Jimena Canales

El físico y el filósofo


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sino también a aquellas ubicadas en otros países que fueron aliados de Francia durante la guerra», explicó un cronista20. Painlevé, que entonces ya hacía las veces de matemático, político y filósofo al mismo tiempo, fue el artífice principal de enlazar los debates filosóficos de aquel día con los retos políticos existentes. Durante el discurso de clausura, aprovechó la ocasión para defender el rol de Francia durante la Gran Guerra. «La respuesta a estas expresiones de afecto y camaradería corrió a cargo de monsieur Painlevé, miembro del Instituto [Institute de France] y hábil orador». Painlevé quería la paz. «Ha hecho un alegato elocuente en favor del esfuerzo moral ante el reto de paz que afronta ahora el mundo, que es tanto o más imperativo que el esfuerzo militar durante la guerra»21.

      Bergson, que había defendido el papel de Francia durante la Gran Guerra, apoyó estos esfuerzos de colaboración. Presidió la sesión vespertina y usó su fluidez en inglés para conectar con los participantes angloamericanos: «Como el público era abrumadoramente francés, Bergson les hizo un résumé de los postulados de cada ponente. Lo hizo con una sobriedad y una precisión que denotaban su dominio del inglés, idioma que habla desde que era niño»22. Bergson estuvo activo día y noche. «Acudió a algunos actos en sociedad y recibió en su casa a una serie de delegados»23. Einstein y Langevin, en cambio, fueron ardientes críticos de la situación política del momento y del papel de Francia y Alemania durante la guerra. Se aliaron para usar el viaje de Einstein a París como una oportunidad para diseminar sus opiniones.

      Painlevé había publicado recientemente dos artículos relevantes sobre la teoría de la relatividad general en la prestigiosa Comptes rendus. Según uno de sus adeptos, en sus contribuciones aceptaba todos los resultados de la teoría de la relatividad, pero les daba otra interpretación: «Painlevé (1921) ha presentado fórmulas alternativas de la teoría de la relatividad que concuerdan con las de Einstein en esas porciones que se pueden comprobar mediante la observación, pero que discrepan por completo con ellas». Su reinterpretación podía acarrear grandes consecuencias, incluso la de reducir a Einstein a una moda: «Si las premisas de Painlevé se sostienen, la preferencia de los físicos matemáticos por la geometría de Riemann podría ser una simple fase pasajera»24. Las matemáticas desarrolladas por Bernhard Riemann eran útiles para estudiar el tiempo en términos de cuatro dimensiones y eran esenciales para la teoría general de Einstein. Pero tal vez Painlevé podría ahorrar a los físicos el esfuerzo de tener que ser expertos en el tema.

      Cuando Einstein llegó por fin a París, Painlevé volvió a desempeñar un papel importante. Intervino antes de la reyerta del alemán con Bergson y, después, durante el debate en sí. En ese momento, Painlevé estaba muy metido en política: lideraba un partido político y un movimiento social cristiano de izquierdas (la Ligue de la République) y estaba organizando una alianza entre los socialistas radicales (el Cartel des gauches) y el movimiento obrero internacional25. Por esta ocasión especial —y «para enorme regocijo de sus amigos»—, se le vio «abandonar la política durante unas horas» para debatir sobre la teoría de la relatividad26.

      ACELERACIÓN

      En uno de sus encuentros con Einstein en el Collège de France, Painlevé le preguntó qué pasaría si el tren iba «marcha atrás». Bergson estaba en el público escuchando atentamente. Entre una mar de asistentes «cuyos nombres no logro recordar», narró el astrónomo Charles Nordmann, «y que se perdían modestamente en esta asamblea de la élite intelectual francesa», destacaba el «perfil regio de monsieur Bergson»27.

      «¿Qué hora marcará el reloj del tren cuando vuelva a la estación de donde ha salido?», preguntó Painlevé. Era una pregunta trampa. Einstein, apoyado por Langevin, que le «susurraba las respuestas» a su espalda, contestó que «iría con retraso»28. Según un testigo, Painlevé opinó diferente: «Debería marcar la misma hora»29.

