José Luis Torres Revert

La biblia del e-commerce


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es, alta, media o baja? ¿Es estacional, se mantiene más o menos estable a lo largo del año o tienes identificados claramente los picos de consumo (ej.: Navidad)? ¿Conocemos el perfil de nuestro cliente medio o principal? ¿Sabemos dónde se mueve en internet, qué redes sociales usa? ¿Tenemos identificados a nuestra principal competencia? (y no, Amazon no es tu competencia, piensa en tiendas online de tu tamaño, escoge las batallas que puedas ganar).

      Si puedes responder a todas esas preguntas, deberías conocer también el tamaño del mercado y cómo está de saturado, si es un océano rojo lleno de tiburones donde escasea la comida y se la disputan sangrientamente (de ahí la metáfora del color usada por Chan y Mauborgne en su famoso libro) o es un océano azul más calmado que está por explorar (ej. los límites –barreras de entrada– y las reglas están todavía por definir) y con competidores menos agresivos, en definitiva con más oportunidades.

      Siendo realistas, vamos a asumir que tu proyecto e-commerce no va a crear un océano azul ni una nueva categoría de productos sino que elegiremos un mercado en el que podemos coexistir razonablemente, el término medio aquí también es una buena opción, ni demasiado cerrado-saturado-hostil ni demasiado nuevo-desconocido-incierto, lo que bautizaremos como un océano morado (rojo+azul) para seguir con la simbología de colores.

      Para saber cómo es ese mercado puedes hacerlo inicialmente con la forma más simple e inmediata que es realizar una búsqueda en Google tu producto y analizar los resultados obtenidos (la misma técnica que empleábamos en el capítulo 2 cuando reconocíamos el terreno identificando mercados en expansión y productos más demandados) y más tarde, contrastar y validar tus impresiones con consultando los informes que publican periódicamente entidades como las cámaras de comercio, institutos de fomento o las propias comunidades autónomas (si no encuentras esos estudios anuales publicados en las respectivas webs también puedes realizar una consulta específica en los servicios gratuitos de asesoramiento para creación de empresas que tendrá tu ayuntamiento, provincia o comunidad autónoma – aprovecha para preguntar por cualquier ayuda que exista para la puesta en marcha de proyectos de negocio electrónico, puede haber subvenciones tanto como para crear tiendas online de cero como para reformar un sitio web existente para hacerlo más competitivo).

      Una vez sepamos qué nos vamos a encontrar tendremos que decidir si puede haber sitio para alguien más y para ello, necesitamos salir al mercado online con una propuesta si no rompedora, lo suficientemente diferente para que capte la atención del potencial comprador. Lo cual en la actual llamada «economía de la atención», es difícil pero no imposible.

      Para atraer la atención deberás conocer cómo es el perfil mayoritario de tus clientes potenciales (los «buyer persona» que dirían los de marketing). Si es muy sensible al precio y está siempre buscando ofertas y dónde comprar más barato, vas a tenerlo muy complicado ya que la batalla por precios está perdida de antemano: siempre va a haber alguien más barato que tú (exceptuando campañas puntuales de promoción no sería aconsejable en general entrar a competir por precio). Y como dice el gurú Guy Kawasaki (https://guykawasaki.com/), si no podemos ser más baratos, tenemos que ser diferentes.

      Esa diferenciación puede producirse en distintos elementos: desde el propio producto que introduce un nuevo elemento en la categoría de producto a la que pertenece (ej. mascarillas con filtro viricida); un servicio añadido (ej. recogida de filtros para reciclar); la forma de vender ese producto (ej. el vendedor suministra todos los meses un número determinado de mascarillas usando el modelo de suscripción que vimos en el capítulo 2); el packaging o embalaje (ej. un diseño moderno con frases inspiradoras que rompa con el tradicional envase sobrio y aburrido de producto «hospitalario»); o el servicio de atención al cliente y/o garantías (ej. reemplazo de mascarillas con goma defectuosa que se rompe al poco tiempo de llevarlas).

