Dr. John E. Sarno

La mente dividida


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medicina de la Universidad de Harvard, escribiera un artículo en la revista New Yorker en el que señalaba que existían seis millones de estadounidenses (la mayoría mujeres) con este trastorno de causa desconocida y que parecía ser un fenómeno similar a la epidemia de neurastenia del siglo XIX.

      La historia de la fibromialgia constituye otro trágico ejemplo de la tendencia epidémica que presentan los trastornos psicosomáticos cuando son erróneamente diagnosticados y, por consiguiente, inevitablemente mal gestionados.

      El síndrome del túnel carpiano (STC) se puso de moda en los años ochenta. Es otra manifestación del SMT que ha sido muy mal interpretada por la medicina, con predecibles resultados. Los pacientes experimentan una variedad de síntomas en las manos que son el resultado de una disfunción del nervio mediano en la muñeca. Esta disfunción puede verificarse mediante pruebas eléctricas, de manera que no existe ninguna duda sobre la razón de los síntomas. Lo que está en duda (aunque la comunidad médica no lo admite) es qué está irritando al nervio. El diagnóstico comúnmente aceptado es que el nervio sufre una compresión al pasar bajo un ligamento de la muñeca, y el tratamiento recomendado consiste en inyectar esteroides bajo el ligamento o cortarlo, lo cual a veces produce un alivio de los síntomas. Sin embargo, un estudio publicado en la revista Muscle and Nerve (Músculo y nervio) señala que la función nerviosa regresa demasiado rápido después de haber cortado el ligamento para poder echarle la culpa del trastorno a la compresión, y que es más probable que una isquemia local (flujo reducido de sangre) sea la responsable de los síntomas. Como la isquemia es la que causa los síntomas del SMT, los resultados respaldan la idea de que el síndrome del túnel carpiano sea una manifestación de éste.

      Es muy significativo que la rápida propagación del síndrome del túnel carpiano haya coincidido con el espectacular crecimiento de la industria informática. Lo que fomentó la divulgación del STC fue la creen­cia de que el problema era causado por el hecho de trabajar continuamente con un teclado de ordenador y que el STC era una de esas «lesiones por estrés repetitivo». Desde esos primeros tiempos, legiones de empleados de oficina y de personas con ocupaciones que requieren una variedad de tareas repetitivas han desarrollado este trastorno, de manera que hoy en día, al igual que el dolor crónico y la llamada fibromialgia, constituye un problema de salud pública de primera magnitud. A las personas con STC les resulta muy difícil aceptar que se trate de un trastorno mente-cuerpo incluso cuando se usa este término, más benigno, en lugar de la palabra psicosomático.

      Es bastante increíble que yo no haya podido encontrar en la literatura médica ni una sola mención que ponga en duda los motivos de estas epidemias. Y uno nunca obtiene una respuesta satisfactoria cuando pregunta: «¿Cómo es posible que los millones de hombres y mujeres que han usado máquinas de escribir desde el comienzo del siglo XX nunca hayan desarrollado síndrome del túnel carpiano?». De nuevo, la medicina carga con la responsabilidad de estas epidemias por dos razones. Primero, por no haber realizado el diagnóstico correcto, y segundo, por haber atribuido la epidemia a causas estructurales y a otras igualmente dudosas. De este modo, la medicina ha contribuido a prolongar y a agudizar los síntomas. Esto es importante porque respalda la estrategia de la mente, que consiste en distraer la atención de aquello que está sucediendo en el inconsciente y centrarla en un síntoma corporal. Esta estrategia perpetúa los síntomas. La triste realidad es que la mayoría de la gente que padece dolor crónico, fibromialgia o STC no acepta un diagnóstico psicosomático.

      Además de las tres dolencias mencionadas, existen numerosos trastornos que son producidos por el mismo sistema mente-cuerpo, el sistema autónomo-péptido. Estos trastornos comparten la misma génesis y cumplen idéntica función psicológica. Entre ellos están:

      Los síntomas gastrointestinales del tracto superior o inferior continúan siendo manifestaciones psicosomáticas comunes. Son tratados con una variedad de medicamentos, a menudo con un éxito que, como he señalado, representa una victoria pírrica, ya que el cerebro simplemente busca otro lugar para crear los síntomas psicosomáticos.

      Muchos médicos, incluyendo a los psiquiatras, se niegan ahora a creer que las úlceras sean psicosomáticas porque se ha descubierto la existencia de una bacteria en las personas que padecen úlcera péptica. Se asegura que los pacientes se curan mediante antibióticos. Éste es uno de los muchos ejemplos de la incapacidad de la medicina para encarar la realidad de la psicosomatosis. En mi opinión, la presencia de la bacteria en el estómago de algunos pacientes no es más que una parte del proceso.

      De la misma forma, un estudio del American Journal of Gastroenterology atribuyó el síndrome de colon irritable a la presencia de una bacteria en el colon. Esta conclusión sería cómica si no fuese trágica porque, si esta idea gana aceptación entre los médicos y sus pacientes, habrá otro trastorno psicosomático más cuya verdadera causa será ignorada. Así, lo único que se conseguirá es tratar el síntoma y no la causa.

      No existe ninguna prueba de laboratorio que demuestre que la cefalea tensional y el dolor de cabeza sean psicosomáticos, pero la experiencia clínica al tratarlos como tales es impresionante. Ya en la década de los treinta y de los cuarenta, destacadas autoridades médicas publicaron numerosos estudios sobre la base psicológica de la migraña, y todos indicaban que ésta guarda relación con la ira reprimida. En su libro Medicina psicosomática (1950), Franz Alexander apuntaba que «la observación más notable es el repentino final del ataque inmediatamente después de que el paciente toma conciencia de su ira reprimida y la expresa con palabras groseras». Nótese la referencia de Alexander a la ira. Como veremos, la ira en el inconsciente es crucial para la comprensión de prácticamente todas las reacciones psicosomáticas.

      El revolucionario trabajo de Alexander y sus colegas (véase el capítulo segundo) ha sido olvidado. Los pacientes que vienen a nuestra clínica nos dicen que el tratamiento que han recibido para el dolor de cabeza y la cefalea tensional ha consistido siempre en la ingestión de fármacos, otro ejemplo de la regresión de la medicina contemporánea.

      La necesidad de orinar frecuentemente es psicosomática, excepto cuando está relacionada con la diabetes, con enfermedades renales, adrenales o cardíacas, con una infección de la vejiga o con un agrandamiento de la próstata. Se trata de algo muy común. Un historial cuidadoso revelará que en muchos casos la costumbre de levantarse para orinar durante la noche no se debe a una vejiga llena, sino a un tipo leve de insomnio. La persona es programada por el inconsciente para despertarse y tener ganas de orinar.

      Existen casos documentados en la literatura médica que muestran que la prostatitis en los hombres jóvenes está relacionada con el estrés cuando no se debe a ninguna infección evidente.

      La mayoría de las disfunciones sexuales a cualquier edad tiene un origen psicológico. Aunque es bien sabido que la libido disminuye con la edad, los factores emocionales pueden seguir siendo los responsables de las dificultades sexuales en los ancianos.

      Ambos trastornos pueden indicar alguna enfermedad de los nervios o de los oídos, pero generalmente son benignos y psicosomáticos. Una vez experimenté un vértigo que duró sólo unas horas. Terminó cuando pude identificar el origen psicológico de este trastorno.

      Los trastornos descritos hasta ahora son los más comunes de un grupo muy grande, y todos ellos son activados por el sistema autónomo-péptido. Un segundo grupo de