Javier Fernández Aguado

2000 años liderando equipos


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rey de Francia: «Los templarios han vivido de hecho de una manera elogiable como hombres religiosos hasta ahora en estas partes, de acuerdo con la opinión común, y ninguna acusación de error en su creencia ha surgido aquí todavía; por el contrario, durante nuestro reinado nos han brindado fielmente un gran servicio en todo lo que les hemos requerido para eliminar a los enemigos de la fe». En Portugal, con sede en Tomar, recuperaron su nombre originario, los Pobres Caballeros de Cristo.

      Si quiere conocer la lista de los grandes maestres del Temple así como la cronología general de la orden y sus actividades, puede hacerlo con ayuda de este bidi:

      Algunas enseñanzas

       Los proyectos suelen ser fruto de la visión estratégica de una persona, en este caso Hugo de Payns, que atrae a otros

       Para llevar adelante un proyecto, una vez que ha sido diseñado es conveniente contar con profesionales con perspectiva. La gestión de la diversidad no es opcional

       El pensamiento único conduce habitualmente a coleccionar esterilidades. Contrastar la propia visión con otras personas válidas enriquece los proyectos

       Contar con personas que apoyen es relevante. En el caso de los templarios fue la función que cumplió, entre otros, Bernardo de Claraval

       Que un colectivo se pavonee es un tremebundo trance, tan dañino como difícil de diagnosticar internamente

       Resulta necesario permanecer dispuestos a nuevas líneas de trabajo. Los templarios abrieron el foco hasta convertirse también en profesionales de la banca

       Cuando las iniciativas florecen el público adherido se multiplica

       Seleccionar bien a quienes se integran en una organización es esencial. Cuando se abre la admisión a cualquiera el proyecto declinará

       Llevarse bien con el regulador reclama humildad personal y colectiva

       Las organizaciones no son perfectas ni eternas

      Comprender otras épocas

      no es fácil

      La Inquisición (1148-1965)

      Alegoría de la abolición de la Inquisición por las Cortes, de Cádiz de Antonio Rodríguez (Dibujo), Manuel Alegre y Pedro Nolasco Gascó (Grabado), 1813. Ilustración del texto impreso de la discusión del proyecto de decreto sobre el tribunal de la Inquisición, Imprenta Nacional, Cádiz, 1813. Fuente: Biblioteca Nacional de España.

      Nos enfrentamos a un fenómeno complejo en el que se conciertan religión con política, repudio ante herejías que socavaban el orden social, miembros de descreimientos que tratan de infiltrarse hasta en órdenes religiosas, rectitud de conciencia con codicia por los bienes de quienes eran condenados, análisis de una realidad, la fe, que se consideró durante siglos como elemento de unidad de los países y un largo etcétera de factores que siguen debatiéndose. Es preciso considerar, además, que los criterios sobre la violencia han ido modificándose, como hemos visto al hablar de las Cruzadas. Muchos, con evidente ausencia de reflexión, han utilizado medias verdades. Discernir no es espontáneo, pero es fundamental para aclarar en vez de emborronar. Cabe anticipar que muchos de los comportamientos contemporáneos sobre cuestiones como la mencionada ausencia de respeto por la vida del no nacido, el abuso en el empleo de las materias primas o la miseria consentida o fomentada serán juzgadas con frontal radicalidad dentro de escasas décadas.

      No solo ha habido Inquisición católica. También la hubo protestante y anglicana, que actuaron con más visceralidad que la primera. Fueron más las mujeres ajusticiadas por supuestos casos de nigromancia y sortilegios en lo que hoy es Alemania que en España, aunque la leyenda negra promulgue lo contrario. No faltan quienes, flotando en un mar de tinieblas, cuando no por mala fe, atribuyen a la católica abyectos comportamientos de protestantes o anglicanos. Sin ir más lejos, el médico aragonés Miguel Servet fue finiquitado por los calvinistas, aunque iletrados y malintencionados siguen atribuyéndola a la persecución de inquisidores católicos.