      Otra de las maneras más comunes de diferenciarse es innovando a través de la tecnología, pero este tipo de estrategia estaría condicionada a invertir en I+D+i (Investigación+Desarrollo+Innovación), y dado que esa inversión depende del tamaño de la empresa, solamente las grandes empresas podrían trabajar en esa línea (aunque también hay pymes que encuentran alianzas en centros tecnológicos y universidades).

      Si improvisas la innovación relacionada con tecnología, corres el riesgo de incorporar tecnología a productos que realmente no lo necesitan, no resolviendo ninguna necesidad del cliente y por tanto, fracasando comercialmente como suele ocurrir (si quieres ver algunos ejemplos visita https://www.xataka.com/internet-of-things/peores-ideas-meter-tecnologia-cosa-que-no-necesita).

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      Pero eso no implica que no puedas innovar tu producto o servicio, a veces es encontrar un uso alternativo, combinarlo con otro producto, reemplazar un material... estas ideas puedes forzar que surjan usando la técnica creativa SCAMPER, que no es otra cosa que un acrónimo inglés (Substitute, Combine, Adapt, Modify, Put to other uses, Eliminate y Rearrange) que en español sería Sustituir, Combinar, Adaptar, Modificar, Poner en otros usos, Eliminar o minimizar y Reordenar o Invertir.

      Originalmente pensada para hacerla en grupo mediante la aplicación de brainstorming o lluvia de ideas en cada cuestión (ej. ¿Se puede sustituir la goma elástica de la mascarilla por pegamento u otro sistema de fijación?), también puedes hacerla tú mismo (y con suerte involucrar a alguien más, ten en cuenta que de lo que se trata es de generar ideas, luego ya se verá si es posible o tienen algún sentido).

      El procedimiento para llevar a cabo la técnica SCAMPER sería elegir un producto o servicio (ej. el más vendido para crear otro que lo supere y se convierta en el modelo o variante superior) y realizar preguntas relacionadas con los verbos del acrónimo (Sustituir, Combinar, etc.). Una vez recogidas todas las ideas, debes valorar si son factibles, en caso afirmativo, si serían realizables a corto, medio o largo plazo, el coste y recursos para llevarlas a cabo, y lo más importante su potencial comercial (¿esta genial idea la va a comprar alguien?).

      Algunas preguntas que podrías usar para generar esas ideas son:

      SUSTITUIR: ¿Qué puedes sustituir para reducir costes? ¿Qué pasaría si reemplazas el color o el envase por otro? ¿Puedes sustituir un componente o ingrediente por otro?

      COMBINAR: ¿Qué pasaría si lo combinas con el producto X o el servicio Y? Podrías dar también con combinaciones para hacer packs y «bundle marketing» (varios productos relacionados vendidos en grupo) así como «cross-selling» o venta cruzada.

      ¿Qué combinaciones pueden reducir costes? ¿Puedo combinar mi producto o servicio con el de otra empresa? (¿recuerda lo que era la coopetencia o coopetición que vimos en el capítulo 2?).

      ADAPTAR: ¿Puedo adaptar el producto para que tenga otra función? ¿Puedo adaptarlo para un perfil específico de cliente? (ej. mascarillas para atención al público con plástico transparente para que las personas sordas puedan leer los labios)

      MODIFICAR: ¿Qué puedo modificar para satisfacer o sorprender a mi cliente? ¿Qué pasaría si modifico el formato? ¿Y si le cambio el nombre? ¿Puedo adaptarlo para los zurdos/cierto tipo de discapacidad/cultura/país? ¿Qué puedo modificar para diferenciarme de mi competencia?

      PONER OTROS USOS: ¿Puedo usar el producto de otra forma? ¿Puede estar interesado otro público en este producto? ¿Puede ser usado en animales/personas?

      ELIMINAR: ¿Qué puedo eliminar para simplificar el producto o servicio? ¿Puedo reducir peso, tamaño, envoltorio? ¿Qué procesos