de la gracia y el poder de Dios para vivir. En 1886, durante una visita a Suecia, ella dijo a los adventistas de allí: “Dios exige en la actualidad exactamente lo que exigió a la santa pareja en el Edén: obediencia perfecta a sus requerimientos. Su ley permanece inmutable en todas las edades. La gran norma de justicia presentada en el Antiguo Testamento no es rebajada en el Nuevo Testamento. No es la función del evangelio debilitar las demandas de la santa ley de Dios, sino elevar a los hombres hasta puedan guardar sus preceptos” (FO 52).
Sin embargo, esta norma de rectitud y perfección solo se puede alcanzar por fe en la gracia de Dios. Ella escribió, en 1890: “Mediante la fe podemos conformar nuestras vidas a la norma de justicia, porque podemos apropiarnos de la justicia de Cristo” (ibíd. 100). En 1885, ella dijo en Suiza: “La fe y las obras van de la mano; actúan armoniosamente en la empresa de alcanzar la victoria. Las obras sin fe son muertas, y la fe sin obras es muerta. Las obras jamás nos salvarán; son los méritos de Cristo los que contarán a favor de nosotros. Gracias a la fe en él, Cristo hará que todos nuestros esfuerzos imperfectos sean aceptables para Dios. La fe que se requiere que tengamos no es una fe de no hacer nada; fe salvadora es la que obra por amor y purifica el alma” (ibíd. 49).
Para Elena de White, la vida diaria del cristiano es una vida entregada a la voluntad de Dios y comprometida en la obediencia fiel a sus Mandamientos. “La religión pura y viva consiste en la obediencia a toda palabra que sale de la boca de Dios” (ibíd. 91, 92). Así, el cristianismo afecta cada parte de la vida de la persona. El verdadero cristianismo no es algo que toca a la gente solo cuando está en la iglesia, sino que transforma a la gente de adentro hacia afuera.
Para Elena de White, todo importa en la vida cristiana. Cada decisión que el cristiano toma puede tener impacto en su vida espiritual o en la de otra persona. Una decisión pequeña puede marcar una diferencia grande en la perspectiva de la eternidad. Por lo tanto, Elena de White trata muchos temas difíciles y, a veces, sus consejos parecen rigurosos y exigentes. Ella defendía abandonar los hábitos perjudiciales y las formas destructivas de relacionarse con los demás. Aconsejaba descartar actividades y actitudes que no elevan la vida espiritual. Recomendaba un estilo de vida de estudio de la Biblia y oración diaria, y los beneficios de buenos hábitos de salud. Para ella, el cristianismo cambia el corazón, y ese cambio interior, si es genuino, se traslada a cada aspecto de la vida: las relaciones familiares, los estudios, el trabajo y la recreación.
En los escritos de Elena de White sobre el cristianismo práctico, lo que más importa es que los hábitos y las formas de vida perjudiciales, pecaminosos, innecesarios sean reemplazados por una vida como la que vivió Jesús. Él es el ejemplo a seguir para el cristiano. Elena de White creía que lo que Jesús más quiere hacer es reproducirse en el corazón de los cristianos y que los que tienen fe en él abandonen la vida egoísta del reino de Satanás, y la reemplacen con el servicio a Dios y a los demás por amor. Jesús vino a la Tierra no solo a morir por nosotros, sino también a “dar un ejemplo de obediencia”. “Cristo reveló un carácter opuesto al carácter de Satanás” (DTG 15, 16).
