Iñaki Domínguez

Macarras interseculares


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xix pertenecientes a una Rusia cuya economía estaba fundada en la agricultura, Franco aspiraba, en sus delirios megalómanos, a que el Dios cristiano salvase no solo a la patria sino al mundo entero a través de España, también denominada tendenciosamente por algunos la «reserva espiritual de Europa». En un principio, Franco pretendía, cual Quijote, un retorno al pasado: volver a una realidad en la que Dios fuese el centro, en actitud defensiva frente al subjetivismo liberal —fruto del liberalismo político burgués. En palabras de Mercedes Martín Luengo, con Franco, la «España tradicional sigue enarbolando la bandera del credo cristiano frente al paganismo relativista y la modernidad reinante en Europa».1 Pero dicha fe insensata tenía verdaderamente poca utilidad política, y una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, que arrastró consigo a los sistemas dictatoriales con los que simpatizaba Franco, solo le quedó aliarse con Estados Unidos y abrir las fronteras de la llamada reserva espiritual, precisamente para que esta dejase de serlo. El capitalismo, enemigo del catolicismo autoritario franquista, habría de contaminar el territorio nacional. Se trataba de un sacrificio necesario que Franco había de realizar para la pervivencia del régimen y, por ende, de sí mismo. Franco eligió un mal menor por mera supervivencia. No hemos de olvidar que el régimen franquista fue una estructura diseñada para que Franco y sus élites siguiesen perpetuándose en el poder.

      Torre Iberia, avenida de América (1953).

      Los inicios de la década de 1950 fueron unos años de grandes cambios y desarrollo en la capital de España. Por el noreste se construyeron también nuevas viviendas, muchas de las cuales fueron ocupadas por militares norteamericanos, como en el llamado barrio de Corea (por la guerra que luchó Estados Unidos entre 1950 y 1953). Digamos que en esa época toda la zona noreste de Madrid estaba en construcción. Algunos de los soldados, dependiendo de su estatus en el propio ejército, vivían en unos barrios o en otros. La zona del barrio de Corea la ocuparon por lo general importantes militares, mientras que en otros lugares, como aquellos que conforman la ciudad dormitorio de barrio de la Concepción, se alojaban soldados rasos.

      Colmenas construidas por José Banús (1953).

      También en estos años se levantó el barrio de parque de las avenidas, colindante con la autopista de avenida de América, donde vivían muchos pilotos de Iberia. Todavía hoy representa un gran bastión del franquismo tardío, tanto estética como culturalmente, puesto que muchos de los adinerados miembros de la estructura socioeconómica del franquismo siguen vivos todavía, y uno puede encontrarlos precisamente ahí. De dicho barrio provienen los Hombres G, que al hacer pellas del Colegio Menesiano, frente a la m-30, iban al mítico bar Rowland, regentado por el Nano y abierto aún a día de hoy. Al otro lado de la carretera está el barrio de la Concepción.

      Bar Rowland. © Rocío García.