      Painlevé aceptaba la teoría de la relatividad especial en su totalidad. Reconocía que su coherencia interna era a prueba de balas, pero no estaba tan seguro de que hubiera que aceptar todas las premisas de la teoría general. «Sin duda, es imposible hallar una contradicción lógica en la teoría de la relatividad especial, pero aparecen graves dificultades cuando uno pasa de un sistema inercial a otro», le dijo a Einstein30.

      Los comentarios de Painlevé ponían el acento en estas dificultades, que todavía no estaban totalmente resueltas. Incluso Langevin coincidía en los problemas de aceleración y regreso, señalando que había reparado en ellos primero. Pero para Painlevé, estas dificultades también implicaban que había que considerar la teoría especial de manera diferente. Demostraban que un observador fijo y uno que volvía después de moverse no tenían por qué estar hablando de lo mismo. Es decir, que no había una «correspondencia unívoca» necesaria entre los dos. Para él, esta falta de correspondencia creaba una «disimetría fundamental» entre los dos observadores que invalidaba todo debate sobre «reciprocidad».

      Langevin replicó de inmediato a los comentarios de Painlevé, agenciándose el mérito. Se dirigió al público diciendo: «Debo insistir en que ya expuse esta falta de simetría en 1911 en el congreso de filosofía de Bolonia, así como en mi curso en el Collège de France»31. Pero aunque Langevin y Painlevé coincidían sobre la naturaleza de las dificultades, discrepaban acerca de su importancia. Cuando dos observadores comparaban sus relojes y los veían discrepar, era porque estaban comparando peras con manzanas, recalcaba Painlevé. Simplemente no estaban comparando lo mismo: el tiempo. Langevin admitía que había una «falta de simetría» entre ellos, pero seguía considerando que ambos marcaban el tiempo.

      La cuestión del reloj que iba y volvía continuó siendo un pilar de la crítica de Bergson. En su opinión, la razón por la que la aceleración —y su papel a la hora de crear las diferencias temporales— se excluía de la mayoría de las presentaciones de la teoría de la relatividad respondía a un problema más hondo. Era una especie de truco ideado para «disimular la diferencia entre lo real y lo virtual» en la obra de Einstein. Su reintegración a las discusiones de la relatividad —que sembraría dudas sobre la relación de la teoría especial con la general— era «superflua para el físico, pero capital para el filósofo»32.

      En las décadas siguientes, la teoría general de Einstein fue cosechando más y más apoyos. Un grupo de científicos que trabajaban en nuevos observatorios norteamericanos a gran escala se convirtieron en el «jurado de Einstein» y fallaron en favor del físico33. Esta generación de investigadores, que interpretaba el tiempo según las ecuaciones de la relatividad general, no necesitaba conceptos extraídos de largos debates para aclarar la relación entre la teoría especial y la general. La «correspondencia unívoca» de Painlevé y la «vivencia» de Bergson, en cambio, estaban diseñadas para demostrar que las diferencias en las condiciones de viaje creaban divergencias temporales. Esta nueva generación de investigadores usaba conceptos propios; y los intentos por entender las diferencias temporales de los relojes de un modo que no estuviera directamente ligado a ellos fueron perdiendo cada vez más fuelle34. Pero la victoria de Einstein no fue pan comido: algunos de los científicos más destacados que estudiaron la relatividad siguieron apoyando a Bergson.

      6

      ¿VALE LA PENA MENCIONARLO?

      UNIVERSITY COLLEGE, LONDRES

      El 4 de mayo de 1912, dos meses antes de su muerte, Henri Poincaré, un renombrado científico y filósofo de la ciencia, fue a Londres a dar un discurso sobre la teoría de la relatividad. Sería su última manifestación importante sobre la cuestión. Poincaré ni siquiera mencionó a Einstein, pero sí a Bergson. «El tiempo de los científicos sale de la duración bergsoniana», explicó1.

      La relación entre Einstein y Poincaré es una de las más fascinantes de la historia de la ciencia y está envuelta en un halo de misterio y controversia2. Poincaré contribuyó tanto a la teoría de la relatividad que muchos han afirmado que merece cierto reconocimiento por ella.