En el contexto de la preparación para el tiempo del fin, Elena de White defendía una espiritualidad positiva y genuina en la cual la semejanza a Cristo se convierte en el carácter de los hijos de Dios. “Cristo espera con un deseo anhelante la manifestación de sí mismo en su iglesia. Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos” (PVGM 47). Esta exhortación se encuentra en su discusión de una de las parábolas del sembrador (Mar. 4:26-29) y del modo en que las semillas crecen y llegan a ser plantas maduras. Elena de White relata cómo Dios desea ver que nuestra vida sea santificada. Ella afirmó: “La santificación es la obra de toda una vida” (PVGM 46). Esta obra de crecimiento es lenta, silenciosa e imperceptible, pero continua y progresiva. Al cooperar con los agentes divinos, al mantener “nuestra mente fija en Cristo”, al “depender constantemente de Cristo como nuestro Salvador personal, creceremos en todas las cosas dentro del Ser que es nuestra cabeza” (ibíd.). “Cristo está tratando de reproducirse a sí mismo en el corazón de los hombres”. “El objetivo de la vida cristiana es llevar fruto: la reproducción del carácter de Cristo en el creyente para que ese mismo carácter pueda reproducirse en otros” (ibíd. 46, 47). Del mismo modo en que el Salvador se olvidó de sí mismo y ayudó a otros, y llevó las cargas de los demás y trabajó por otros con “amor desinteresado” (ibíd. 47), debemos nosotros reflejar su semejanza. “Así, reflejar perfectamente el carácter de Cristo es dejarlo vivir su amor en nuestra vida diaria”, comenta Knight.808
Knight explica: “Al igual que el amor es la característica central de Dios y el asunto medular del Gran Conflicto, también es el núcleo de lo que significa desarrollar un carácter semejante al de Cristo que encuentra expresión en los asuntos prácticos de la vida diaria”.809 “Siempre que hay unión con Cristo, hay amor. No valen nada cualesquiera sean los otros frutos que demos, si falta el amor. El amor a Dios y a nuestros prójimos es la misma esencia de nuestra religión. Nadie puede amar a Cristo sin amar a los hijos de él. Cuando estamos unidos con Cristo, tenemos la mente de Cristo. La pureza y el amor brillan en el carácter; la humildad y la verdad rigen la vida. La misma expresión del rostro es cambiada. Cristo, que habita en el alma, ejerce un poder transformador, y el aspecto externo da testimonio de la paz y del gozo que reinan en el interior” (MS 1:406).
Conclusión
Con estos pensamientos, volvemos al punto de partida en nuestro debate de los temas teológicos en los escritos de Elena de White. El asunto medular del gran conflicto entre el bien y el mal es el carácter de Dios: la manera en que Jesús vino a demostrar este carácter de amor en su vida y el modo en que se puede manifestar en cada creyente hoy. El propósito de un cristianismo práctico y del desarrollo del carácter cristiano es reflejar el amor de Dios a los demás. “Los últimos rayos de luz misericordiosa, el último mensaje de clemencia que debe darse al mundo, es una revelación de su carácter de amor. Los hijos de Dios deben manifestar su gloria. En su vida y carácter deben revelar lo que la gracia de Dios ha hecho por ellos. La luz del Sol de Justicia debe brillar en buenas obras: en palabras de verdad y hechos de santidad” (PVGM 342).
Esos temas en los escritos de Elena de White integran su pensamiento en un lógico sistema teológico de creencias. El amor de Dios; el gran conflicto entre el bien y el mal; las razones para la encarnación, la muerte y el ministerio de Jesús; la centralidad de la Biblia; la segunda venida de Cristo; el mensaje de los tres ángeles, y su impacto en la identidad y la misión adventistas; y el desarrollo de un carácter cristiano son todos temas que integran sus escritos en un todo cohesionado. Cualquiera que sean las críticas que se puedan hacer a sus escritos y su ministerio, Elena de White tuvo éxito en su vida en presentar y expresar un sistema de creencias que es igual de completo y fenomenal que los de Juan Calvino o John Wesley. Sin embargo, ella recibió poca atención fuera del adventismo.
Se podría decir mucho más sobre los escritos de Elena de White en el adventismo del séptimo día. Sin embargo, concluiré con cita de la declaración de A. G. Daniells que mencioné al principio de este artículo:
“Tal vez no somos lo suficientemente sabios como para poder decir en forma definida qué parte de la obra de la vida de la Sra. White ha sido de mayor valor para el mundo, pero parece que el gran volumen de literatura bíblica que ella dejó resultará ser el mayor servicio para el género humano. Sus libros son más de veinte [al momento de su muerte en 1915; hoy hay más de cien títulos disponibles en inglés]. Algunos de ellos han sido traducidos a muchos idiomas en diferentes partes del mundo. Ahora han alcanzado una circulación de más de dos millones de ejemplares, y todavía continúan yendo al público por millares.
“Al echar una mirada a todo el campo de la verdad evangélica –o sea, la relación del hombre con su Señor y con sus semejantes– debe verse que la Sra. White, en toda su enseñanza, ha dado a estas grandes verdades fundamentales un sostén positivo y constructivo. Ella tocó a la humanidad en todo punto vital de necesidad, y la elevó a un plano más alto” (NB 456).