno. Hay aquí un doble discurso porque, por un lado, se dice que protestas y movilizaciones son muy bonitas y positivas, pero, por otro, se reprimen porque no se está dispuesto a cambiar el sistema que el gobierno preside. Y entonces hay