Romanus Cessario

Tomás y los tomistas


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que, como los sabios del Antiguo Testamento, imploraba sabiduría (ver Sb. 7:7). Buscaba principios; y a partir de estos principios de gracia y naturaleza, desarrolló una exposición cabal de la doctrina cristiana. Fue capaz de distinguir el orden del caos, la sabiduría de la necedad, y la gracia de la naturaleza. Podríamos preguntarnos si la posición histórica providente en la que se encuentra Tomás da razón de «[su] gran mérito de destacar la armonía que existe entre la razón y la fe»9. De diversas maneras y acorde a las exigencias de sus circunstancias propias, sus seguidores perpetúan este meritorio legado.

      Un séquito de comentadores con siete siglos de prosperidad da testimonio del valor perenne de Tomás de Aquino. A excepción de san Agustín, resulta difícil encontrar a otro teólogo cristiano que goce de semejante cantidad de discípulos. Más aún, no podemos ignorar que los seguidores de san Agustín componen un grupo más diverso que el de los tomistas tratados en este volumen. La tarea de resumir más de setecientos años de una tradición de comentadores en un manual diseñado para introducir al lector a Tomás y sus intérpretes es, sin duda, ardua. Para dar una idea de las dimensiones de la tradición de comentadores tomistas, Tomás y los Tomistas presenta una selección de autores de cada siglo a partir de la muerte de Tomás en 1274. Este modo de presentar los autores pretende evitar la comprensión de la historia del pensamiento tomista en períodos, anteriormente tan común. Los lexicones, diccionarios y catálogos ofrecen suficiente evidencia para afirmar que los tomistas gozan de presencia histórica continua entre académicos religiosos y filósofos, sin negar que, durante ciertos períodos y en ciertos lugares, la obra de los tomistas ha recibido mayor apoyo y, por ende, ha aparecido más prominentemente que en otros tiempos y lugares.

      Imitando a su maestro terrenal, los tomistas advierten la plegaria de Cristo por sus discípulos: «Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad» (Jn 17,17). En su comentario sobre este verso del Evangelio de Juan, el Aquinate mismo explica qué es lo que anima a sus auténticos seguidores cuando abrazan la más alta sabiduría.

      Y nuevamente, aun comentando sobre Juan 17, 17, Tomás ofrece otro motivo que aplica especialmente a aquellos que asumen la enseñanza dentro de la Iglesia.

      Los estudiantes contemporáneos de la doctrina cristiana podrán encontrarse con muchas circunstancias que no marcaron las culturas intelectuales de siglos anteriores. Sin embargo, así como Tomás y sus intérpretes, los estudiantes de teología de hoy pueden esperar descubrir claridad sapiencial cuando se aproximen a su disciplina bajo la guía de principios innegables. Como todo buen texto introductorio, este volumen habrá cumplido su propósito en la medida en que aliente a los estudiantes a continuar su exploración del pensamiento de Tomás de Aquino y de la auténtica tradición interpretativa que ha cultivado, por más de siete siglos, los frutos de su originalidad perdurable.

      1. León XIII, Aeterni Patris, n. 17.

      2. Ibid.

      3. Juan Pablo II, Fides et Ratio, n. 43.

      4. Cf. L. Dewan, «St. Thomas and the Distinction between Form and Esse in Caused Things», en Form and Being: Studies in Thomistic Metaphysics (Washington, DC: Catholic University of America Press, 2006), 188-204.

      5. Tomás de Aquino, CG II, 83

      6.