las propuestas más originales de la provincia: “Mundo Rodante”, la oportunidad de dormir en una casa rodante bajo la sombra de añosos árboles. En lugares así se producen recuerdos inolvidables.
El concepto de posada aquí se asocia a su versión original, cuando los viajeros en la época de los carruajes necesitaban refugio y contención para librarse de los achaques del viaje. “Como cuando los peregrinos llegaban de la ciudad para descansar, nuestros alojamientos están pensados como un lugar para recobrar fuerzas, alejados del centro de General Belgrano. Para salir de la cotidianeidad, salir de la rutina, seguir el viaje de la propia vida”, afirma Roxana.
Puilquén significa “lugar del alma” y sobra espacio para las almas que quieren encontrarse alrededor de un fogón a la noche. “Sentimos la necesidad de cuidar la naturaleza. Sostenerla. Contemplarla, ayudarla a la regeneración, plantar árboles. Es una experiencia turística integral. Volver a las fuentes, producir nuestros alimentos, disfrutar del amanecer, encontrarnos con otros alrededor de un fuego, sentarnos en círculos, hacer arte, mirarnos a los ojos, abrazarnos, volver a lo esencial”, describe Roxana.
Entre los árboles, y para aquellos que eligen la aventura, existe un amplio espacio de camping con todos los servicios. “El 90 % de la gente que vive en Argentina lo hace en las ciudades. Es algo que también es mundial. Hemos perdido el contacto con la naturaleza, ese contacto que tuvimos a lo largo de toda la historia como humanidad. En este lugar la intención es que te vuelvas a conectar con lo simple. Prender un fuego, disfrutar de la sombra de un árbol”, resume Pablo Bagatto, pareja de Roxana, el otro pilar del sueño.
No bien se entra, se reconoce la propuesta y se habla con Roxana y Pablo (ellos están atentos a todo y sus historias completan Puilquén), existe la seguridad de que hay algo más profundo que une los hilos del destino aquí. La propuesta nació como un sueño, el de poder unir un proyecto musical y cultural para los niños de las escuelas rurales y poder sostenerlo con un alojamiento sustentable. Las ideas fueron naciendo, el aporte de las visitas, las redes, la economía circular, las noches y el intercambio de saberes culminaron en fortalecer el proyecto que derivó en dos caminos que se complementan: la ONG Puilque Alma Solidaria y la Ecoludoteca.
Los niños son muy bienvenidos. La señal es esperanzadora. Ellos son los que más disfrutan de este rincón de libertad y juegos. “Desde la ONG realizamos, durante un tiempo, tarde de juegos para los niños y entendimos la necesidad de generar un espacio propio para esta actividad. Así nació la Ecoludoteca (la primera de la provincia de Buenos Aires). Una casa de juego construida con métodos de bioconstrucción, abastecida con energía renovable. Se hizo en forma comunitaria, vinieron 250 voluntarios de todas partes del mundo, se reciclaron alrededor de 10.000 botellas, latas, maderas. Acá unimos el juego con la ecología”, sostiene Roxana.
La Ecoludoteca es un paraíso para los más chicos. Allí tienen un universo de 200 juegos de mesa, 300 materiales lúdicos, 300 libros infantiles y 5 sectores de juego. Todo esto bajo un techo natural y fuera de él, la naturaleza que espera. “Los invitamos a nuestras posadas a pasar el día, hacerse una comida o comprar las que hacemos, sabiendo que con esto se ayuda a sostener la ONG”, concluye Roxana. + info: www.puilquen.com.ar / Facebook: Puilquén Posada de Campo / Instagram: puilquen / Para conocer actividades de la ONG y programas de voluntariado www.puilquealmasolidaria.com.ar
San Gervasio, la pulpería que ayudó a levantar una ciudad
Paraje Campodónico. Partido de Tapalqué
Se mantiene igual que su primer día, hace un siglo y medio. Categórica y emotiva, esencial y absolutamente argentina. El piso de tierra, las rejas originales, el techo a dos aguas con tejas asentadas en barro, las tejas traídas de Europa, el mostrador de estaño. Nobles elementos que la hacen un templo pesado, leal y confiable. Amable. Desde aquí se vendieron las herramientas y materiales para hacer las primeras casas de Tapalqué, a 24 kilómetros. Su importancia es central, el desarrollo de la región emanó de estas paredes. San Gervasio es una de las pulperías más importantes de nuestro mapa.
El origen se pierde en la noche de los tiempos. Se sabe que es posterior a 1830 y anterior a 1860. “Podemos creer que data de 1850, fijamos esa fecha”, afirma Pedro Toso, tercera generación de esta familia aquí. Su abuelo, de igual nombre que él, llegó de Génova en 1930 y, desde ese año, los Toso están al frente de esta historia que permanece de pie. No hay motivos para alarmarse, su nieto lleva con orgullo el título hereditario de pulpero. A partir de 1955 (cuando fallece don Pedro) y hasta el 2015, su padre Aníbal y su tío Edgar (murió aquel año), estuvieron detrás de las rejas de la pulpería. Los Toso fundaron una fama que se desparramó por las polvorientas huellas de tierra del campo. Pedro creció aquí y tomó el legado.
Estas eran tierras de la familia Campodónico. La pulpería se sabe que se fundó después de 1830 y se hizo una proveeduría para una gran estancia de la zona. Fue luego posta de carretas y, más tarde, almacén de ramos generales. Su diseño es fiel testigo de cómo eran las pulperías en los siglos pasados. Una casa larga, amplia, pero un salón de despacho muy pequeño, con un mostrador y rejas para prevenirse de los ataques y de la ira gaucha. “Hay algunas marcas de hachazos en las rejas”, afirma Pedro. Tierras baldías del mapa bonaerense, si la soledad actual es inmensa, la antigua debió hacer sido por lo menos brava.
La mayor parte del siglo XX la pulpería fue el centro de encuentro de una amplia pampa solitaria. “Recuerdo siempre mucha gente que circulaba. Se brindaba un servicio para todas las familias que vivían en el campo. Venían a hacer sus compras aquí porque en aquellos años no era común que se tuviera acceso a los comercios de la ciudad. Se iba muy poco y la pulpería era el centro de reunión. Acá venían los que vivían alejados de todo. En carro, sulkys y caballos llegaban para realizar compras para todo el mes. Era un lugar donde podías encontrar desde una aguja e hilo para coser hasta alimentos para animales”, rememora Pedro.
Los fines de semana se acercaba la peonada a distraerse. Era momento de empilcharse, sacar a relucir las facas y los brillos, el mejor apero, la bombacha y la bota. Truco y bochas eran los juegos elegidos. Lo infaltable: lo folclórico, el vermut, la cerveza fresca y alguna copa de vino. “Se quedaban hasta altas horas de la noche”, recuerda Pedro. Tiempos de gloria, épocas felices. Hasta el sol brillaba mejor.
De todo aquello, a partir de 2015, Pedro logró rescatar lo mejor. Queda el espíritu de estar en un lugar donde la gente acude a hablar, disfrutar una copa o comprar lo necesario para vivir. El alma de esa alegría y la despreocupación de vivir sin apuros se sienten en las paredes y se cuelan por las rejas. Es un lugar verdaderamente feliz. Sorprende, de entrada, el grado de meticulosidad con la que se presenta la naturaleza. El césped está siempre bien mantenido. El color de las paredes, que solo se puede