      Sigue existiendo Inquisición en muchos países. Verbigracia, en Tailandia, donde el primer ministro, Luang Phibun Sanghhram, recién comenzada la II Guerra Mundial, afirmaba: «La única religión que conviene a Tailandia es el budismo». Para lograr su objetivo persiguió sangrientamente a los misioneros cristianos. Las seguridades jurídicas fueron nulas en comparación con la Inquisición católica. Por no hablar de la actual persecución de cristianos en países de África y Asia, comenzando por la dictadura china.

      La Inquisición fue introducida en 1184 por bula de Lucio III para el Languedoc, al sur de Francia, para lidiar con los cátaros. En Ad abolendam se explicita que «cualquier arzobispo u obispo, por sí o por su archidiácono o por otras personas honestas e idóneas, una o dos veces al año inspeccione las parroquias en las que se sospeche que habitan herejes; y allí obligue a tres o más varones de buena fama, o si pareciese necesario a toda la vecindad, a que bajo juramento indiquen al obispo o al archidiácono si conocen allí herejes, o a algunos que celebren reuniones ocultas o se aparten de la vida, las costumbres o el trato común de los fieles».

      Los obispos venían actuando, casi siempre acordes con las autoridades civiles, cortando por lo sano lo que consideraban inaceptables desviaciones de la ortodoxia. En 1022, por ejemplo, el rey Roberto II (hijo de Hugo, fundador de la dinastía de los Capetos) condenó a muerte a dieciséis canónigos acusados de maniqueísmo. Tres años más tarde, en 1025, el obispo Gerardo de Cambrai hizo igual con otros en Arrás. En 1028, en Monforte (Italia septentrional) fueron quemados otros herejes tras la denuncia de Ariberto d’Intimiano, arzobispo de Milán.

      En 1249 fue implantada una primera Inquisición estatal en Aragón. En 1252, Inocencio IV, en la bula Ad extirpanda validó la tortura para obtener declaraciones. Se insistía en que los verdugos no mutilasen al reo y mucho menos lo matasen. También hubo una Inquisición portuguesa entre 1536 y la calificada como Inquisición romana, que tuvo vigencia de 1542 a 1965. Se practicaron modalidades de tormento socialmente admitidas en cada entorno siquiera para situaciones excepcionales. La metodología estaba casi siempre definida con detalle y no todos los suplicios en la vía civil eran respaldados por la Iglesia. La justicia secular era asaz más brutal. En el caso de la Inquisición, para que un investigado fuese atormentado debía haber sido acusado por un crimen grave, constando augurios racionales de culpabilidad.

      La Inquisición romana, conocida también como Congregación del Santo Oficio, la propició Pablo III en 1542 para enfrentarse a los luteranos. Dependía jerárquicamente de miembros del colegio cardenalicio. Su ámbito de actuación era universal y su finalidad abatir las corrientes de pensamiento y posturas religiosas que contradecían la integridad de la fe católica. Dentro de ese criterio se encontraba la exclusión de textos injuriosos con la ortodoxia. Inicialmente se ciñó a Italia, pero Pablo IV en 1555 apremió también a sospechosos fuera de esos límites geográficos, incluidos miembros de la jerarquía, como el cardenal inglés Reginald Pole. En 1600 se juzgó y sancionó a Giordano Bruno, de quien luego aclararé recovecos. En 1633 fue procesado Galileo Galilei. Mucho se ha delirado por cierto con este; no se le prohibió seguir trabajando, solo se le requirió para que publicase datos de mayor rigor. En 1965, Pablo VI cambió el nombre del Santo Oficio por el de Congregación para la Doctrina de la Fe.

      Volvamos atrás. En torno a 1391 se reprodujeron pogromos contra los semitas en Toledo, Córdoba, Barcelona, Sevilla y otras ciudades españolas. El motivo real era la hambruna, de la que responsabilizaban a sus vecinos judíos. Despavoridos, muchos optaron por convertirse al cristianismo, al menos de puertas para afuera. Surgían los calificados cristianos nuevos. Como siempre se inventa o se busca un enemigo para justificar las personales limitaciones o dificultades, cristianos añejos puntearon a los conversos como reos de sus males.

      En la década de los setenta del siglo XV,